sábado, 11 de enero de 2014

Ante la tempestad



(Retomamos las mediocres aventuras de James Redneck tras el breve paréntesis navideño. Durante estos días festivos nos sorprendimos con el breve discurso del alcalde de la ciudad, Frank Meadows, y la pusilánime y ridícula carta devocional de James a un supuesto espíritu del Año Nuevo. Vueltos a la normalidad del quehacer diario, James y los suyos retoman sus vidas insípidas y tediosas. Habíamos dejado la delegación regional de Public Felt Paper Co. en Pooltron City bajo la tenebrosa amenaza de una avalancha enfurecida y cruel)

La delegación regional de Public Felt Paper Co. en Pooltron City ocupaba un viejo complejo industrial en el centro de la ciudad. Un conjunto de caserones oscuros y tristes, de grandes e infinitos muros de ladrillo rojizo y desnudo y techumbres escalonadas que trepaban hacia inquietos nubarrones. El complejo hizo las delicias de tiempos innovadores que vieron el amanecer de sueños industrializados donde las máquinas aliviarían las penas de los humanos condenados al trabajo eterno. Sin embargo, aquellas promesas fueron olvidadas bajo los vientos de una realidad empeñada en devorar vidas y hombres y mujeres con apetito insaciable. Una crisis, una de tantas, dejó la actual sede de Public Felt Paper Co. en el ostracismo y la ruina hasta que la gran empresa dedicada al cartón y cartonaje decidió recuperar aquel monumento antiguo y mastodóntico.

Las grandes cristaleras de las naves de producción de Publico Felt Paper Co. vibraban con sorda intensidad. Los operarios apartaron nerviosos sus ojos de la línea de fabricación de paquetería y dirigían una mirada nerviosa hacia la techumbre. Un ligero polvillo se desprendía de las grandes vigas de madera que cubrían el amplio espacio de la sala. En uno de los despachos de contabilidad, una gruesa columnas de papeles y facturas cayó con estrépito al suelo mientras los archivadores temblaban de forma rítmica. El oficinista de turno se quito las gafas y las dejó en su escritorio. Con gran asombro, contempló el agitado baile de las lentes sobre la mesa. En sus oídos, un zumbido se hacía cada vez más perceptible. En el almacén, el último pedido que debía salir de Pooltron City yacía desperdigado por el suelo. El responsable de logística se llevaba las manos a la cabeza. Todo el trabajo de una semana descansaba en el polvoriento suelo del almacén. En el despacho de dirección...

James Redneck estaba enfrascado en una de sus múltiples investigaciones externas. Mientras pasaba hojas y hojas repletas de ilustraciones y datos sobre los más variados tipos de cartones y paquetes, removía descuidado un café cortado, con mucha leche, que le había llevado la secretaria. Poco azúcar. Un ruido fue creciendo poco a poco en su cerebro. Lo que era un simple rumor en apenas unos minutos se convirtió en un estruendo ensordecedor, parecido a un generador eléctrico viejo y achacaso. El café temblaba y la taza saltaba divertida. James levantó la vista por encima de las gafas de lectura. En sus ojos vidriosos y rojizos se dibujó el terror. De un salto se levantó de su silla y atropelló su abarrotado escritorio. Con un golpe seco cerró la puerta y la aseguró con cinco cerrojos. Miraba a la puerta con inquietud, no podía apartar la vista. Se volvió a sentar en su mesa. Estaba pálido y un frío sudor recorría su frente. Sacó una hoja en blanco de uno de los cajones del escritorio y recogió un bolígrado de tinta azul.

La mente de James se ahogó en el miedo tembloroso y descontrolado. Todo era temor y sus mejillas ardían. Apenas podía sostener el bolígrado en su mano. Empezó a redactar su penúltimo testamento. Tenía el pánico en su nuca y James deseaba pedir perdón a todo el mundo que se cruzó en su mezquina existencia. James nunca fue capaz de mirar frente a frente a sus miedos, por ridículos y pequeños que fuesen. Era un miserable cobarde que vio sucumbir a extraños y propios bajo su mirada inútil. Aunque hubiese podido ofrecer su mano, nunca lo habría hecho. Era un cobarde.

Fuera, en la calle, se abrieron de par en par las puertas de Public Felt Paper Co. en Pooltron City. Tres sombras se perfilaban frente a la gris y tormentosa luz del exterior. Tres siluetas femeninas y entradas en carnes y, se supone, en años, tocadas con imposibles cardados de arquitecturas magníficas y exageradas. Mujeres ociosas de larga y placentera vida proporcionada por sus respectivos maridos, miembros improductivos de la anquilosada burguesía local. Esas tres señoras representaban las fuerzas vivas, y directivas, de la Fundación de Ayuda al Menesteroso y Socorro al Desvalido de Public Felt Paper Co.

Luis Pérez Armiño


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