sábado, 28 de junio de 2014

A raíz de las últimas elecciones parece que la cuestión europea se coló con fuerza en el interés prioritario de la política española. Lo cierto es que la resaca europea se ha solventado gracias al estúpido reclamo del fútbol que se está desarrollando en la patria del deporte rey. Patria cuyos súbditos, por cierto, exigen con rabia desesperada que las autoridades financien esos proyectos sociales tan denostados en vez de faraónicos estadios a medio hacer.


¡Cuánta actualidad en un solo párrafo!


Parece una fórmula filosófica, casi un axioma: a) Elecciones Europeas – b) Brasil – c) Fútbol – d) Deporte Rey – e) Abdicación del ídem – f) Nuevo ídem sin Referéndum Previo – g) Bipartidismo – h) Dos Partidos o un Partido entre Dos y de nuevo volvemos al tema de quién debe ocupar la portería… ¡Qué bonita es la historia cuando nos sale tan redonda!


En lenguaje coloquial, nivel tertuliano profesional – periodista de programa mañanero de televisión, ya sea ente público o cadena privada, podríamos traducir la anterior fórmula de la siguiente manera:


PUNTO A
Hay unas elecciones europeas y el resultado no es el esperado. Ha surgido un nuevo grupo, tan radical que prefieren autodenominarse “iniciativa ciudadana” y no “partido”, que con cuatro meses ha pegado tal estirón que, ahora mismo, la casta bipartidista acostumbrada a manejar los hilos del poder sin disimulo alguno tiemblan y tienen mucho, mucho, miedo.


PUNTO B, C y D
Menos mal que las elecciones coinciden con la celebración en Brasil de un nuevo mundial de fútbol. Es una válvula de escape fantástica para que saquemos a relucir banderas y vuvuzelas (infernal invento sudafricano). Las consignas que se atreven a solicitar derechos y demás milongas se verán sustituidos por primitivos gritos y cánticos que ensalzan las glorias deportivas nacionales. Las mentes se verán idiotizadas y solo serán capaces de recitar de memoria alineaciones, cantar estadísticas de posesión de balón como si fuesen verdades apriorísticas y ofrecer sistemas de juego alternativos. El más avispado dedicará algunas horas de navegación vía Web para deleitarse con las sensuales protuberancias de las mujeres de los deportistas. ¡Viva el Deporte Rey!


PUNTO E y F
Y ya que nos referimos al deporte rey y las masas se encuentran hipnotizadas, podemos hacer abdicar al rey de un plumazo, de un día para otro. Al fin y al cabo, nos remitimos al PUNTO A: puede que la actual situación política española dibuje un arco parlamentario que no sea muy del gusto de nuestra querida monarquía. Y no vaya a ser que cuando el rey se vea en la obligación de dejarlo porque sí y retirarse a la tranquilidad de sus inofensivos hobbies mientras su rubia favorita le prepara un caldo reparador, el niño tenga que opositar como todo hijo de vecino y entregar puerta por puerta su currículum (tan preparado, eso sí). Mejor dejarlo atado y bien atado, por si acaso… Que en España a la mínima de cambio te colocan en un taxi y te ponen en Hendaya y ni te has enterado que el señor policía te pide en un perfecto gabacho que le enseñes el pasaporte.


De prisa y corriendo… ¡Preparad una coronación baratita y discreta! En medio del mundial si puede ser… Por eso de tener ya colgadas unas cuantas banderas en las calles, que engalana mucho y parece todo más patriota… ¡Más banderas… es la monarquía constitucional aprobada en el 78! (Por cierto, menos mal que no les ha dado por atenerse a la legitimidad neandertal o algo por el estilo… Ya puestos a recurrir al pasado).


PUNTO G y H

¿Y quién articula todo este proceso de sucesión real? ¿Quién va a ser? En España gusta más una dicotomía que una reina plebeya, republicana y de izquierdas. Cualquier analista extranjero con problemas de localización cronológica al leer nuestra prensa (esa tan liberal y, sobre todo, independiente) no sabría con exactitud datar con precisión los hechos: ¿en qué siglo vive España: el XIX a caballo con el XX; o en el XX bien entradito el XXI? Parece que nos gusta los sistemas restauradores basados en las alternancias machaconas de dos partidos – tendencias – ideologías que se han mostrado similares y que solo desean alternarse en el poder para repartirse bien el pastel. Eso sí, con la mirada paternal y aprobadora de un jefe de Estado designado por una autoridad que se hizo con el poder vía levantamiento militar - apoyo regímenes totalitarios de la Europa de los años treinta– guerra civil – cientos de miles de muertos.

Y en definitiva, por concluir, cómo gusta en este país cruel y estúpido un partido. Y si son dos, mejor… de fútbol o políticos, qué más da, si el nivel intelectual debe estar a la par…



Luis Pérez Armiño

sábado, 14 de junio de 2014

Sobre las diferencias entre paternidad y paternalismo

La paternidad es un hecho biológico. A día de hoy, en el sano y jovial ejercicio de la reproducción humana se necesita de la participación indispensable de un miembro varón, masculino, un hombre en definitiva; y un miembro femenino, una hembra, o una mujer en definitiva.

No creo necesario insistir en los diversos y variados mecanismos que conducen al hecho reproductor como tal y que, necesariamente, comienzan con un cortejo barroco y lleno de matices y lujos, de sombras y luces, que caracteriza al ser humano. El macho de la especie necesita de complejos bailes y de atributos de fuerte componente erótico – sexual para mostrarse atractivo a la hembra. La mujer dispone de toda una serie de mecanismos que atraen al elemento masculino. En definitiva, se trata de una exhibición impúdica de las capacidades reproductivas de unos y otros destinados a un único fin: la reproducción.

En nuestra compleja estructura sociocultural, la especia humana ha diseñado complejas redes y mecanismos que tratan de perpetuar la existencia sine die de lo humano sobre la faz de la Tierra. Asunto diferente sería considerar si la Tierra se siente tan halagada con nuestra devastadora presencia. Esto que parece resumir una visión simplista y en exceso reduccionista, al modo del gen egoísta, esconde, sin embargo, cierta verdad. La reproducción se constituye como un placentero mecanismo destinado a perpetuar la especie en la naturaleza. De hecho, es un artilugio tan eficaz que cualquier ser vivo, en sus más variadas formas, dispone de los más diversos artificios para disfrutar de unas relaciones sexuales plenas y, por lo tanto, reproductivas.

La paternidad, por lo tanto, se puede afirmar que es un hecho social. En ese laberíntico camino evolutivo de nuestra especie, determinadas fórmulas sociales se articulan como poderosos mecanismos de supervivencia ante las adversidades. Uno de los más primarios fue el de la familia. El recurso a la sangre se convertía en uno de los lazos más fuertes que podían facilitar la cohesión de un determinado grupo en el que se incluyen un número indeterminado de individuos que mantienen entre sí una relación de parentesco con sus diferentes grados. A partir de ahí, se articulan las más variadas fórmulas y ensayos de organización social más allá del mero compromiso familiar. ¿No existe, acaso, una sentencia que afirma que si no te casas fuera seguramente te comerán fuera?

A la paternidad, entendida como un hecho social y cultural, pleno de simbolismo, se le supone una serie de privilegios, de derechos y de obligaciones. En este caso, me interesa más la serie de obligaciones que la relación parental de la paternidad implica, como el sostenimiento de la prole hasta que ésta pueda valerse por sí misma.

El paternalismo es asunto distinto. Porque ante todo en el paternalismo, una suerte de doctrina no escrita, no media ningún componente biológico. El Diccionario de la Real Academia define el paternalismo como la tendencia a aplicar las formas de autoridad y protección propias del padre en la familia
tradicional a relaciones sociales de otro tipo: políticas, laborales, etc. Es decir, que se entiende en esta actitud la existencia de un factor fundamental: por un lado, la práctica de una de las formas más abyecta de autoritarismo: la condescendiente. Y es que el paternalista suele ejercer su mando tratando a sus subordinados como ingenuos infantes a los que hay que conducir a través de los vericuetos de la vida. Les convence de las bondades de sus sabias decisiones y les compensa con unas palmadas en la espalda mientras trata de disimular su cínica risa. Por lo general, el paternalista se siente imbuido de una especie de gracia divina, de una inteligencia superior que debe compartir con todos aquellos que se encuentran bajo sus órdenes, todos ellos seres inferiores que necesitan de sus cuidados y sus buenos consejos. Esta forma de actuar se extiende a los más variados ámbitos de nuestra vida comunitaria: el trabajo, la política, la empresa, la democracia…

Dedicado a todos aquellos que se creen con la capacidad de atribuirnos una inmadurez que nos impide ser capaces de tomar nuestras propias decisiones.

Luis Pérez Armiño 



sábado, 7 de junio de 2014

Un pequeño inciso generacional


Con el permiso del Sr. Redneck.


La historia es una disciplina de largo recorrido que no suele realizar juicios aventurados sin unos criterios que otorguen cierta fiabilidad a sus enunciados. Al menos, esa es la teoría; la historia debería escribirse en base a unos supuestos de objetividad no siempre tenidos en cuenta. España es un país sabio que conoce perfectamente cómo tergiversar los fines últimos de cualquier circunstancia histórica. En España, la historia se malea una y otra vez a conveniencia del interesado y de acuerdo a las circunstancias del momento. Es una historia eventual teñida de juicios apriorísticos plenos de falsedades.


La historia reciente recurre, más que cualquier otro periodo histórico, a estos pequeños pecados o licencias como parte efectiva de su discurso. Se miente de forma intencionada y con un objetivo preciso: en orden a un determinado fin o tendencia; o si se prefiere, bajo la premisa de someter unos supuestos dictados plenos de razón a unos intereses casi siempre de índole económica.


Es evidente la inutilidad de tratar de desentrañar ciclos o estructuras históricas en acontecimientos que tienen la actualidad precisa de una tirada de periódico. Sin embargo, a simple vista, es posible observar un cierto cambio de tendencia. Algo está sucediendo, algo flota en el ambiente y parece que se respiran nuevos aires. Más difícil es precisar en qué consisten esos aromas tan novedosos.


España ha entrado en pleno siglo XXI con una rapidez prodigiosa, en apenas medio mes. Es la grandeza de un país capaz de los logros más sublimes y de las bajezas más viles. Hace ya años de aquella mirada asombrada del mundo a un grupo de jóvenes que decidió gritar un contundente basta ya cuando, agotados, decidieron hacer suyas las plazas y demás foros públicos. Todo el maquiavélico juego de palabrerías huecas que habían llenado nuestra supuesta democracia contemporánea se tambaleó ante el grito sincero de una juventud que reclamaba su lugar. El movimiento indignado se convirtió entonces en la única muestra de dignidad de una España sometida a unos poderes corruptos y enfermizos que solo habían sido capaces de traer una falsa crisis que escondía una indecente redistribución de la riqueza llamada a perpetuar las desigualdades y la injusticia.


La madurez de un proyecto, considerado por muchos analistas y los habituales voceros de los medios de comunicación españoles, como inmaduro y pataleta infantil, alcanzó la solidez de una iniciativa novedosa que ha irrumpido con una fuerza desbordante, y sobre todo renovadora, en el panorama electoral. El reciente triunfo de la iniciativa ciudadana Podemos en las últimas elecciones europeas ha puesto nerviosa a una casta oxidada y anquilosada, acostumbrada durante décadas a nadar en su propio inmundicia. De forma directamente proporcional al miedo que ha hecho tambalearse a un sistema político desfasado y mediocre como el español, entre el pueblo ha surgido un cierto rayo de esperanza y, sobre todo, de ilusión. Existe una conciencia general de que sí es posible cambiar las cosas y que ese más que necesario cambio solo puede tener un único protagonista: los ciudadanos.


Y cuando la voz de los ciudadanos decide hablar, las élites tiemblan y se llenan de miedo irracional. Los periodistas a servicio de sus amos han cargado las tintas, casi siempre de forma irracional y desesperada, contra todo un sentimiento que solo pretende ejercer una democracia de verdad y olvidar esta pantomima democrática convertida en un juego de dos que no es más que el monstruo degenerado heredero de una dictadura. Esa casta, nerviosa y desorientada, apela a la corrupción y a un sistema despótico y abusivo como única alternativa a un supuesto régimen de caos y desorden apocalíptico. Se recurre a un miedo atávico que pretende enfrentar, de nuevo, dos Españas ya desterradas de las que ellos mismos son los únicos representantes.


Hoy los ciudadanos no pretenden recrear dialécticas obsoletas; hoy los ciudadanos solo reclaman la validez y la madurez de sus decisiones, que su voz sea tenida en cuenta y, sobre todo, respetada. Solo quieren recordar que el enemigo se esconde en un ridículo uno por ciento que acapara de forma cruel y despótica el poder y la riqueza, al amparo y bajo la protección de nuestro sistema político, el actual, que todavía pretende perpetuar fórmulas por la gracia divina a base de estrategias que apenas disimulan la realidad de un sistema autoritario encubierto bajo una normalidad constitucional ya caduca.

Luis Pérez Armiño