El hombre como fin, nunca como
medio: una de las principales argumentaciones que define la dignidad humana. Este podría ser uno de los
principios que concreta un concepto tan escurridizo, sensible y complejo. Una
abstracción ética y filosófica, la dignidad,
que pretende delimitarse como cualidad suprema que delimita la preeminencia de
la especie humana por encima de cualquier otra.
Es esta complejidad del concepto,
y esencialmente ser producto del desarrollo del pensamiento humano, el que hace
que la dignidad haya que entenderla
de acuerdo a una evolución cronológica.
La dignidad venía determinada por distintos condicionantes sujetos a
factores culturales. Por ejemplo, durante la
Edad Media, el sistema social imperante
definía distintos grados de dignidad
atendiendo al estamento que la persona ocupase; sin embargo, por otra parte se
concebía una dignidad propia al ser
humano merecida por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, con unas
cualidades superiores que le diferenciaban de otras especies animales.
El pensamiento moderno, concretado
posteriormente en la
Revolución francesa, elaboró el concepto más actual de dignidad, al entenderlo como una
cualidad intrínseca e igual para todos los hombres. Se iniciaba así un proceso
de democratización del concepto que encontraría su culmen en la proclamación de
los Derechos Universales del Hombre. En nuestro ámbito, por ejemplo, la dignidad es uno de los fundamentos sobre
los que descansa el orden político y la paz social del Estado de Derecho (Art.
10 de la Constitución
Española).
Este proceso de normalización
jurídica y ética supuso que la dignidad
fuese asimilada a una serie de aspectos prácticos. Es algo muy característico
de nuestro tiempo, en el que el uso del apelativo digno se ha materializado de una forma abrumadora. Hablamos de
“salarios dignos”, de “viviendas dignas” o de “trabajos dignos”. Esta
materialización de un principio inherente y supremo del ser humano ha ido
pareja a su valorización en términos estrictamente económicos. La dignidad se ha transformado, pasando de
ser una cualidad esencial de la especie humana a ser un término cuantificable y
sujeto a las leyes propias del mercado. Quizá sea interesante advertir que este
proceso es paralelo a la consideración del ser humano no ya como fin, sino como
simple medio; de persona a objeto a precio de coste.
Este proceso puede deberse, aunque
sea aventurado afirmarlo, a que las élites han vuelto a apropiarse de un
concepto tan fundamental como el de dignidad.
Estas élites contemporáneas, las del mercado y las finanzas, han puesto precio
a la dignidad y la han sacado al
mercado de valores a la espera del mejor postor, convirtiéndola en una
mercancía cualquiera sujeta a la ley de la oferta y la demanda. Quizás, ahora
esté en nuestras manos recuperar la dignidad,
volver a reconsiderarla recuperando aquellos principios fundamentales que la ampararon
como principio básico que fundamentaba el respeto a todos los seres humanos en
condiciones de igualdad, justicia y respeto.
Luis Pérez Armiño
Me llegó a través de Google+ y de Andrés Calzada, que se hizo seguidor de Pax augusta, supongo que a través de ti, estas entradas de este Blog; interesante y muy relacionado con el tema de los derechos humanos...precioso el título del Blog... no paras, gracias a los dos, a Andrés y a ti por estas reflexiones... un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias Gustavo, yo también debo de felicitarte por tu blog, Pax Augusta, y aprovecho para recomendarlo a mis lectores.
ResponderEliminarEso, volvamos al otium cum dignitate como norma de vida.
ResponderEliminar