martes, 13 de marzo de 2012

Madre, ¿qué te estamos haciendo?


Tú que nos abrazaste, nos acunaste, nos diste de comer cuando teníamos hambre, pero siempre enseñándonos lo duro de este regalo que nos hiciste, la vida. No quiero que pienses que nos revelamos contra ti, tan solo somos inconscientes. Hemos teñido de negro tu verde manto, hemos vestido de negro humo el aire que tanto necesitamos. Hoy lloras con tus ácidas lágrimas, te estremeces con nuestra obra macabra y como estamos a ti tan apegados, cuando tiemblas nosotros temblamos. Tus sacudidas son nuestras, también sufrimos y lloramos.

¿Cuánta maldad hemos vertido para que pierdas la fe en nosotros y nos envíes a Hades? ¿Cuántas lecciones habrás de darnos para que entendamos que no todo es nuestro y que no podemos apropiarnos de lo ajeno?

Te encerramos tras el Tártaro, ocupamos tus dominios, subyugamos al resto de tus vástagos  y laceramos tu obra. Madre, como decirte que seguimos siendo tus hijos, que lo hicimos en un acto de ignorancia y de estúpida vanidad. Con nuestro orgullo, con nuestras ansias de poder, hemos conseguido que reniegues de ese hedor a humano que te atenaza. Quítanos la venda de los ojos, si con ello nos curamos ¿Cómo pedirte que nos perdones, sin aprender de nuestros fallos? Yo te lo imploro, pues en el fondo de nuestro ser algún resquicio de bondad, permite albergar la esperanza.

Una madre solo arremete contra su hijo para proteger al resto de sus vástagos, aquellos a los que infligimos sufrimiento, tortura y vejación. Enséñanos Madre, estamos perdidos. Dinos como desprendernos de nuestra arrogancia, del ansia de poder y del materialismo exacerbado. Enséñanos a amar aquello que con ternura tú has amado.

 

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