Hoy he visto un reportaje que me ha hecho reflexionar
sobre un tema de gran calado social y al que no se le da, por lo menos desde las
instituciones, la importancia que se debiera. El reportaje en cuestión habla de
un nuevo método de adelgazamiento basado en el Mango Africano. Parece ser que
con este método se pierden unos doce kilos en un mes.
El reclamo que utilizaron fue una, menos que más,
conocida reportera que presumía de escéptica ante el milagroso producto y que
se prestaba como conejillo de indias, para descubrir el fraude. Una vez catado
el producto, cambió de opinión, dando la razón a los fabricantes del mejunje. El
resultado del Mango Africano, según atestigua, fue espectacular y a pesar de haberse
quedado en los huesos, como ella misma aseguró, piensa seguir tomándolo. ¿Para qué, me pregunto yo? Conocen tan bien el poder de la
desesperación del obeso que ni siquiera se esfuerzan en hacer creíble la mentira.
El Mango Africano te lo presentan como un producto
increíble que te hace perder tejido adiposo a un ritmo cuatro veces mayor que haciendo
dieta y ejercicio, en un mismo periodo de tiempo. Además, te aumenta la energía
y potencia los aminoácidos. Es decir, si tú tomas Mango Africano y lo combinas
con café, estimularás la pérdida de peso y aumentarás la energía, acelerarás el
metabolismo y tu cuerpo quemará calorías con mayor eficiencia. ¡Vamos!, lo que
necesita oír una chica de quince años, por poner un ejemplo, que está
obsesionada con su peso.
No sé que quienes me parecen más crueles, los que jueguen con los
traumas y complejos de la personas para enriquecerse, o aquellos que deben de perseguir y castigar el fraude y no hacen
absolutamente nada por evitarlo. No soy dietista, pero puedo
asegurar que no hay dieta milagrosa que no te dañe. Por gracia o desgracia, no hay mejor
régimen que rebajar la cantidad de alimentos que consumimos, sobre todo los que
contienen altas cantidades de grasas, y aumentar la actividad física. Es muy
importante, en este proceso, tener fuerza de voluntad, paciencia y constancia, no
hay más milagro.
Si aun así, te empeñas en hacer una dieta, por lo menos
ponte en manos de un especialista. La mayoría de las dietas mágicas atentan
contra la salud y en la mayoría de los casos no se consigue los resultados
esperados, en otros muchos se acaba siendo víctima de nuestra propia obsesión. En
la mejor de las previsiones habrás pagado la intemerata por un placebo.
Tenemos un grave problema en la sociedad con el canon de
belleza, tan simple que, o eres delgado, o eres un marginal. Este problema no se
ha atajado en su momento y ahora es difícil controlarlo, es más, los casos de anorexia
y bulimia, cada vez con mayor frecuencia, se dan en edades más tempranas. ¿Tan difícil es que se
vigilen las publicidades engañosas?
Otro
asunto, que mi mente no llega a entender, es la actitud de todos estos actores,
artistas y demás gente famosa. Personas del ámbito público que ofrecen su tirón mediático
por un puñado de euros, a cambio de anunciar productos mágicos. Me gustaría que, si se
demuestra el fraude del producto que anuncian, se les aplique a ellos también,
con todo rigor, la ley. Alguien debería de enseñarles que la dignidad no se
vende y que infligen un cuantioso daño a un gran sector de la población, al
prometerles que tal producto les dejará el cuerpo como el del anunciante.
Aunque parezca un absurdo, hay muchas personas poseídas por su obsesión que solo escuchan lo que quieren oir, por descabellado que sea.
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