sábado, 16 de junio de 2012

Viejas incógnitas y nuevas dudas


Una reciente noticia nos habla de la antigüedad revelando nuevos datos que, sin duda, pueden ser absolutamente revolucionarios en cuanto a la concepción del arte, como respecto a aspecto tan controvertido como el de la evolución humana. El viernes, 15 de junio de 2012, la prestigiosa revista Science dio a conocer los resultados de las dataciones efectuadas por un equipo científico internacional en más de cincuenta pinturas localizadas en once estaciones con arte rupestre paleolítico de la cordillera Cantábrica. Los resultados han sido más que sorprendentes: la muestra más antigua, recogida en la cueva de El Castillo en Puente Viesgo, Cantabria, se remonta a hace 41.800 años; en Altamira, las dataciones proporcionarían una cronología diez mil años más antigua de las hasta el momento consideradas; y en Tito Bustillo, en Asturias, una figura antropomorfa se ha datado con unas fechas que la sitúan entre hace 35.500 y 29.600 años.

Hace relativamente poco, investigaciones en la cueva de la Pileta, en Málaga, apuntaban a la posibilidad de una datación de unas figuras zoomorfas que podrían relacionarse con la especie neandertal. Sin embargo, era más que evidente que la relación entre las muestras analizadas, unos restos de carbón encontrados en el suelo, y las pinturas no podía demostrarse a ciencia cierta. Sin embargo, el actual método presentado para estas nuevas dataciones es totalmente novedoso.

Hasta el momento, la técnica empleada en la datación de las pinturas rupestres, la del Carbono – 14 o Radiocarbono, afectaba sólo a aquellas realizadas con pigmentos orgánicos: es decir, con carbones (grosso modo, las pinturas negras), y no podía ser empleada con otro tipo de pigmentos (minerales). Además, la muestra empleada, en caso de resultar contaminada, podía ofrecer un error muy considerable. Sin embargo, la técnica del Uranio – Torio puede ofrecer datos mucho más fiables. Se basa en la descomposición regular del Uranio en Torio. Se analiza las capas calcíticas depositadas sobre la pared rocosa sobre la que se pinta (proporcionará una fecha post quem) o las formadas sobre las pinturas (fecha ante quem). El resultado será una cronología relativa a partir de la cual se puede situar la fecha de realización de la pintura antes o después de la formación de la capa calcítica.

 Si el método ofrece una fiabilidad alta, los resultados no pueden dejar de ser sorprendentes y plantear una nueva duda de muy amplio calado: ¿Quién realizó esas pinturas? Las fechas obtenidas retrasan cronológicamente la autoría de este arte ofreciendo distintas posibilidades ya que las fechas más antiguas coinciden con el momento de llegada de los primeros hombres anatómicamente modernos que coexistirían con los últimos neandertales. Es decir, que las pinturas son obra, o de esos primeros hombres modernos o de los últimos neandertales. Sin embargo, hay que considerar que esos hombres “modernos”, llegados desde África, desarrollarían por primera vez el arte en las cavernas en la península Ibérica, ya que no se han localizado restos de estas manifestaciones en el continente africano.

La posibilidad de la autoría neandertal sería auténticamente revolucionaria. Hasta ahora, el arte paleolítico era un hito de la modernidad de nuestra especie, el Homo sapiens sapiens, frente a nuestros antepasados y parientes, los neandertales. Prácticamente, el arte se había esgrimido en bandera diferenciadora de ese cierto primitivismo que popularmente se atribuye a un neandertal caricaturizado de forma simiesca. Sin embargo, su capacidad simbólica ya habría quedado demostrada por otras formas de comportamiento, como la pintura corporal, la manipulación de ciertos objetos con alguna intencionalidad estética o ritual que se nos escapa o, incluso, prácticas funerarias. Por eso, sería fácil comprender la capacidad del neandertal para desarrollar un arte simbólico en las cuevas asturianas y cántabras que, por qué no, los hombres modernos, recién llegados, copiarían e, incluso, desarrollarían.

La grandeza de la cuestión científica no está tanto en resolver viejas incógnitas sino en plantear nuevas dudas.

Luis Pérez Armiño

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