Una
reciente noticia nos habla de la antigüedad revelando nuevos datos que, sin
duda, pueden ser absolutamente revolucionarios en cuanto a la concepción del
arte, como respecto a aspecto tan controvertido como el de la evolución humana.
El viernes, 15 de junio de 2012, la prestigiosa revista Science dio a conocer los resultados de las dataciones efectuadas
por un equipo científico internacional en más de cincuenta pinturas localizadas
en once estaciones con arte rupestre paleolítico de la cordillera Cantábrica.
Los resultados han sido más que sorprendentes: la muestra más
antigua, recogida en la cueva de El Castillo en Puente Viesgo, Cantabria, se
remonta a hace 41.800 años; en Altamira, las dataciones proporcionarían una cronología
diez mil años más antigua de las hasta el momento consideradas; y en Tito
Bustillo, en Asturias, una figura antropomorfa se ha datado con unas fechas que
la sitúan entre hace 35.500 y 29.600 años.
Hace
relativamente poco, investigaciones en la cueva de la Pileta, en Málaga,
apuntaban a la posibilidad de una datación de unas figuras zoomorfas que
podrían relacionarse con la especie neandertal. Sin embargo, era más que
evidente que la relación entre las muestras analizadas, unos restos de carbón
encontrados en el suelo, y las pinturas no podía demostrarse a ciencia cierta.
Sin embargo, el actual método presentado para estas nuevas dataciones es
totalmente novedoso.
Hasta
el momento, la técnica empleada en la datación de las pinturas rupestres, la del Carbono – 14 o
Radiocarbono, afectaba sólo a aquellas realizadas con pigmentos orgánicos: es
decir, con carbones (grosso modo, las pinturas negras), y no podía ser empleada
con otro tipo de pigmentos (minerales). Además, la muestra empleada, en caso de
resultar contaminada, podía ofrecer un error muy considerable. Sin embargo, la
técnica del Uranio – Torio puede ofrecer datos mucho más fiables. Se basa en la
descomposición regular del Uranio en Torio. Se analiza las capas calcíticas
depositadas sobre la pared rocosa sobre la que se pinta (proporcionará una
fecha post quem) o las formadas sobre
las pinturas (fecha ante quem). El
resultado será una cronología relativa a partir de la cual se puede situar la
fecha de realización de la pintura antes o después de la formación de la capa
calcítica.
Si el método ofrece una fiabilidad alta, los
resultados no pueden dejar de ser sorprendentes y plantear una nueva duda de
muy amplio calado: ¿Quién realizó esas pinturas? Las fechas obtenidas retrasan
cronológicamente la autoría de este arte ofreciendo distintas posibilidades ya
que las fechas más antiguas coinciden con el momento de llegada de los primeros
hombres anatómicamente modernos que coexistirían con los últimos neandertales.
Es decir, que las pinturas son obra, o de esos primeros hombres modernos o de
los últimos neandertales. Sin embargo, hay que considerar que esos hombres
“modernos”, llegados desde África, desarrollarían por primera vez el arte en
las cavernas en la
península Ibérica, ya que no se han localizado restos de
estas manifestaciones en el continente africano.
La
posibilidad de la autoría neandertal sería auténticamente revolucionaria. Hasta
ahora, el arte paleolítico era un hito de la modernidad de nuestra especie, el Homo sapiens sapiens, frente a nuestros
antepasados y parientes, los neandertales. Prácticamente, el arte se había
esgrimido en bandera diferenciadora de ese cierto primitivismo que popularmente
se atribuye a un neandertal caricaturizado de forma simiesca. Sin embargo, su
capacidad simbólica ya habría quedado demostrada por otras formas de
comportamiento, como la pintura corporal, la manipulación de ciertos objetos
con alguna intencionalidad estética o ritual que se nos escapa o, incluso,
prácticas funerarias. Por eso, sería fácil comprender la capacidad del
neandertal para desarrollar un arte simbólico en las cuevas asturianas y
cántabras que, por qué no, los hombres modernos, recién llegados, copiarían e,
incluso, desarrollarían.
La
grandeza de la cuestión científica no está tanto en resolver viejas incógnitas
sino en plantear nuevas dudas.
Luis
Pérez Armiño
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