Su forma de
querer, de mirarla, de sentir ternura por
ella. La pasión, el deseo, el sentimiento mutuo de respeto, lograba
cauterizar el tiempo, convirtiendo cada momento en sagrado. En sus ojos
podía percibirse
una ternura brava, salvaje y pura, un sentimiento que estaba por encima
de lo
normal, de lo conocido, de la muerte y la vida. Habían logrado convertir
al resto de los enamorados en paladines de la intrascendente
frivolidad.
Desde que la había conocido su vida cambió. Donde antes se alojaban los rencores y el odio, ahora se albergaba la esperanza. Era tal su sensibilidad hacia ella, que lograba acariciarle el alma. ¿Quién puede decir que ama tanto otra vida como la suya propia? Incluso esto era sobrepasado, pues por más de diez vidas que tuviere, estaba convencido que, jamás se equiparasen a diez minutos de vida de su amada.
Desde que la había conocido su vida cambió. Donde antes se alojaban los rencores y el odio, ahora se albergaba la esperanza. Era tal su sensibilidad hacia ella, que lograba acariciarle el alma. ¿Quién puede decir que ama tanto otra vida como la suya propia? Incluso esto era sobrepasado, pues por más de diez vidas que tuviere, estaba convencido que, jamás se equiparasen a diez minutos de vida de su amada.
No llores más, pues, en el mundo, ya hay demasiada agua
salada. Pensaba en silencio viendo caer la lágrima, buscando con más arrojo que
lógica, la forma de no volver a ver más la tristeza en su cara. Nunca jamás
había sentido amor por alguien, no había conocido la dicha, ni la felicidad.
Invadido por tales sentimientos, dejaba que brotaran y creciesen, que se
apoderasen de él.
La vida es caprichosa, muchas veces malvada, nos pone a
prueba de forma injustificada. Cinco noches de vela y un estado de depresión, de
desesperanza, con capítulos de esquizofrenia, fueron necesarios para desactivar
aquella máquina, a ello le siguió un fuerte sonido seco, y luego… el silencio.
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