jueves, 28 de junio de 2012

Con ella

Su forma de querer, de mirarla, de sentir ternura por ella. La pasión, el deseo, el sentimiento mutuo de respeto, lograba cauterizar el tiempo, convirtiendo cada momento en sagrado. En sus ojos podía percibirse una ternura brava, salvaje y pura, un sentimiento que estaba por encima de lo normal, de lo conocido, de la muerte y la vida. Habían logrado convertir al resto de los enamorados en paladines de la intrascendente frivolidad.

Desde que la había conocido su vida cambió. Donde antes se alojaban los rencores y el odio, ahora se albergaba la esperanza. Era tal su sensibilidad hacia ella, que lograba acariciarle el alma. ¿Quién puede decir que ama tanto otra vida como la suya propia? Incluso esto era sobrepasado, pues por más de diez vidas que tuviere, estaba convencido que, jamás se equiparasen a diez minutos de vida de su amada.

No llores más, pues, en el mundo, ya hay demasiada agua salada. Pensaba en silencio viendo caer la lágrima, buscando con más arrojo que lógica, la forma de no volver a ver más la tristeza en su cara. Nunca jamás había sentido amor por alguien, no había conocido la dicha, ni la felicidad. Invadido por tales sentimientos, dejaba que brotaran y creciesen, que se apoderasen de él.  

La vida es caprichosa, muchas veces malvada, nos pone a prueba de forma injustificada. Cinco noches de vela y un estado de depresión, de desesperanza, con capítulos de esquizofrenia, fueron necesarios para desactivar aquella máquina, a ello le siguió un fuerte sonido seco, y luego… el silencio.

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