miércoles, 27 de junio de 2012

Ideas confundidas


Siempre he tenido claro que hay dos conceptos que nunca se deben de confundir, la política y el fútbol. La política hay que entenderla, bueno la política no hay que entenderla de ninguna forma, unicamente se padece y el fútbol simple y llanamente hay que asimilarlo como un entretenimiento. Por desgracia uno y otro van de la mano y prácticamente cuando hablas de un equipo sale por defecto el comentario de estos hinchas son fachas o estos son comunistas, estos nacionalistas,... Cada hinchada, queda claro que no me refiero al padre que lleva a su hijo a ver el partido, se posiciona políticamente llevando la postura adoptada hacia los extremos, cuanto más mejor, porque les abre un inmenso campo de acción para diferenciarse del resto. Es decir, adquirir su propia idiosincrasia que no podría concebirse bajo posturas moderadas.

Así encontramos los aficionados de ultra derecha, de ultra derecha nacionalista, nacionalistas de izquierdas o de ultra izquierda. Cada una de estas hinchadas tienen sus propios rasgos diferenciales, pero todas con un rasgo en común, un exacerbado posicionamiento político que canalizan a través del fútbol. Lo que resulta curioso es que en ocasiones estos grupos se encuentran refrendados por los propios dirigentes del club deportivo. Lo que da que pensar acerca del poder y peso específico que los hinchas ultras tienen dentro de sus respectivos equipos.

Pero el mundo del fútbol va más allá. Al margen de hinchadas radicales o ideas políticas, el deporte rey destapa unas pasiones difíciles de entender por aquellos que no gustan de este espectáculo. Yo he llegado a presenciar como dos personas llegaban a las manos simplemente porque no se ponían de acuerdo acerca de si tal jugada era penalti o no. Y es que tocar el tema del fútbol puede resultar delicado en ocasiones. Incluso estoy por asegurar que entre que le ponga los cuernos su mujer y el título de liga para su equipo, muchos eligen la segunda opción.

En ocasiones me he planteado la hipótesis del fútbol como una mera herramienta al servicio del poder. Tú vida es una mierda, no tienes recursos económicos, te putean continuamente con más gastos que no puedes afrontar, estás al borde de la desesperación y el caos mental, pues nada, a ver un “partidito”. El fútbol es totalmente terapéutico y eso lo conoce de sobra el poder. Que tienes al país al pie de la revolución, pues un par de partidos de la selección y que griten un poco, despotriquen contra el árbitro, que canten, etc., y ¡listo!, auténtica mano de santo. Al día siguiente tendrás a la población desfogada, eufórica si se ha ganado y sobre todo con muchas menos ganas de protestar, pues la furia ya se canalizó el día anterior. Esto funciona de verdad y no es nada nuevo, los romanos ya utilizaban el espectáculo para reconducir la ira del pueblo hacia otros derroteros.

Lo cierto es que no pretendo ser cenizo, ni quitar ilusiones a nadie, pero el fútbol es lo que es, un pasatiempo. Está bien disfrutar del espectáculo pero sin implicarse demasiado, todo en exceso es malo. Sobre todo saber diferenciar los distintos aspectos de nuestra vida. Que el fútbol nos haga olvidar por un momento nuestra penosa realidad no significa que esta no vuelva al terminar el partido. El otro día, tras el España-Francia, me crucé con un grupo de chicos ataviados con “la roja”. Iban ebrios de felicidad gritando -¡somos mejores que los franceses!, ¡ganamos a los gabachos!-, y cosas por el estilo y realmente pensaban así, por un simple partido. Entonces me invadió un sentimiento de pesimismo y no pude por menos que preguntarme ¿en qué?

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