sábado, 9 de junio de 2012

Del distanciamiento a la guerra

Estados Unidos es hoy una gran nación, símbolo del poder capitalista y militar, y un ejemplo de unión y cohesión. No siempre fue así, y este gigante, hace un siglo y medio, estuvo al borde de la desaparición. Las diferencias entre el Norte y el Sur, dos realidades divergentes, se acrecentaban, desapareciendo toda posibilidad de entendimiento mediante el diálogo. El Sur, orgulloso y altivo, no estaba dispuesto a someterse a la voluntad de su vecino norteño. El peor de los pronósticos comenzaba a tomar cuerpo, asomaba el fantasma de la guerra.

La Guerra de Secesión Americana se considera, tras la rebelión de Taiping, como la más devastadora del siglo XIX, y la más terrible de cuantas guerras civiles se habían producido hasta el momento. Se enfrentaban dos sistemas de vida distintos, que evolucionaban independientemente. ¿Qué razón es tan poderosa como para llevar a un pueblo a exterminarse? Establezcamos los antecedentes.

Los EE. UU., a mediados el siglo XIX, contaba con dos economías totalmente distintas y dos sociedades que recorrían caminos divergentes. El Sur había basado su riqueza en un sistema agrario, donde el algodón, con fuerte demanda desde Europa y sobre todo desde Inglaterra, se había convertido en la base de la riqueza. A pesar de la típica imagen de un Sur de grandes terratenientes con plantaciones que se perdían en el horizonte, la realidad era bien distinta. Tan solo el diez por ciento eran grandes plantaciones, el noventa por ciento restante constituían la auténtica realidad del Sur rural y agrario. Este noventa por ciento lo formaban pequeñas o medianas plantaciones con dos o tres campesinos a su cuidado, lo que fomentaba la dependencia de la mano de obra esclava. El sistema era degradante para el hombre negro e injusto para el hombre blanco, incapaz de encontrar trabajo en una tierra agrícola que acostumbraba a no pagar a sus trabajadores. La población del Sur, en paridad con la del Norte a principios del siglo XIX, se había ido estancando. En 1861 esta población rondaba los cinco millones de blancos y cuatro millones de negros.

El Norte, al contrario que sus vecinos, se había subido “al tren de la industrialización”. La población creció de manera significativa hasta alcanzar en el año 1861 la nada desdeñable cifra de veintidós millones de habitantes, una población similar a la francesa y mayor que la inglesa. Sin duda contribuyó a este crecimiento la importante inmigración recibida de Europa. El Norte contaba con un gran obstáculo a su progreso y era la dificultad a la hora de competir con las industrias europeas y sobre todo con la inglesa, muy poderosa en aquella época. Una competencia que le asfixiaba en su propia base territorial. Por esta razón los industriales del Norte demandaban leyes proteccionistas y arancelarias que favoreciera la venta de sus productos, cuestión a la que se oponía verticalmente el Sur.

En la antesala del conflicto nos encontramos con un Sur dependiente de sus exportaciones de algodón a Inglaterra y demandante de productos manufacturados que pretende adquirir por el menor precio posible, lo que hace indispensable una política de libre comercio. El libre comercio favorecía a Inglaterra, que ofrecía sus productos a un precio mucho más competitivo, y al Sur, que los compraba más baratos, pero atentaba contra la proyección industrial del Norte. Razón por la que reivindicaba leyes proteccionistas para hacer competitivos sus productos. Esta divergencia estaba provocando, junto con las diferencias sociales e ideológicas, el paulatino distanciamiento entre Norte y Sur.

En el Sur se daba un proceso creciente de alejamiento del Norte. Este proceso acabó originando un fuerte nacionalismo que indujo al convencimiento de que ya no había ningún lazo en común con sus vecinos, ni ninguna razón para continuar en la misma órbita política. Cobraba fuerza la idea del secesionismo. El nacionalismo del Norte, radicalmente contrario, tendía a mantener la unión del país a toda costa. La guerra dejaba de ser algo lejano y el Norte necesitaba justificar delante de los socios económicos del Sur, Inglaterra y Francia, lo inevitable.

La esclavitud, fue utilizada por el Norte con efecto amortiguador frente a Inglaterra, sobre todo, y Francia, nada partidarias de perder un excelente socio comercial. El tema de la esclavitud es bastante complejo, pues a pesar de que si había un movimiento abolicionista, se utilizó más como propaganda que como problema de fondo. En el Compromiso de Missouri, firmado en 1820, se equiparaba el número de estados abolicionistas y esclavistas para que ni unos ni otros tuvieran un excesivo poder. La esclavitud comenzaba a ser considerada en el mundo como una mala práctica del pasado. Las colonias británicas abolieron la esclavitud en 1833 y Francia lo hizo en 1848. Incluso los países más autoritarios y de ideas reaccionarias como Austria-Hungría, que abolió la servidumbre en 1848 o Rusia que lo hizo en 1861, parecían ir un paso por delante del país de las libertades.

Lo cierto es que ni los más acérrimos abolicionistas pensaban en dar los mismos derechos a negros y a blancos. Además, existían situaciones contradictorias, como estados del Norte esclavistas, abolicionistas sureños, etc. Es más, la mayoría de la población del Norte, los trabajadores, no eran partidarios de la emancipación, ante el miedo a la invasión de un nutrido grupo humano dispuesto a realizar el mismo trabajo por mucho menos dinero, privando del sustento al hombre blanco. Un auténtico polvorín a punto de estallar.

El 6 de noviembre de 1860 Lincoln, radical opositor al esclavismo, gana las elecciones presidenciales. La elección de Lincoln ponía freno a la extensión de la esclavitud por territorio americano y, por tanto, la condena a que los estados esclavistas quedaran en minoría en el Congreso. El Sur veía como inevitable la secesión para preservar su sistema económico y social. En diciembre de 1860 Carolina del Sur proclamó su emancipación de La Unión. En febrero se unían Mississippi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana y Texas, constituyéndose los efímeros Estados Confederados de América. En marzo, Lincoln toma posesión del cargo. Para eludir el conflicto asegura que no interferirá en la política esclavista de los estados que tengan esta condición, pero garantizaba, al mismo tiempo, la supervivencia territorial de La Unión. El Sur ya había dejado de escuchar a Lincoln. 

El 12 de abril La Confederación, con la intención de expulsar de su territorio al ejército de La Unión, bombardea Fort Sumter, en Charleston, Carolina del Sur, la guerra había comenzado.  Dos días después se rinde el fuerte y Virginia, Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte se adhieren a la Confederación. El Sur, socio comercial de Inglaterra, esperaba que ésta entrara en el conflicto, sin embargo la estrategia del Norte había dado sus frutos, y aunque Inglaterra y el Norte no pasaban por sus mejores momentos diplomáticos, la fuerte opinión antiesclavista en Gran Bretaña impedía cualquier alianza con el Sur.

Un Sur rural y desindustrializado se iba a enfrentar con la incipiente maquinaria industrial del Norte, enfrentamiento que recordaba el mantenido entre David y Goliat, solo que en este caso se impondría la lógica. Como anécdota, en esta guerra se dotó por primera vez de planchas de acero, capaces de resistir el impacto de los proyectiles, a los barcos. La era de los barcos de guerra de madera quedaba extinguida.

Los dos bloques medirían sus fuerzas por primera vez en julio de 1861, en la batalla de Manassas, también conocida como Bull Run. La pudiente sociedad de Washington, como si de un espectáculo se tratase, “decidió pasar el día en el campo” y contemplar in situ la “fácil victoria” del ejército del Norte. Los pobres incautos no sabían muy bien lo que les venía encima. El ejército confederado, en contra de las previsiones, infligió una dura derrota a las tropas de La Unión. En la retirada sobrevino el caos, propiciado, en gran medida, por la población civl que, presa del pánico, salió en estampida, confundiéndose con los soldados y colapsando los caminos, dificultando la maniobra de retirada del ejército de La Unión. A solo 20 km del campo de batalla se encontraba Washington, la capital del Norte, desprovista, tras la derrota, de defensa alguna. Los confederados no avanzaron tomando la capital, lo que quizás hubiese significado el fin del conflicto, posiblemente estuvieran tan sorprendidos por la victoria como el enemigo por la derrota.

El Sur mantendría la iniciativa por dos años más, gracias en parte al genio militar de Robert E. Lee y al propio orgullo sureño. Pero la falta de recursos en el Sur y el, cada vez mayor, potencial del Norte, acabarían poniendo las cosas en su sitio. La derrota de Lee en la batalla de Gettysburg, entre los días uno y tres de julio de 1863, dejaban claro que el Sur no iba a ganar y que era cuestión de tiempo su rendición. El uno de enero de 1863 Lincoln anuncia, por medio de la Proclamación de Emancipación, la libertad de todos los esclavos. A partir de 1863 comienza el declive del Sur, que solo puede mantener el frente a base de un esfuerzo titánico y un pundonor digno de elogiar. El 9 de abril de 1865 un exhausto Lee, se rinde con su ejército al general Ulysses S. Grant en Appomattox. El resto del ejército confederado va haciendo lo propio, hasta que el 23 de junio lo hace el último general de la Confederación. Antes de ver la rendición total del ejército enemigo, el 15 de abril de 1865, Lincoln era asesinado.

Se suele decir que en una guerra, y más siendo civil, no hay ni vencedores ni vencidos. Lo cierto es que depende desde que óptica se mire, es, o no, verdad. El Sur, como perdedor, si que quedó devastado y arruinado. Pero el Norte, si se obvia con frialdad las vidas humanas que se perdieron, unas 360.000 en La Unión y unas 260.000 en La Confederación, y la miseria y el dolor propio de una guerra, si que salió favorecido. La guerra había sido un negocio muy rentable para los industriales, se habían quitado de encima la competencia inglesa y habían desarrollado una enorme industria que iría en crecimiento. A pesar de que quedaba un largo camino hacia la hegemonía mundial, acababa de nacer una potencia.


Reposición a petición de Kurras.

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