James
disfrutaba del ardiente sol en su rostro gris. El azul se extendía por el cielo
y cegaba su vista. James dormitaba arropado por el suave murmullo de las olas
del mar chocando silenciosamente contra la orilla. A lo lejos, en el horizonte, un murmullo
fue creciendo, fue agudizándose, haciéndose cada vez más y más molesto hasta
ocupar todos los pensamientos de James.
James abrió
los ojos y descubrió la tristeza de su desordenado despacho, la luz amarillenta
impregnando la suciedad del techo y revelando los desperfectos y desconchones
sutiles de la pared.
James se había despertado por el lejano fragor de la batalla. Más allá de
la puerta de su oficina, esa sutil frontera entre su mundo y el de los demás
(este último término cargo de todo su tono despectivo posible), dos fuerzas se
enfrentaban en brutal choque. Hasta sus oídos, a pesar de la lejanía de la
contienda, alcanzaban las feroces arremetidas de dos ejércitos formidables.
Choque ensordecedor de metales, pieles rasgadas por la metralla indiscriminada
y el doloroso quejido de sangre derramada ante los impactos crueles y salvajes
del enemigo.
En justa
lid, en un pequeño habitáculo del espacio de trabajo técnico habilitado en el
edificio perteneciente a la Public Felt Paper Co., tenía lugar una batalla de tintes
épicos. En una de las esquinas del ring, con traje de señora de negro cansino y
hastiado, y con un peso total de apenas cuarenta kilogramos apergaminados y
oxidados, la secretaria del Sr. Redneck, la ¡¡¡¡¡señorita Jane Wright!!!!! En
frente, con traje de pantalón a rayas, servil imitación de un potencial
ejecutivo o diplomático de corte inglés según se desee, con un total de vamos a
omitir por consideración los kilogramos en canal pero los suficientes, y un
desgarbado metro ochenta de distribución confusa… ¡¡¡¡¡la Sra. Hem!!!!! (de nombre
Mary, casada con el Sr. Hem, su pareja de toda la vida, hombre escuálido y
apocado que hace tiempo rindió sus fuerzas incondicionalmente ante la
incontinencia verbal y sexual de su amantísima esposa. Se dice que no sale de
su casa ni osa despojarse de su albornoz beige, y que ha decidido convertirse
en mero espectador sin voz ni voto de su propia vida).
Mary Hem es
la responsable del departamento de contabilidad de Public Felt Paper Co. en su
delegación regional en Pooltron City. Se rumorea que llegó a provincias
directamente desde las oficinas centrales de la compañía. Incluso,
algunos insisten en que su futuro era más que prometedor dentro de la empresa. Puede que
tuviese reservado algún puesto de responsabilidad más allá de la simple
elaboración de debes y haberes o la invención de trucos y demás estrategias de
evasión fiscal limitando siempre una legalidad difusa y opaca. Se cuenta en las
máquinas de café y en demás corrillos de la empresa que Mary Hem decidió
abandonar su carrera fulminante por el amor incontrolado hacia su marido, aquel
ser escuálido que languidecía en aquella ciudad de provincias suspirando por el
amor de su desmesurada esposa. De proporciones inabordables, Mary era una mujer
enorme, grande y alta, dotada en exceso de formas rotundas, de un rostro feroz
y vigoroso enmarcado por una melena negra y enmarañada. Toda ella era energía.
Algo que proporcionaba una sintonía exorbitante con su carácter fuerte y
peleón, con su gusto por dominar y ejercer el mando (algo que puede asegurar su
consumido marido).
Hacía un par
de años (un par de ejercicios fiscales en su terminología) que Mary Hem se
había hecho cargo del departamento contable de Public Felt Paper Co. en Pooltron
City. Fue entonces cuando cometió su mayor pecado, especialmente a ojos de Jane
Wright: pretendió trabajar; trató de acaparar a James para atosigarle con sus
proyectos y sus ideas; pretendió poner patas arriba toda la delegación regional
sin percatarse del especial microcosmos en el que acababa de aterrizar, donde
existían unas leyes dictadas por la costumbre y el tiempo que eran acatadas sin
rechistar por todos y cada uno de los trabajadores de la oficina.
Jane se
sintió amenazada desde el día uno de Mary en la oficina. Comentaba entre
susurros que en alguna ocasión había descubierto a la Sra. Hem mirar
descaradamente a James. Aseguraba, sin poseer ningún dato, que la Sra. Hem había caído
rendida ante los encantos del Sr. Redneck. Incluso, se atrevía a lamentar el
infortunio del Sr. Hem, desconocedor de las infidelidades de su portentosa
esposa, ciega ante la erótica del poder desplegada por James.
Jane Wright odiaba a Mary Hem.
Un sentimiento recíproco.
Luis Pérez Armiño
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