Marruecos
se convirtió en una pesadilla para España. Parecía que la interminable guerra
que se desarrollaba en el país del Magreb sólo agradaba a los oficiales
“africanistas”, deseosos de méritos y honores de guerra que les ascenderían en
el escalafón militar. Para los soldados de a pie, reclutados en la Península, para sus
familias, Marruecos entró a formar parte del imaginario colectivo como el gran
drama de la nación a principios de siglo. La guerra se enquistó tanto en la
sociedad española que determinó su historia en los años venideros, provocando
dictaduras, golpes de estado e, incluso, una cruenta guerra civil de tres años
y miles de muertos.
Arturo
Barea, genial autor de La forja de un
rebelde, testimonio fiel de la historia española de primera mitad del siglo
XX, describía la sensación del soldado español: Mientras el viejo barbudo general se paseaba arriba y debajo de las
filas, nosotros le llamábamos entre diente “cabrón”, “hijo de puta”; teníamos
los pies llagados, la garganta de esparto y nos obligaba a esta firmes con cada
hueso de nuestros cuerpos hecho un dolor.
El
icono de este desastre colonial que supuso Marruecos para España se encontró en
el desastre de Annual.
Ocurrido en 1921, esta batalla, que en España siempre se ha calificado como de
“desastre”, costó la vida de cerca de 13.000 españoles, según las cifras
estimadas. En Annual se hizo patente la incapacidad del ejército español, la
poca pericia de sus mandos y lo poco afortunado de la presencia española en la
zona. España pretendía ser potencia, jugar en las mismas condiciones que
Francia, Alemania o Gran Bretaña en el tablero colonial de África. Y España no
se daba cuenta que ya no era el Imperio donde no se ponía el sol, que el
también desastre del 98 había puesto la puntilla a su pasado glorioso.
El
informe Picasso, realizado para depurar responsabilidades de lo ocurrido en el
Annual, enumeraba las muchas irresponsabilidades en las que incurrieron los oficiales
españoles. Sin embargo, el verdadero causante de la muerte de miles de
españoles en una tierra inhóspita y hostil fue la desbandada desordenada de las
tropas. Los soldados, ante el empuje de los rifenos acaudillados por el mítico
Abd el Krim, reaccionaron huyendo desordenadamente. Las tropas se convirtieron
en objetivo fácil de los francotiradores enemigos. Sólo el general Navarro
consiguió organizar a algunas tropas dispersas y conducirlas hasta el fuerte
situado en el monte
Arruit. Allí son sitiados por los rifeños y después de un largo asedio
deciden entregarse. Los oficiales son conducidos prisioneros a la retaguardia
marroquí. Los soldados, nada más entregar las armas, fueron salvajemente
torturados y pasados a cuchillo. La recuperación del fuerte posteriormente
ofreció una imagen dantesca. Como dato, se identificaron hasta un total de
3.000 cadáveres.
La
noticia del desastre fue el colofón de un largo proceso antibélico que vivía el
pueblo español desde el inicio de las hostilidades en Marruecos. La población
española miraba con malos ojos una guerra cruel y distante, de la que apenas se
percibía beneficio alguno que no fuese la recuperación de una gloria ya perdida.
Una contienda en la que morían los obreros y los hijos de las familias humildes
porque los adinerados podían verse libres del combate gracias al pago de una
cuota. Nadie en España, salvo los militares africanistas y un Alfonso XIII
deseoso de emular hazañas heroicas ya muy desfasadas, entendía la razón de ser
de semejante conflicto.
La
investigación del desastre de
Annual apuntaba a una maniobra ofensiva excesivamente arriesgada del
entonces general Silvestre (éste murió en la huida pero no tiene relación con
el general Silvestre del monte Arruit). Incluso, se sospechaba de la
implicación del propio Alfonso XIII, íntimo amigo del general Silvestre. Sin
embargo, la historia caprichosa de nuevo jugó sus cartas. El general Primo de
Ribera se hizo con el poder tras un golpe de Estado. Entre sus primeras
medidas, la paralización de todo el proceso abierto con motivo de Annual. Nunca
conocemos al verdadero responsable de semejante desastre.
El desastre
No sabría decir a ciencia cierta cual fue la causa real
que llevó al desastre del Annual, el 22 de julio de 1921. Quizás un cómputo de
varias condiciones entre las que podrían estar la soberbia, el menosprecio al
adversario, el descuido, la incapacidad o la negligencia en la gestión. Lo cierto es que el desastre tuvo significativas
consecuencias que derivaron en una crisis política y el advenimiento de Primo
de Rivera al poder. Echemos un ojo atrás.
El 27 de noviembre de 1912, Francia y España llegan a un
acuerdo para repartirse Marruecos. España, después del desastre de 1898, en el
que se perdió Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas, necesitaba imperiosamente recobrar
el prestigio frente a Europa, lo que obligaba a tomar protagonismo en el
reparto de África.
Otro antecedente que no se puede obviar es el que se refiere
a la figura de Abd el Krim. Abd el Krim se educó en un ambiente europeo,
cursando el bachiller español en Tetuán y Melilla y derecho en la Universidad
de Salamanca. Sirvió de traductor y escribiente en la Oficina Central de Tropas
y Asuntos Indígenas de Melilla y como articulista en el periódico El Telegrama
del Rif. Sus continuos ataques contra el país galo, propician la presión de éstos
al gobierno español para que fuese encarcelado. Sus años de cautiverio no
hicieron más que acrecentar su odio a las potencias coloniales.
El Alto Comisario de España en Marruecos, máxima
autoridad civil y militar al estallar el conflicto, era el general Dámaso Berenguer,
que tenía como segundo al general Fernández Silvestre. A comienzos de 1921,
Silvestre había ocupado Annual con la idea de sorprender por la retaguardia a las
tribus rifeñas establecidas en la bahía de Alhucemas. En su avance fue dejando
pequeñas guarniciones, creyendo que con ello controlaba el territorio. Sin
embargo, lo que hizo fue cometer un error garrafal, contraviniendo la máxima,
atribuida a César, de divide y vencerás. El resultado estratégico de Silvestre
fue la división de sus 17.000 hombres y unos 130 cañones en un cinturón de unas
144 pequeñas guarniciones, mal defendidas, aisladas y desprovistas de agua,
víveres y municiones.
Cada guarnición variaba desde unos 800 hombres en
poblaciones importantes, a la veintena de soldados en el resto de
fortificaciones. La línea de abastecimiento llegó a tener 150 kilómetros de
distancia, ocupando una franja de terreno que se extendía unos 40 km al sur y
unos 80 km al oeste de Melilla. Para garantizar el apoyo o la neutralidad los
terrenos conquistados, Silvestre estableció tratados con las tribus y no las
desarmó, un error que pagaría caro.
Al comienzo de las hostilidades el ejército español
estaba dividido en 144 guarniciones, compuesto en su mayoría por novatos, mal alimentados, mal equipados
y víctimas de enfermedades como la malaria. Las fuerzas de Abd el Krim estaban
perfectamente armados, conocían el terreno y tenían experiencia en combate.
Además eran guerreros temibles y despiadados, que tenían por costumbre no hacer
enemigos.
A finales de mayo lo rifeños atacaron las precarias
líneas de abastecimiento. En lugar de consolidar las posiciones, el ejército
español continuó su avance hacia Alhucemas y cruzó el río Amekram, dejando una guarnición en el enclave de Abarran,
compuesta por unos 250 soldados de los que 200 eran indígenas al servicio de
España. Cuando 2.000 rifeños atacaron la guarnición, los 200 soldados indígenas
se rebelaron y mataron a los oficiales y soldados españoles.
El 17 de julio comenzaron los hostigamientos a Igueriben,
atacando las rutas de abastecimiento y dejando sin agua a la guarnición. Los
intentos de romper el cerco por parte de las columnas de salvación fueron en balde y el 21 de
julio Iriguiben caía en manos rifeñas. De los 350 hombres que componían la
guarnición, apenas se salvaron una docena, que llegaron extenuados al puesto de
Annual.
Ante la imposibilidad de defender Annual, sin reservas de
agua, el general Silvestre ordenó la evacuación de los 5.000 hombres, 3.000
españoles y 2.000 indígenas, a las posiciones de Ben Tieb y Dar-Drius, mejor dotadas
para la defensa y abastecidas de agua. La retirada se convirtió en un anténtico
caos. Los policías que vigilaban los caminos se pasaron al enemigo, en consecuencia
las tropas españolas al abandonar Annual recibieron disparos de continuo.
El pánico y el desorden se apoderaron de los maltrechos combatientes. En el camino quedaban
los heridos y el material de guerra, entre las bajas, que se contaban por
miles, se encontraba el propio general Silvestre.
El general Navarro, segundo de Silvestre, logró llegar al
campamento del Monte Arruit con unos 3.000 hombres. Ante la imposibilidad de
defender la posición, se pactó con los rifeños la rendición. Una vez
desarmados los soldados españoles, los rifeños les atacaron convirtiendo el Monte Arruit en un auténtica carnicería de la que se salvaron 60 hombres de los 3.000 que se habían refugiado allí.
Las consecuencias del desastre derivaron en una crisis
política que acabaría alzando al poder a Miguel Primo de Rivera, el 13 de
septiembre de 1923. La situación marroquí fue resuelta con el desembarco de
Alhucemas el 8 de septiembre de 1925. Más de 13.000 hombres dejaron sus vidas
en Marruecos, de ellos unos 1.000 eran rifeños.
Luis Pérez Armiño y Andrés Calzada Blanco
Así nos va...
ResponderEliminarGracias por tú colaboración y fidelidad. Es un honor tenerte de miembro en el blog.
ResponderEliminarEstoy intentado encontrar información sobre mi abuelo, y parece un resumen bastante bien realizado. El único fallo que encuentro es la frase que los rifeños estaban bien armados, cuando al parecer la mayoria del armamento lo conseguian del enemigo. Supongo que es debido a un fallo de escritura el dicho de "los rifeños no hacian enemigos" se supone que enemigos=prisioneros.
ResponderEliminarEstimado Provinceman: En primer lugar quiero agradecerte tu valoración. Sobre el primer punto, en realidad se habían estado preparando para el conflicto y es cierto que estaban bien armados. En realidad parte de ese armamento fue robado, pero lo tenían y el ejército español se encontró con un enemigo real y dispuesto con armas modernas.
ResponderEliminarEn el segundo punto tienes razón. El término correcto es prisionero. Podría etimológicamente utilizarse la palabrta enemigo, pero lo correcto es lo que has anotado.
Te agradezco que participes en el blog y te animo a sugerirnos, tanto a Luis como a mí, nuevos temas a tratar.