viernes, 13 de abril de 2012

El desastre de Annual


Marruecos se convirtió en una pesadilla para España. Parecía que la interminable guerra que se desarrollaba en el país del Magreb sólo agradaba a los oficiales “africanistas”, deseosos de méritos y honores de guerra que les ascenderían en el escalafón militar. Para los soldados de a pie, reclutados en la Península, para sus familias, Marruecos entró a formar parte del imaginario colectivo como el gran drama de la nación a principios de siglo. La guerra se enquistó tanto en la sociedad española que determinó su historia en los años venideros, provocando dictaduras, golpes de estado e, incluso, una cruenta guerra civil de tres años y miles de muertos.

Arturo Barea, genial autor de La forja de un rebelde, testimonio fiel de la historia española de primera mitad del siglo XX, describía la sensación del soldado español: Mientras el viejo barbudo general se paseaba arriba y debajo de las filas, nosotros le llamábamos entre diente “cabrón”, “hijo de puta”; teníamos los pies llagados, la garganta de esparto y nos obligaba a esta firmes con cada hueso de nuestros cuerpos hecho un dolor.

El icono de este desastre colonial que supuso Marruecos para España se encontró en el desastre de Annual. Ocurrido en 1921, esta batalla, que en España siempre se ha calificado como de “desastre”, costó la vida de cerca de 13.000 españoles, según las cifras estimadas. En Annual se hizo patente la incapacidad del ejército español, la poca pericia de sus mandos y lo poco afortunado de la presencia española en la zona. España pretendía ser potencia, jugar en las mismas condiciones que Francia, Alemania o Gran Bretaña en el tablero colonial de África. Y España no se daba cuenta que ya no era el Imperio donde no se ponía el sol, que el también desastre del 98 había puesto la puntilla a su pasado glorioso.

El informe Picasso, realizado para depurar responsabilidades de lo ocurrido en el Annual, enumeraba las muchas irresponsabilidades en las que incurrieron los oficiales españoles. Sin embargo, el verdadero causante de la muerte de miles de españoles en una tierra inhóspita y hostil fue la desbandada desordenada de las tropas. Los soldados, ante el empuje de los rifenos acaudillados por el mítico Abd el Krim, reaccionaron huyendo desordenadamente. Las tropas se convirtieron en objetivo fácil de los francotiradores enemigos. Sólo el general Navarro consiguió organizar a algunas tropas dispersas y conducirlas hasta el fuerte situado en el monte Arruit. Allí son sitiados por los rifeños y después de un largo asedio deciden entregarse. Los oficiales son conducidos prisioneros a la retaguardia marroquí. Los soldados, nada más entregar las armas, fueron salvajemente torturados y pasados a cuchillo. La recuperación del fuerte posteriormente ofreció una imagen dantesca. Como dato, se identificaron hasta un total de 3.000 cadáveres.

La noticia del desastre fue el colofón de un largo proceso antibélico que vivía el pueblo español desde el inicio de las hostilidades en Marruecos. La población española miraba con malos ojos una guerra cruel y distante, de la que apenas se percibía beneficio alguno que no fuese la recuperación de una gloria ya perdida. Una contienda en la que morían los obreros y los hijos de las familias humildes porque los adinerados podían verse libres del combate gracias al pago de una cuota. Nadie en España, salvo los militares africanistas y un Alfonso XIII deseoso de emular hazañas heroicas ya muy desfasadas, entendía la razón de ser de semejante conflicto.

La investigación del desastre de Annual apuntaba a una maniobra ofensiva excesivamente arriesgada del entonces general Silvestre (éste murió en la huida pero no tiene relación con el general Silvestre del monte Arruit). Incluso, se sospechaba de la implicación del propio Alfonso XIII, íntimo amigo del general Silvestre. Sin embargo, la historia caprichosa de nuevo jugó sus cartas. El general Primo de Ribera se hizo con el poder tras un golpe de Estado. Entre sus primeras medidas, la paralización de todo el proceso abierto con motivo de Annual. Nunca conocemos al verdadero responsable de semejante desastre.

 
El desastre

No sabría decir a ciencia cierta cual fue la causa real que llevó al desastre del Annual, el 22 de julio de 1921. Quizás un cómputo de varias condiciones entre las que podrían estar la soberbia, el menosprecio al adversario, el descuido, la incapacidad o la negligencia en la gestión.  Lo cierto es que el desastre tuvo significativas consecuencias que derivaron en una crisis política y el advenimiento de Primo de Rivera al poder. Echemos un ojo atrás.

El 27 de noviembre de 1912, Francia y España llegan a un acuerdo para repartirse Marruecos. España, después del desastre de 1898, en el que se perdió Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas, necesitaba imperiosamente recobrar el prestigio frente a Europa, lo que obligaba a tomar protagonismo en el reparto de África.

Otro antecedente que no se puede obviar es el que se refiere a la figura de Abd el Krim. Abd el Krim se educó en un ambiente europeo, cursando el bachiller español en Tetuán y Melilla y derecho en la Universidad de Salamanca. Sirvió de traductor y escribiente en la Oficina Central de Tropas y Asuntos Indígenas de Melilla y como articulista en el periódico El Telegrama del Rif. Sus continuos ataques contra el país galo, propician la presión de éstos al gobierno español para que fuese encarcelado. Sus años de cautiverio no hicieron más que acrecentar su odio a las potencias coloniales.

El Alto Comisario de España en Marruecos, máxima autoridad civil y militar al estallar el conflicto, era el general Dámaso Berenguer, que tenía como segundo al general  Fernández Silvestre. A comienzos de 1921, Silvestre había ocupado Annual con la idea de sorprender por la retaguardia a las tribus rifeñas establecidas en la bahía de Alhucemas. En su avance fue dejando pequeñas guarniciones, creyendo que con ello controlaba el territorio. Sin embargo, lo que hizo fue cometer un error garrafal, contraviniendo la máxima, atribuida a César, de divide y vencerás. El resultado estratégico de Silvestre fue la división de sus 17.000 hombres y unos 130 cañones en un cinturón de unas 144 pequeñas guarniciones, mal defendidas, aisladas y desprovistas de agua, víveres y municiones.

Cada guarnición variaba desde unos 800 hombres en poblaciones importantes, a la veintena de soldados en el resto de fortificaciones. La línea de abastecimiento llegó a tener 150 kilómetros de distancia, ocupando una franja de terreno que se extendía unos 40 km al sur y unos 80 km al oeste de Melilla. Para garantizar el apoyo o la neutralidad los terrenos conquistados, Silvestre estableció tratados con las tribus y no las desarmó, un error que pagaría caro.

Al comienzo de las hostilidades el ejército español estaba dividido en 144 guarniciones, compuesto en su mayoría por novatos, mal alimentados, mal equipados y víctimas de enfermedades como la malaria. Las fuerzas de Abd el Krim estaban perfectamente armados, conocían el terreno y tenían experiencia en combate. Además eran guerreros temibles y despiadados, que tenían por costumbre no hacer enemigos.

A finales de mayo lo rifeños atacaron las precarias líneas de abastecimiento. En lugar de consolidar las posiciones, el ejército español continuó su avance hacia Alhucemas y cruzó el río Amekram, dejando una guarnición en el enclave de Abarran, compuesta por unos 250 soldados de los que 200 eran indígenas al servicio de España. Cuando 2.000 rifeños atacaron la guarnición, los 200 soldados indígenas se rebelaron y mataron a los oficiales y soldados españoles.

El 17 de julio comenzaron los hostigamientos a Igueriben, atacando las rutas de abastecimiento y dejando sin agua a la guarnición. Los intentos de romper el cerco por parte de las columnas de salvación fueron en balde y el 21 de julio Iriguiben caía en manos rifeñas. De los 350 hombres que componían la guarnición, apenas se salvaron una docena, que llegaron extenuados al puesto de Annual.

Ante la imposibilidad de defender Annual, sin reservas de agua, el general Silvestre ordenó la evacuación de los 5.000 hombres, 3.000 españoles y 2.000 indígenas, a las posiciones de Ben Tieb y Dar-Drius, mejor dotadas para la defensa y abastecidas de agua. La retirada se convirtió en un anténtico caos. Los policías que vigilaban los caminos se pasaron al enemigo, en consecuencia las tropas españolas al abandonar Annual recibieron disparos de continuo. El pánico y el desorden se apoderaron de los maltrechos combatientes. En el camino quedaban los heridos y el material de guerra, entre las bajas, que se contaban por miles, se encontraba el propio general Silvestre.

El general Navarro, segundo de Silvestre, logró llegar al campamento del Monte Arruit con unos 3.000 hombres. Ante la imposibilidad de defender la posición, se pactó con los rifeños la rendición. Una vez desarmados los soldados españoles, los rifeños les atacaron convirtiendo el Monte Arruit en un auténtica carnicería de la que se salvaron 60 hombres de los 3.000 que se habían refugiado allí.

Las consecuencias del desastre derivaron en una crisis política que acabaría alzando al poder a Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923. La situación marroquí fue resuelta con el desembarco de Alhucemas el 8 de septiembre de 1925. Más de 13.000 hombres dejaron sus vidas en Marruecos, de ellos unos 1.000 eran rifeños.

Luis Pérez Armiño y Andrés Calzada Blanco



4 comentarios:

  1. Gracias por tú colaboración y fidelidad. Es un honor tenerte de miembro en el blog.

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  2. Estoy intentado encontrar información sobre mi abuelo, y parece un resumen bastante bien realizado. El único fallo que encuentro es la frase que los rifeños estaban bien armados, cuando al parecer la mayoria del armamento lo conseguian del enemigo. Supongo que es debido a un fallo de escritura el dicho de "los rifeños no hacian enemigos" se supone que enemigos=prisioneros.

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  3. Estimado Provinceman: En primer lugar quiero agradecerte tu valoración. Sobre el primer punto, en realidad se habían estado preparando para el conflicto y es cierto que estaban bien armados. En realidad parte de ese armamento fue robado, pero lo tenían y el ejército español se encontró con un enemigo real y dispuesto con armas modernas.

    En el segundo punto tienes razón. El término correcto es prisionero. Podría etimológicamente utilizarse la palabrta enemigo, pero lo correcto es lo que has anotado.

    Te agradezco que participes en el blog y te animo a sugerirnos, tanto a Luis como a mí, nuevos temas a tratar.

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