Prólogo: Esto es una canción y aunque parece no haber
música, ahí encontramos el error, pues son tus ojos la melodía.
Soy heraldo de bellos albores
hachón de nuestro amor,
cítara de nuestra sinfonía,
prisionero de tú dolor
Cuando llegue furtiva la noche
y te tenga que decir adiós,
maldeciré al que esconde el día
pues de ti necesito, mi amor
Cuanto más te miro
más ciego estoy,
postergado a un deseo
al que nunca estuve yo
Con la espada en la mano
lucharé bravo y con pasión
para que de mi te apiades
y me entregues tú corazón
Sé que muy pronto
mirando al cielo
estaremos juntos los dos
Epílogo: Y cuando hayas renegado de mí, volveré a ti, en
verdad con otros ojos, amada mía, buscaré entonces mi pérdida y con un amor
distinto os amaré.
Así rondaba un montaraz buscando el amor de una bella y
rica dama, además de orgullosa y malvada, que disfrutaba viendo como el tunante se
humillaba. Mientras, el “capullo” soñaba con que aquellas ñoñas palabras iban a
derretir a tan altiva muchacha.
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