miércoles, 25 de abril de 2012

Ingratitud, pródiga cefalea


Mucha gente estará en desacuerdo conmigo por lo que voy a decir, pero yo personalmente me siento indignado. La inmigración es un tema que levanta muchas ampollas sociales, pero al margen de mi opinión, no se puede obviar la realidad. Los inmigrantes vinieron cuando les llamamos, cuando vivíamos en el “mundo de la gominola”, y nadie quería ser camarero, ni albañil, ni agricultor, todos buscábamos un puesto de ministro.

Como pasa en todo el mundo, hay un pequeño número de impresentables que buscan ganarse la vida al margen de la ley. Pero eso sucede en todas partes, no es una cuestión de nacionalidades, y no se puede hablar de españoles, rumanos, magrebíes o ecuatorianos, con tanta ligereza. Sin embargo, hemos utilizado la coyuntura para acribillar a los inmigrantes. Craso error, pues la mayoría son gente de bien que han venido a España a buscar una vida mejor, algo, bajo mi punto de vista, muy loable. Les hemos utilizado en beneficio propio y ahora nos deshacemos de ellos.

Es cierto que ahora no hay trabajo para nadie, ¿pero resulta lógico echar a seres humanos de esta forma?, hay que ser muy poco agradecidos, muchas de estas personas forman parte de nuestra cultura. Se han españolizado y ahora les damos la patada…, ¡no tiene sentido!

Con todo esto, supongo que os halláis dado cuenta, me refiero a la última resolución de nuestro monarca, Mariano I “el Reformero”, de privar de atención sanitaria a los inmigrantes. Y no quiero erigirme como el “Robín Hood” de la inmigración, ya llevé muchos palos, años atrás, por luchar por los ideales que creía justos y cuando las cosas se ponían difíciles, siempre me quedaba solo. Simplemente es un hecho ético, de sentido común, o ¿nos hemos olvidado de cuando los españoles salíamos al extranjero a buscar trabajo?, es más, comenzamos a hacerlo de nuevo.

Por Dios, “todos tenemos hambre”, pero no dejemos que esto se nos vaya de las manos. Paremos esta sangría gubernamental. El español siempre ha sido una persona generosa y acogedora, no nos convirtamos en esos fantasmas del pasado, que acuden al nombre de fascistas.

Ante todo somos seres humanos y como tal hemos de comportarnos. Pidamos explicaciones a quienes las deben de dar, los políticos y las entidades bancarias, causantes de nuestras desdichas, que además, con toda falta de moral y ética, desvían el problema por otros lares. No nos dejemos manipular, atendiendo a un falso reclamo patriótico, que invita a proyectar nuestra frustración contra el más débil, eso es muy poco español. En vez de dividirnos, que es lo que quiere el poder, unámonos contra el auténtico enemigo, el leviatán.


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