Primero, sería necesario hablar de la etiqueta en cuestión. Una
etiqueta, que con más de cien años de existencia, todavía está sujeta a
agrias polémicas y a las más variadas interpretaciones. Son muchos los
que se han aventurado a trazar las más variopintas explicaciones sobre
la etiqueta en cuestión. Y, sin embargo, a día de hoy, con todos
nuestros medios al alcance, nadie puede asegurar con total certeza el
significado de la dichosa etiqueta.
Su lectura iconográfica es
simple. Un hombre con rasgos animales, simiescos, o más bien un simio
humanizado, aparece sentado. En la mano izquierda sostiene una botella
que presumimos sea de anís según veremos más adelante. En la otra, un
rollo de papel donde aparece escrita una curiosa leyenda: “Es el mejor.
La ciencia lo dijo y yo no miento”. La figura está enmarcada por una
cartela coronada en su parte superior por un escudo “corto” de España
(aquellos en los que sólo aparecían las armas de León y Castilla y en el
centro la de los Borbones) y la marca comercial del producto: “Anisado
refinado Vicente Bosch. Badalona”.
Vicente y José Bosch crearon
la famosa marca de Anís del Mono en el año 1870, instalándola la
factoría en la localidad catalana de Badalona. Vicente Bosch era un
hábil hombre de negocios y ya era consciente de la importancia del
marketing. En 1897 convocó un concurso para crear la etiqueta de su
anís, siendo elegida la propuesta del pintor modernista Ramón Casas.
El
problema surge a la hora de desentrañar el misterioso significado de la
etiqueta. Bosch era un fundamentalista creacionista, o más bien era un
firme defensor de las nuevas teorías evolucionistas que circulaban por
Europa a partir de la publicación en 1859 de El origen de las especies
de Darwin. Puede, a lo mejor con más razón, que Bosch fuera un simple
oportunista, un visionario de la publicidad que vio en el mono la
oportunidad de ofrecer una imagen de marca con garantías de éxito. El
mismo llegó a acuñar para su anís la pegadiza frase de “la más
evolucionada”.
Los Bosch mantenían estrechas relaciones comerciales con América. En
uno de los barcos que utilizaban en estos contactos, cuenta la leyenda
que venía un mono que pronto fue adoptado en la fábrica del anís. A
partir de ese momento, los habitantes de Badalona se acercaban a la
“factoría del mono” donde el animal se había convertido en todo un
reclamo turístico. Quizás, Vicente Bosch encontró en la propia fábrica
la imagen de su marca. A esta oportunidad, le sumó la adecuada dosis de
oportunismo comercial, creando una de las etiquetas comerciales más
famosas y duraderas de nuestro país.
Hoy en día, parece que se
prefieren las historias que incluyen esta etiqueta en aquellas cruentas
luchas entre creacionistas fanáticos y evolucionistas, igualmente
fundamentalistas. Y mientras, la etiqueta ya tiene más de un siglo de
historia y forma parte de la historia más común de nuestros bares y
hogares.
Luis Pérez Armiño
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