lunes, 16 de abril de 2012

El profeta de Satropa


Cuando llegó a la ciudad aquel viejo extraño se fue directo al ágora. Una vez allí reclamó la atención de los asistentes y así les habló:

-A vosotros os digo bienhechores que no existe tal tarea, que vuestra locuacidad, vuestro pensamiento, no hace sino que enmarañar la realidad ¿Vosotros os intituláis reyes de la verdad? Pues decid a éste pobre necio qué es verdad, si ningún ser humano comparte destino ¿Por qué esputáis vanas palabras y nos enloquecéis con vuestra farsa de mal actor? Sabed que yo también presumo de bienhechor y jamás arrojé hálito venenoso.

-¿Decidme por qué citáis a falsos ídolos y arrastráis a inocentes a vuestro propio cadalso?- continuó el viejo ante un atónito auditorio- ¿Por qué me habláis de patíbulos?, si veo como vuestras cabezas reposan en ellos ¿Quién os habló del bien? Os diré que presumís de perfección en la oscuridad y predicáis ignorancia en la sabiduría. Pues tan pequeño es ese saber que cabe en mi mano y vuestra bondad insulta la justicia y la verdad.
   
Un socarrón murmullo asistía a los presentes, pero el viejo, impasible, les volvió a reclamar la atención- ¡Escuchad!, no hay quien eche una mano a quien no se la quiere dejar echar y sabedores de esta circunstancia os amparáis detrás de la debilidad ¡Decidme!, ¿qué razón hay para perturbar incesantemente mi morada? ¡No alarméis mi tranquilidad!, pues fuerte soy por no creer en lo que con maldad predicáis. Mas el odio que os procesáis a vosotros mismos no justifica el macabro fin y no podéis reclamar ser aceptados sin aceptar. Aprended de vosotros mismos, escuchad a vuestros compañeros y os daréis cuenta de lo que os digo. Vuestra arrogancia solo da orejas para una boca, bien hacéis en no escuchar sino os agrada, pues por la misma razón no os escucho yo. Así pues, no me obliguéis a prestar oidos, pues por amor se puede matar.

Dicho esto abandonó la stoa entre un estallido de carcajadas y gritos de –majadero, majadero- y –otra, otra- Pero el hilarante público con esto se hubo de conformar, el viejo se fue y no regresó jamás.


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