El grupo femenino de protesta Femen ha irrumpido hoy en el
Congreso al grito de “¡el aborto es sagrado!”, para reivindicar la libertad de
decisión de la mujer sobre su cuerpo. Siendo yo hombre se podría pensar que
poco, o nada, me habría de importar este asunto; nada más lejos de la realidad.
Una mujer, aunque muchas sociedades, en las que incluyo las occidentales, lo
hayan olvidado, es un ser humano y como ser humano tiene una serie de derechos.
Lo mismo que está pasando con los trabajadores, pensionistas, estudiantes,
inmigrantes, enfermos, etc., los derechos de la mujer se están recortando a
niveles más propio de un régimen feudal que de una sociedad “avanzada” del
siglo XXI. Si permitimos que este Gobierno siga actuando, no nos extrañe que el
papel de la mujer en la sociedad quede relegado al de mera “matrona”*, lo mismo que el trabajador se convertirá en un simple
número productivo al servicio del capitalismo. En este sentido la mujer, como
casi siempre, es la mayor perjudicada, porque recibe las injusticias propias de
su género, a las que se añaden las propias por ser trabajadora, estudiante,
pensionista, inmigrante, paciente, etc. Cualquier lucha por la libertad, aunque
no le afecte a uno directamente, es una lucha comunal en la que todos deberíamos
de participar, persiguiendo un único objetivo; recuperar los derechos que todo
ser humano debería de tener.
Resulta paradójico que con la nueva Ley todo estudiante
tenga derecho, “obligación”, a tener
una educación religiosa y se limite el acceso a asignaturas como la filosofía;
que, nos guste o no, es la base de todas las ciencias. Supongo que la filosofía
da una visión del hombre más allá de la fe y la creencia y sometimiento a un
dios controlado por los mecanismos de poder. Dicho de otra manera, no hay mayor
peligro para este Gobierno, que tenemos en España, que un pueblo con cultura,
capacidad de reflexión y actuación. Un pueblo ignorante es mucho más fácil de
controlar y someter.
Volviendo al tema de la irrupción en el Congreso de las
activistas de Femen, hay otro asunto que me resulta particularmente “chocante”.
Lo más repetido sobre este incidente es que no se puede bajo ningún concepto
interrumpir un pleno del Congreso. Y yo me pregunto... ¿por qué? Se pueden
interrumpir los derechos de pensionistas, trabajadores, enfermos, mujeres, etc.
Se puede condenar a una nación al hambre y la miseria, a la ignorancia y
al destierro; pero no se puede interrumpir al grupo de señores/as que están ahí sentados
precisamente para evitar que todo esto que he citado anteriormente suceda. ¡El respeto hay que ganarselo!, señores mios. Es
como si te fueran a clavar un puñal en el corazón, exigiéndote, además, que no
te movieras por si pudieran fallar. Lo cierto es que sí son importantes los
asuntos que se dirimen en el Congreso, ya que sus decisiones nos afectan a
todos. Pero se han negado categóricamente a escuchar al pueblo, a aquellos que
les han votado para que defiendan sus intereses, haciendo precisamente todo lo contrario, e intentan sacralizar su oficio
para poder llevar a cabo su política del terror con toda impunidad. Al defender,
como han hecho, al poder económico en detrimento del pueblo, al cual deberían
representar fielmente, han perdido toda legitimidad. No se merecen ese respeto que
exigen después de haber negado el pan, la medicina, la educación, la igualdad y
otras tantas cosas más, al ciudadano de a pie, y les priva de todo derecho a reclamar nada. Por todo esto, los políticos españoles no deberían de ser
interrumpidos, porque simplemente no deberían estar ocupando los sillones del
Congreso.
Matrona: *3. f. Madre de familia, noble
y virtuosa.
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