martes, 10 de julio de 2012

El anillo del poder


-El poder es un extraño y peligroso compañero de baile. Si no se es capaz de guiar los pasos, de tomar la iniciativa, se acabará bailando a su compás. Dirigido a cada nota con mayor fuerza hasta terminar siendo un mero acompañante, sin más función que la de seguir las pautas que se marque. No hace falta llevar grilletes o estar desposeído de la voluntad física para ser esclavo. La ausencia de libertad comienza en la propia mente y esta es la peor de las esclavitudes, pues no es sino obligada por el yo interno que a su vez está poseído por factores externos. Así de peligroso puede resultar tener poder y no saber controlarlo; se puede acabar siendo su esclavo-.

Los alumnos escuchaban atentamente la lección del maestro. Ellos iban a ser los futuros dirigentes y el maestro quería dejarles clara la diferencia entre el buen y el mal manejo del poder. A lo largo de su dilatada vida había observado la facilidad con la que los hombres se corrompen cuando pueden hacerlo o abusan de su potestad cuando se creen en el derecho o simplemente hacer un mal uso de sus funciones por no estar preparados para ostentar un cargo.

-No puedo por menos que hablaros de Giges, cortesano de un rey de Lidia que atendía al nombre de Candaulo. Giges era conocido por los espectaculares presentes que enviaba año tras año al templo de Delfos. Pero sobre todo, por haber descendido al fondo de un abismo. Allí descubrió un esqueleto de dimensiones descomunales y al lado un anillo de oro. Giges se apropió del tesoro y regresó al hogar. Comprobó con estupefacción como el anillo tenía el poder de hacer invisible al que lo llevaba y comenzó a especular sobre la manera más efectiva de dar uso a ese poder, como sacarle el mayor rendimiento. Después de meditar sobre ello creyó hallar la fórmula con la que hacerse rico y poderoso. Esa noche  se puso el anillo y entró en los aposentos reales para asesinar al monarca. La sortija también le sirvió para impresionar a la viuda, con la que poco después se desposó, convirtiéndose en el rey de Lidia. Las riquezas que Giges acumuló durante su vida fueron proverbiales entre los griegos-.    

Terminada la historia se dirigió al estrado para finalizar la lección con una alocución final.

-La aberración no siempre es castigada en vida y muchos escapan de su condena. Pero nadie elude la condena del recuerdo; como seremos rememorados y como pasaremos a la historia. Tened presente esta lección, pues tal y como obréis así sereis perpetuados. No hay riqueza suficiente que justifique la condena eterna-.

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