jueves, 18 de octubre de 2012

Apropiaciones en torno a la dignidad

El hombre como fin, nunca como medio: una de las principales argumentaciones que define la dignidad humana. Este podría ser uno de los principios que concreta un concepto tan escurridizo, sensible y complejo. Una abstracción ética y filosófica, la dignidad, que pretende delimitarse como cualidad suprema que delimita la preeminencia de la especie humana por encima de cualquier otra.

Es esta complejidad del concepto, y esencialmente ser producto del desarrollo del pensamiento humano, el que hace que la dignidad haya que entenderla de acuerdo a una evolución cronológica.

La dignidad venía determinada por distintos condicionantes sujetos a factores culturales. Por ejemplo, durante la Edad Media, el sistema social imperante definía distintos grados de dignidad atendiendo al estamento que la persona ocupase; sin embargo, por otra parte se concebía una dignidad propia al ser humano merecida por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, con unas cualidades superiores que le diferenciaban de otras especies animales.

El pensamiento moderno, concretado posteriormente en la Revolución francesa, elaboró el concepto más actual de dignidad, al entenderlo como una cualidad intrínseca e igual para todos los hombres. Se iniciaba así un proceso de democratización del concepto que encontraría su culmen en la proclamación de los Derechos Universales del Hombre. En nuestro ámbito, por ejemplo, la dignidad es uno de los fundamentos sobre los que descansa el orden político y la paz social del Estado de Derecho (Art. 10 de la Constitución Española).

Este proceso de normalización jurídica y ética supuso que la dignidad fuese asimilada a una serie de aspectos prácticos. Es algo muy característico de nuestro tiempo, en el que el uso del apelativo digno se ha materializado de una forma abrumadora. Hablamos de “salarios dignos”, de “viviendas dignas” o de “trabajos dignos”. Esta materialización de un principio inherente y supremo del ser humano ha ido pareja a su valorización en términos estrictamente económicos. La dignidad se ha transformado, pasando de ser una cualidad esencial de la especie humana a ser un término cuantificable y sujeto a las leyes propias del mercado. Quizá sea interesante advertir que este proceso es paralelo a la consideración del ser humano no ya como fin, sino como simple medio; de persona a objeto a precio de coste.

Este proceso puede deberse, aunque sea aventurado afirmarlo, a que las élites han vuelto a apropiarse de un concepto tan fundamental como el de dignidad. Estas élites contemporáneas, las del mercado y las finanzas, han puesto precio a la dignidad y la han sacado al mercado de valores a la espera del mejor postor, convirtiéndola en una mercancía cualquiera sujeta a la ley de la oferta y la demanda. Quizás, ahora esté en nuestras manos recuperar la dignidad, volver a reconsiderarla recuperando aquellos principios fundamentales que la ampararon como principio básico que fundamentaba el respeto a todos los seres humanos en condiciones de igualdad, justicia y respeto.

Luis Pérez Armiño 

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