La historia no
siempre es justa. Obrando de forma similar, muchos personajes han sido
calificados de héroes, mientras que otros han
recibido el calificativo de sanguinarios asesinos. Esto puede observarse
con el ejemplo del Cid
y Almanzor, el primero considerado como ejemplo de lucha y pundonor nacional, el segundo
clasificado como
el azote de Alá y un ser brutal y sin piedad.
Se ha tendido a oscurecer, incluso a ocultar, los logros
del caudillo musulmán, seguramente por haber estado en el bando musulmán,
pero lo cierto es que Almanzor es una de las grandes figuras que ha dado la
historia, tanto en política como en el arte de la guerra. Puso en jaque a toda la cristiandad
peninsular, derrotó a cuantos se pusieron por delante de él, arrasó las capitales y las
principales ciudades de los reinos cristianos y
tan solo sufrió una, más que cuestionable, derrota, la que le provocaría la
muerte.
Los orígenes de Almanzor son un tanto oscuros. Provenía
de la nobleza, había nacido en el seno de una familia yemení y algunas tesis
exponen que fue Torrox y el 938 el lugar y la fecha de nacimiento, pero no
dejan de ser hipótesis. Si se sabe que estudió leyes en Córdoba, y ejerció como
memorialista y posteriormente como escribano del Cadí Jefe de Córdoba.
Alumbrado con una gran inteligencia, Almanzor comienza su vertiginoso ascenso
al poder. Ocupará una serie de cargos, Tesorero del Califa, Gran Cadí de los Omeyas
en el Magreb, Jefe de la Policía, que le irán catapultándo a puestos cada vez
más relevantes.
Hay
que tener en cuenta la gran agudeza que poseía. Almanzor supo
aprovecharse de la debilidad política del Califato para ascender,
consiguiendo uno a uno todos sus objetivos. Clave en este ascenso fue el
fallecimiento del Califa Alhakén II. Su muerte provocó una crisis
sucesoria entre los partidarios de su hijo, Hisham, de tan solo once
años, y los
partidarios del hermano del Califa, al-Mughira. Almanzor ve clara la
oportunidad
de alzarse con el poder. Se posiciona del lado de Hisham y de
al-Mushafi, este
último era llamado a ser el regente durante la minoría de edad del
heredero.
Almanzor y al-Mushafi aprovecharán la oportunidad de eliminar a
al-Mughira.
El
proceso que había comenzado para hacerse con el poder, ya no se
detendría
hasta que hubo aniquilado a todos los oponentes. En el primer momento
que tuvo la ocasión
se deshizo de al-Mughira. El regente y al-Mushafi serían los primeros de
una
larga lista de víctimas de la política de Almanzor.
Poco le importó que fuesen familiares o personajes influyentes, todo
aquel que interfería en su camino, acabaría visitando al verdugo. En la
lista de represaliados se encontraban Galib, generalísimo
de los ejércitos y su propio suegro, el almirante de la flota, un primo
suyo,…
Almanzor
adopta el título honorífico de al-Mansur. Sin
más rivales que puedan entorpecer su camino, se convierte en el
auténtico dueño
de Al-Ándalus. Su potestad se ve refrendada en el año 994, cuando el
Califa Hisham
II le transfiere sus poderes. Aprovecha esta situación para confinar a
Hisham II
en el palacio de Medina Azahara. Con un Califa meramente figurativo,
Almanzor sería el auténtico gobernante de Al Ándalus. En su ascenso fue
muy importante el apoyo que recibió del ejército, al que reforzó con
20.000 soldados bereberes y limitó la presencia de eslavos. Con esta
actuación se
garantizó la fidelidad de la milicia.
Almanzor tiene muy claro el peligro que supone no
controlar a los cristianos y sobre todo al reino de León, que se había
convertido en una amenaza constante a la seguridad del Califato. Llevará a cabo una continua campaña cuya estrategia
a seguir, puesto que no había interés en conquistar las frías tierras del norte,
será la del degaste moral del enemigo. A partir de este momento ningún
territorio de la cristiandad peninsular será un lugar seguro, cada población, cada
villa, estará expuesta al pillaje del caudillo.
Las
expediciones militares o aceifas fueron continuas y suponían la tarjeta
de visita del Califato. Hasta más de cincuenta expediciones
llevó a cabo Almanzor, de las que salió siempre victorioso. “Considerado
con
todos por igual”, no quedo ningún reino sin ser visitado. Tampoco hizo
ninguna
discriminación entre las poblaciones, fueron atacadas sedes religiosas,
económicas, ideológicas, centros neurálgicos y por supuesto las
capitales.
Entre estas incursiones, tuvieron una mayor trascendencia las que hizo a
León,
por tres veces, a Pamplona, a Barcelona, a Burgos, y la más dolorosa de
todas,
la que arrasó Santiago de Compostela. La sede espiritual de los
cristianos se
vio ultrajada y vilipendiada. En un último acto de humillación, se llevó
las
campanas de la catedral de Santiago, a lomos de los prisioneros
cristianos, a
Córdoba.
El
poder de Almanzor era indiscutible. No solo había logrado
someter a los pueblos cristianos, sino que evocar su nombre producía el
terror
de quienes lo escuchaban. Los principales reyes cristianos le rendían
vasallaje y
se arrodillaban ante su majestuosidad. Para que no quedara duda alguna
de su poder, se hizo casar con la hija del rey de León y con la del rey
de Navarra y con la del Conde de Barcelona. Dejó muy claro a sus rivales
quien
era el que ostentaba el poder.
La última campaña que protagonizó Almanzor, origen además de la leyenda, será la que lleve a cabo en San Millán de la Cogolla, cuna del castellano. Cuenta esta leyenda que cuando se retiraban de San Millán, más concretamente en el valle de la Sangre, a la altura de Calatañazor, una coalición cristiana le interceptó por retaguardia, hiriendo al propio caudillo que moriría días después en Bordecorex. Sería enterrado en la localidad soriana de Medinaceli. La leyenda está acompañada de muchas imprecisiones en los datos, fechas difusas, todo muy especulativo. Se cree que la dolencia del caudillo la arrastraba desde antes de la aceifa y que "la gesta" pudo haber sido inventada con el fin de dar moral al sufrido mundo cristiano.
Con la muerte de Almanzor se iría también la gloria
del Califato. Pocos años después de la desaparición del caudillo, Al Ándalus se
desgajaba en varios reinos denominados Taifas. A partir de este momento serán
los reyes cristianos quienes tomen la iniciativa, acosando al mundo árabe hasta
su desaparición total de la Península Ibérica.
La leyenda de Al Mansur, el que todo lo pudo, se
perpetraría en la memoria de sus enemigos, que no lograrían olvidar tan fácilmente
las gestas del caudillo de Al Ándalus.
Abu ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir al-Maʿafirí (en árabe, أبو عامر محمد بن أبي عامر ابن عبد الله المعافري), llamado al-Manṣūr bi-llah (المنصور بالله), el Victorioso por Alá, más conocido como Almanzor
ResponderEliminarTe lo curraste, así es.
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