viernes, 5 de octubre de 2012

Almanzor, el azote de Alá.

La historia no siempre es justa. Obrando de forma similar, muchos personajes han sido calificados de héroes, mientras que otros han recibido el calificativo de sanguinarios asesinos. Esto puede observarse con el ejemplo del Cid y Almanzor, el primero considerado como ejemplo de lucha y pundonor nacional, el segundo clasificado como el azote de Alá y un ser brutal y sin piedad.

Se ha tendido a oscurecer, incluso a ocultar, los logros del caudillo musulmán, seguramente por haber estado en el bando musulmán, pero lo cierto es que Almanzor es una de las grandes figuras que ha dado la historia, tanto en política como en el arte de la guerra. Puso en jaque a toda la cristiandad peninsular, derrotó a cuantos se pusieron por delante de él, arrasó las capitales y las principales ciudades de los reinos cristianos y tan solo sufrió una, más que cuestionable, derrota, la que le provocaría la muerte.

Los orígenes de Almanzor son un tanto oscuros. Provenía de la nobleza, había nacido en el seno de una familia yemení y algunas tesis exponen que fue Torrox y el 938 el lugar y la fecha de nacimiento, pero no dejan de ser hipótesis. Si se sabe que estudió leyes en Córdoba, y ejerció como memorialista y posteriormente como escribano del Cadí Jefe de Córdoba. Alumbrado con una gran inteligencia, Almanzor comienza su vertiginoso ascenso al poder. Ocupará una serie de cargos, Tesorero del Califa, Gran Cadí de los Omeyas en el Magreb, Jefe de la Policía, que le irán catapultándo a puestos cada vez más relevantes.

Hay que tener en cuenta la gran agudeza que poseía. Almanzor supo aprovecharse de la debilidad política del Califato para ascender, consiguiendo uno a uno todos sus objetivos. Clave en este ascenso fue el fallecimiento del Califa Alhakén II. Su muerte provocó una crisis sucesoria entre los partidarios de su hijo, Hisham, de tan solo once años, y los partidarios del hermano del Califa, al-Mughira. Almanzor ve clara la oportunidad de alzarse con el poder. Se posiciona del lado de Hisham y de al-Mushafi, este último era llamado a ser el regente durante la minoría de edad del heredero. Almanzor y al-Mushafi aprovecharán la oportunidad de eliminar a al-Mughira.

El proceso que había comenzado para hacerse con el poder, ya no se detendría hasta que hubo aniquilado a todos los oponentes. En el primer momento que tuvo la ocasión se deshizo de al-Mughira. El regente y al-Mushafi serían los primeros de una larga lista de víctimas de la política de Almanzor. Poco le importó que fuesen familiares o personajes influyentes, todo aquel que interfería en su camino, acabaría visitando al verdugo. En la lista de represaliados se encontraban Galib, generalísimo de los ejércitos y su propio suegro, el almirante de la flota, un primo suyo,…

Almanzor adopta el título honorífico de al-Mansur. Sin más rivales que puedan entorpecer su camino, se convierte en el auténtico dueño de Al-Ándalus. Su potestad se ve refrendada en el año 994, cuando el Califa Hisham II le transfiere sus poderes. Aprovecha esta situación para confinar a Hisham II en el palacio de Medina Azahara. Con un Califa meramente figurativo, Almanzor sería el auténtico gobernante de Al Ándalus. En su ascenso fue muy importante el apoyo que recibió del ejército, al que reforzó con 20.000 soldados bereberes y limitó la presencia de eslavos. Con esta actuación se garantizó la fidelidad de la milicia.

Almanzor tiene muy claro el peligro que supone no controlar a los cristianos y sobre todo al reino de León, que se había convertido en una amenaza constante a la seguridad del Califato. Llevará a cabo una continua campaña cuya estrategia a seguir, puesto que no había interés en conquistar las frías tierras del norte, será la del degaste moral del enemigo. A partir de este momento ningún territorio de la cristiandad peninsular será un lugar seguro, cada población, cada villa, estará expuesta al pillaje del caudillo.

Las expediciones militares o aceifas fueron continuas y suponían la tarjeta de visita del Califato. Hasta más de cincuenta expediciones llevó a cabo Almanzor, de las que salió siempre victorioso. “Considerado con todos por igual”, no quedo ningún reino sin ser visitado. Tampoco hizo ninguna discriminación entre las poblaciones, fueron atacadas sedes religiosas, económicas, ideológicas, centros neurálgicos y por supuesto las capitales. Entre estas incursiones, tuvieron una mayor trascendencia las que hizo a León, por tres veces, a Pamplona, a Barcelona, a Burgos, y la más dolorosa de todas, la que arrasó Santiago de Compostela. La sede espiritual de los cristianos se vio ultrajada y vilipendiada. En un último acto de humillación, se llevó las campanas de la catedral de Santiago, a lomos de los prisioneros cristianos, a Córdoba.

El poder de Almanzor era indiscutible. No solo había logrado someter a los pueblos cristianos, sino que evocar su nombre producía el terror de quienes lo escuchaban. Los principales reyes cristianos le rendían vasallaje y se arrodillaban ante su majestuosidad. Para que no quedara duda alguna de su poder, se hizo casar con la hija del rey de León y con la del rey de Navarra y con la del Conde de Barcelona. Dejó muy claro a sus rivales quien era el que ostentaba el poder.

La última campaña que protagonizó Almanzor, origen además de la leyenda, será la que lleve a cabo en San Millán de la Cogolla, cuna del castellano. Cuenta esta leyenda que cuando se retiraban de San Millán, más concretamente en el valle de la Sangre, a la altura de Calatañazor, una coalición cristiana le interceptó por retaguardia, hiriendo  al propio caudillo que moriría días después en Bordecorex. Sería enterrado en la localidad soriana de Medinaceli. La leyenda está acompañada de muchas imprecisiones en los datos, fechas difusas, todo muy especulativo. Se cree que la dolencia del caudillo la arrastraba desde antes de la aceifa y que "la gesta" pudo haber sido inventada con el fin de dar moral al sufrido mundo cristiano.

Con la muerte de Almanzor se iría también la gloria del Califato. Pocos años después de la desaparición del caudillo, Al Ándalus se desgajaba en varios reinos denominados Taifas. A partir de este momento serán los reyes cristianos quienes tomen la iniciativa, acosando al mundo árabe hasta su desaparición total de la Península Ibérica.

La leyenda de Al Mansur, el que todo lo pudo, se perpetraría en la memoria de sus enemigos, que no lograrían olvidar tan fácilmente las gestas del caudillo de Al Ándalus.

2 comentarios:

  1. Abu ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir al-Maʿafirí (en árabe, أبو عامر محمد بن أبي عامر ابن عبد الله المعافري), llamado al-Manṣūr bi-llah (المنصور بالله), el Victorioso por Alá, más conocido como Almanzor

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