El nuevo orden del Universo quedaba en mano de los descendientes
de Urano y la configuración de las fuerzas cambió. Los nuevos señores se
repartían los poderes. Seis eran ellas, las llamadas Titánides. Seis también
eran ellos.
Sobre Temis recaería la responsabilidad de impartir Justicia, de
perseguir la maldad y castigarla. Temis otorgó a su hermana Febe, la de la
hermosa corona de oro, señora del brillo y la luna, la custodia del oráculo de
Delfos, que posteriormente heredaría su nieto Apolo quién además tomaría su
nombre, Febo-Apolo. A la diosa del brillo y la
luna se la nombraba de diversas formas. Como Febe o Luna, era conocida en los
cielos; en la tierra recibía los nombres de Diana o Delia, pues en la isla de
Delos nació; como Hécate o Proserpina se la nombraba en los infiernos. Cogió
como esposo a su hermano Ceo, el titán de la inteligencia, surgiendo de ese
amor Asteria y Leto, esta última madre de Apolo y Artemisa. Las dos hijas la
heredarían la clarividencia. Leto el poder de la profecía diurna, la luz y el
cielo, dones que transmitiría a su hijo Apolo. Asteria tomaría esos mismos
poderes de la noche, la oscuridad, la luna y el espíritu de los muertos y de la
misma forma se los transmitiría a su hija Hécate.
Tetis se unió a Océano, ella diosa de las aguas, él, erigiéndose
por encima de Ponto, se divinizó como el señor de los torbellinos profundos,
más allá del mar, el flujo ancho o gran río que circundaba la tierra. Tetis y
Océano dominaban todo el medio acuático y consagraron ese poder con su amor del
que surgieron los Oceánidas, que asumieron el control de los principales ríos,
y de las Oceánides o ninfas de las aguas.
Tea se casó con su hermano Hiperión. Ella diosa de la vista, capaz
de dotar de belleza, brillo y esplendor a los objetos. Él es el señor que mira
desde arriba, desde el sol. Si Tea es la vista, Hiperión es la observación.
Ambos controlaban la percepción visual, tanto material como insustancial.
Helios, Selene y Eos fueron su descendencia, se harían con el control sobre el
sol, la luna y la aurora, respectivamente.
Mnemóside, diosa de la memoria, posee el conocimiento de lo que ha
sido, es y será. Mnemóside controla el recuerdo y sin él no se podría sostener
la historia. Mantendría un idilio con Zeus del que nacieron las musas,
protectoras de las artes, las ciencias y las letras. Los rebaños y las manadas
estaban bajo resguardo de su hermano Crío que se casó con Euribia y concibieron
a Palas, Astreo y Perses. Estaba también Jápeto, quien se desposó con una de
las Oceánides, Asia, con quien tuvo a Atlas, Epimeteo, Menecio y Prometeo. Es
por ello que muchos le consideran el ancestro de raza humana.
Rea es considerada la Gran Madre. En sus entrañas se gestaron los
olímpicos y junto con su marido, Cronos, poseído por una retorcida mente y un
odio acérrimo hacía su padre, se alzarían con el gobierno del Universo. Cronos
es el menor de los Titanes y tiene el control sobre el tiempo. Astuto y audaz,
se erigió como líder de sus hermanos y cuando su padre fue derrotado le
sustituyó en el poder.
Los titanes reinaron durante un amplio periodo sobre el Universo y
esta etapa fue considerada como la edad dorada. Pero de nuevo el recelo y la
desconfianza volvían a apoderarse de aquel que tenía en sus manos los designios
del mundo. Cronos había ansiado el poder que ostentaba su progenitor y ahora
que lo tenía no iba a permitir bajo ninguna circunstancia que se lo arrebataran.
Decidió elevar su poder por encima del destino y cuando se le predijo que uno
de sus hijos le arrebataría el trono procuró que esto no sucediera. Él mismo
había destronado a su padre, por lo que era consciente de hasta donde puede
llegar la ambición. Todos aquellos hijos engendrados por Rea y Cronos serían
devorados por este último, esa fue su decisión.
Cuando Cronos se afianzó en el trono, volvió a desterrar a sus
monstruosos hermanos, los Hecatónquiros y Cíclopes, al Tártaro, lo que produjo la
congoja de Gea, pues estos no dejaban de ser sus hijos y como tales les amaba.
Ni nada ni nadie se interpondrían en sus planes y consecuente a ello cumplió su
palabra. Según sus hijos iban naciendo los iba devorando; así Histia, Demeter,
Hera, Hades y Poseidón terminaron en el estómago de cruel progenitor.
Cruel destino el que esperaba a aquellas inocentes víctimas del
recelo paterno. La historia es cíclica y el ignorar este hecho supone un grave
dislate que conduce a la tragedia. Cegado en su obstinación, Cronos no supo ver
la desdicha de Rea. Dispuesta a no volver a sufrir pasivamente la pérdida de
otro hijo pidió ayuda a la madre de ambos, Gea, que frustró la vigilancia de
Cronos sustituyendo a su sexto hijo por una piedra envuelta en pañales que Cronos
engulló tranquilamente y sin sospechar el engaño.
Zeus fue el nombre de aquel hijo que se salvó de su cruento
destino. Llevado en secreto por Gea a Creta fue entregado al cuidado de las
ninfas y amamantado por una cabra, Amaltea. Para eludir la vigilancia de Cronos ante los vagidos del
pequeño los coribantes, o sacerdotes de Rea, bailaban y tocaban con gran
estrépito.
Llegó el momento en el que Zeus se hizo hombre y tomó conciencia
de las atrocidades de su padre. Había contraído nupcias con la diosa de la
prudencia, Metis, hija de Océano y Tetis, a la que pidió auxilio para salvar a
sus hermanos de las entrañas de Cronos. Metis suministró una sustancia Cronos
que le provocó el vómito, liberando por orden inverso a la ingesta a todos los
hijos que había tragado, siendo la piedra objeto del fraude la primera en
salir. Agradecidos por la libertad recobrada, estos se pusieron a las órdenes
de Zeus, quien los iba a necesitar ante el conflicto que se avecinaba. Zeus no
iba a dar marcha atrás, la maldad de su progenitor debía ser castigada; era
necesario derrocarle.
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