martes, 16 de octubre de 2012

El periodo de los Titanes




El nuevo orden del Universo quedaba en mano de los descendientes de Urano y la configuración de las fuerzas cambió. Los nuevos señores se repartían los poderes. Seis eran ellas, las llamadas Titánides. Seis también eran ellos.
Sobre Temis recaería la responsabilidad de impartir Justicia, de perseguir la maldad y castigarla. Temis otorgó a su hermana Febe, la de la hermosa corona de oro, señora del brillo y la luna, la custodia del oráculo de Delfos, que posteriormente heredaría su nieto Apolo quién además tomaría su nombre, Febo-Apolo. A la diosa del brillo y la luna se la nombraba de diversas formas. Como Febe o Luna, era conocida en los cielos; en la tierra recibía los nombres de Diana o Delia, pues en la isla de Delos nació; como Hécate o Proserpina se la nombraba en los infiernos. Cogió como esposo a su hermano Ceo, el titán de la inteligencia, surgiendo de ese amor Asteria y Leto, esta última madre de Apolo y Artemisa. Las dos hijas la heredarían la clarividencia. Leto el poder de la profecía diurna, la luz y el cielo, dones que transmitiría a su hijo Apolo. Asteria tomaría esos mismos poderes de la noche, la oscuridad, la luna y el espíritu de los muertos y de la misma forma se los transmitiría a su hija Hécate.
Tetis se unió a Océano, ella diosa de las aguas, él, erigiéndose por encima de Ponto, se divinizó como el señor de los torbellinos profundos, más allá del mar, el flujo ancho o gran río que circundaba la tierra. Tetis y Océano dominaban todo el medio acuático y consagraron ese poder con su amor del que surgieron los Oceánidas, que asumieron el control de los principales ríos, y de las Oceánides o ninfas de las aguas.
Tea se casó con su hermano Hiperión. Ella diosa de la vista, capaz de dotar de belleza, brillo y esplendor a los objetos. Él es el señor que mira desde arriba, desde el sol. Si Tea es la vista, Hiperión es la observación. Ambos controlaban la percepción visual, tanto material como insustancial. Helios, Selene y Eos fueron su descendencia, se harían con el control sobre el sol, la luna y la aurora, respectivamente.
Mnemóside, diosa de la memoria, posee el conocimiento de lo que ha sido, es y será. Mnemóside controla el recuerdo y sin él no se podría sostener la historia. Mantendría un idilio con Zeus del que nacieron las musas, protectoras de las artes, las ciencias y las letras. Los rebaños y las manadas estaban bajo resguardo de su hermano Crío que se casó con Euribia y concibieron a Palas, Astreo y Perses. Estaba también Jápeto, quien se desposó con una de las Oceánides, Asia, con quien tuvo a Atlas, Epimeteo, Menecio y Prometeo. Es por ello que muchos le consideran el ancestro de raza humana.
Rea es considerada la Gran Madre. En sus entrañas se gestaron los olímpicos y junto con su marido, Cronos, poseído por una retorcida mente y un odio acérrimo hacía su padre, se alzarían con el gobierno del Universo. Cronos es el menor de los Titanes y tiene el control sobre el tiempo. Astuto y audaz, se erigió como líder de sus hermanos y cuando su padre fue derrotado le sustituyó en el poder.
Los titanes reinaron durante un amplio periodo sobre el Universo y esta etapa fue considerada como la edad dorada. Pero de nuevo el recelo y la desconfianza volvían a apoderarse de aquel que tenía en sus manos los designios del mundo. Cronos había ansiado el poder que ostentaba su progenitor y ahora que lo tenía no iba a permitir bajo ninguna circunstancia que se lo arrebataran. Decidió elevar su poder por encima del destino y cuando se le predijo que uno de sus hijos le arrebataría el trono procuró que esto no sucediera. Él mismo había destronado a su padre, por lo que era consciente de hasta donde puede llegar la ambición. Todos aquellos hijos engendrados por Rea y Cronos serían devorados por este último, esa fue su decisión.
Cuando Cronos se afianzó en el trono, volvió a desterrar a sus monstruosos hermanos, los Hecatónquiros y Cíclopes, al Tártaro, lo que produjo la congoja de Gea, pues estos no dejaban de ser sus hijos y como tales les amaba. Ni nada ni nadie se interpondrían en sus planes y consecuente a ello cumplió su palabra. Según sus hijos iban naciendo los iba devorando; así Histia, Demeter, Hera, Hades y Poseidón terminaron en el estómago de cruel progenitor.
Cruel destino el que esperaba a aquellas inocentes víctimas del recelo paterno. La historia es cíclica y el ignorar este hecho supone un grave dislate que conduce a la tragedia. Cegado en su obstinación, Cronos no supo ver la desdicha de Rea. Dispuesta a no volver a sufrir pasivamente la pérdida de otro hijo pidió ayuda a la madre de ambos, Gea, que frustró la vigilancia de Cronos sustituyendo a su sexto hijo por una piedra envuelta en pañales que Cronos engulló tranquilamente y sin sospechar el engaño.
Zeus fue el nombre de aquel hijo que se salvó de su cruento destino. Llevado en secreto por Gea a Creta fue entregado al cuidado de las ninfas y amamantado por una cabra, Amaltea. Para eludir  la vigilancia de Cronos ante los vagidos del pequeño los coribantes, o sacerdotes de Rea, bailaban y tocaban con gran estrépito.
Llegó el momento en el que Zeus se hizo hombre y tomó conciencia de las atrocidades de su padre. Había contraído nupcias con la diosa de la prudencia, Metis, hija de Océano y Tetis, a la que pidió auxilio para salvar a sus hermanos de las entrañas de Cronos. Metis suministró una sustancia Cronos que le provocó el vómito, liberando por orden inverso a la ingesta a todos los hijos que había tragado, siendo la piedra objeto del fraude la primera en salir. Agradecidos por la libertad recobrada, estos se pusieron a las órdenes de Zeus, quien los iba a necesitar ante el conflicto que se avecinaba. Zeus no iba a dar marcha atrás, la maldad de su progenitor debía ser castigada; era necesario derrocarle.

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