martes, 30 de octubre de 2012

¿Dónde estás?, ya no te veo



No pudiendo sostener más su indignación Logorbe se dirigió al templo. Un templo que desde hacía mucho tiempo le era desconocido. Se había resistido a volver a pisar aquel suelo que no consideraba sagrado, sino más bien un refugio de hipócritas y mal intencionados que expiaban sin mucho tesón sus culpas. Frente al altar miró cara a cara a la diosa y con mirada desafiante exclamó:
-¿Qué han hecho de ti? Convertida en letrado de analfabetos y feudo de ignorantes. Recurso desesperado de aquellos que no afrontan adversidades. Te han transformado en comercio de sucios y en salvación de cobardes. De ti beben los que están vacíos, los atormentados por su conciencia. Te has dejado arrastrar al manantial de la mentira y te erigiste  el  estandarte de la inmundicia.
No entiendo en qué estabas pensando. Han envenenado de tal manera tu nombre que, solo pronunciarlo, ostenta muerte. Deja de enmascarar al tirano, de dar cobijo a cuentistas y trovadores oscuros.  ¡Haz algo ya! ¡Despierta!, ¿no te das cuenta que de ti hace vida el golfo y tesoro el usurero? Transformada quedas en manceba de lascivos. Tu imagen es motivo de culto, pues en ella halla el amparo la codicia del mentiroso. Lograste que te convencieran de sus sucios sueños y en ellos resides ahora. Te mudaste con engaños y quedaste atrapada en aquello que en algún momento odiaste. Quedas reflejada en el comercio del avaro, en el azote del pobre, en la justicia del injusto. Sin embargo, y a pesar de todos los males expuestos, no te oigo llorar.
Solo te pido que escuches a los que no gritan, aquellos que son callados y a los que ya no dicen nada. Escúchalos a todos ellos, porque todos merecen ser escuchados.
A mi me perdiste hace mucho tiempo, mas rencor no te guardo y por eso te advierto que consideres la antigua Ley y expulses al abyecto.-
Dicho esto se alejó con lentitud. Tenía la sensación de no haber logrado nada, pues sabía que no era suficiente la palabra de un insignificante mortal para conmover a Temis. Pero lo cierto es que el sabido fracaso de antemano en su misión no podía ocultar el sentimiento de paz y sosiego que le invadía por dentro.

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