miércoles, 3 de octubre de 2012

Gracias y adiós

Una antigua iglesia, una ermita, una muralla, etc…, no son simplemente piedras sobre piedras, piedras viejas con olor a moho, cuya única utilidad es la de ser explotadas todo lo posible a costa del curioso que viene a verlas. Una iglesia es un vestigio de nuestro pasado que nos cuenta como fuimos y como hemos llegado a ser lo que somos, forma parte de nuestra cultura y forma parte de nuestra identidad. Es pasado, presente y futuro, porque es atemporal, nosotros nos vamos, pero las piedras, siempre y cuando tengamos algo de sensatez, se quedarán. Hasta que no haya respeto por esto, no lo habrá por nosotros mismos. Caemos en la misma cantinela de siempre. No sabemos lo que tenemos hasta que no lo hemos perdido. Solo hay darse cuenta que países como EE. UU., Argentina, Colombia, México, etc..., anhelan tener un pasado y no un ayer.

Es de justicia, por mucho que me pese, agradecer a la Iglesia el haber preservado el patrimonio. Si es cierto que este “mérito” hay que valorarlo desde el exterior, ya que para el clero significaba simplemente cuidar su hogar y lugar de trabajo, aparte de haber sido recompensados de sobra por ello. Pero la realidad, por triste que parezca, es que sin esta actuación de la Iglesia, la mayoría del patrimonio, sobre todo religioso, se habría perdido. 

Paradójicamente, el villano ha mutado su personaje convirtiéndose en héroe, procurando que iglesias, basílicas, conventos, etc…, que ahora son un reclamo turístico y por lo tanto un recurso económico del que se enriquece mucha gente, sigan existiendo. Hay que hacer “auto de fe” y aprender de los errores pasados para mejorar en el futuro. Hay que ser respetuoso con algo que tiene mil años más que nosotros. Como ejemplo mentar a ese “tasquero infame” que arremete contra la Ley del Patrimonio Histórico Español, porque tiene que aparcar su coche a treinta metros de su local, y lo hace sin preguntarse acerca de la razón que permite la prosperidad de su negocio.

El pueblo ha sido a lo largo de la historia muy cafre en su atención al patrimonio y seguimos sin haber adquirido conciencia alguna en este aspecto. Solo hay que observar las atrocidades que se comenten, sobre todo cuando existen motivos económicos de por medio, contra el legado histórico, y lo poco, “nada”, que hacemos para evitarlo. En cometer insensateces y majaderías a cambio de los famosos maletines tenemos como auténticos protagonistas a los consistorios. La conclusión que se saca de todo este asunto del patrimonio es que España lleva cierto atraso, en realidad bastante, con respecto al resto de Europa. Es significativo que en nuestro país se dieran las primeras leyes un poco serias sobre patrimonio en la década de los 80, del siglo pasado.

Lo que más me duele admitir es que fuese la ideología liberal la que castigara al patrimonio con mayor dureza y la Iglesia la que lo preservara. Las expropiaciones que se hicieron en el siglo XIX, sobre todo la de Mendizábal, dejó muchos conventos y templos abandonados a su suerte y el tiempo hizo lo demás, se ocupó de transformar dicho patrimonio en ruina y olvido.

Siendo ecuánime, reconozco la importancia de la Iglesia en la preservación del patrimonio. Pero vuelvo a reiterar que es un mérito vinculado a la necesidad de mantener limpia y cuidada la morada. También he hecho hincapié en que todo el dinero que tienen, y que por justicia Divina, o por propia concordancia con su Dios, no deberían de tener, lo han obtenido del pueblo, dense pues por bien pagados. Por lo cual queden en paz con el populacho, muy agradecidos y ¡adiós muy buenas!

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