En el año 1859 Charles Darwin publica "El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida".
En esta obra Darwin postula que todas las especies, incluido el hombre,
que viven en la tierra no siempre fueron así, han sufrido una constante
evolución durante millones de años para aclimatarse al medio. Esta
teoría significó un duro
golpe a la Iglesia que veía como sus pilares amenazaban ruina. La teoría
de la
evolución trajo consigo una nueva conceptualización del mundo. La
ciencia cobraba protagonismo sobre un creacionismo agónico.
La prehistoria es sin duda el periodo más enigmático. La
ausencia de pruebas nos lleva en muchos de los casos a trabajar con
hipótesis,
amparadas por la lógica, que permitan esclarecer los misterios de la
evolución humana.
Cualquier hallazgo, por pequeño que parezca, nos aporta una serie de
datos claves para desvelar las innumerables incógnitas sobre la
evolución de la raza humana.
Cuanto más nos adentramos en la inmensidad del tiempo,
más difícil se nos hace encontrar evidencias de lo que allí pudo haber ocurrido.
Establecer los contextos históricos es un proceso complicado que requiere
de un gran esfuerzo, en muchos casos titánico, para poder hacernos una idea de como
transcurría el día a día de nuestros ancestros. Para ello, la historia ha
contado con un gran aliado, la ciencia, cuyos instrumentos han permitido
encuadrar cronológicamente los hallazgos que se han ido encontrando y así
recomponer un puzzle del que todavía faltan muchas piezas.
La prehistoria hay que entenderla como un proceso lento,
pero de continua evolución. El hombre va perfeccionando los utensilios y
herramientas, haciéndolos cada vez más prácticos y mortíferos. Este proceso se
dio en todas las zonas geográficas, pero con distinta temporalidad.
Dos van a ser los aspectos claves en la evolución humana,
que además están ligados entre sí. Por un lado está el bipedismo.
Cuando los primeros antecesores del ser humano abandonaron las zonas boscosas
para adentrarse en la sabana, se vieron obligados a erguirse sobre dos patas
para poder vigilar, por encima de la vegetación, el ataque de posibles
depredadores. Con el tiempo la posición erguida fue una constante, dejando
libres las extremidades superiores para ser utilizadas en otros menesteres.
El otro gran aspecto, clave en la evolución, fue
el desarrollo craneal, que permitió al ser humano fabricar utensilios
cada vez
más complejos, pero tuvo su contrapartida. Con la posición bípeda la
cadera
humana adopta una disposición cónica, nada aconsejable a la hora del
parto y que se agrava con las extraordinarias
dimensiones que adquiere el cráneo. La unión de ambos factores dificulta
ostensiblemente el alumbramiento. Esta es la razón por la que los seres
humanos nacemos antes del tiempo de
gestación que deberíamos tener y con la carencia del hueso central del
cráneo,
para permitir la elasticidad de la cabeza y favorecer el nacimiento. De
no ser
así, la mujer no resistiría el parto. A pesar de que la medicina
ha evolucionado mucho en los dos últimos siglos, no olvidemos que muchas
mujeres en la antigüedad no sobrevivían al nacimiento de su hijo.
La posición bípeda proporcionó al hombre la posibilidad
de utilizar las extremidades superiores en la fabricación de armas y
utensilios, que a su vez pusieron a trabajar al cerebro en la perfección de las
mismas, lo que desarrolló la inteligencia. También cabe la posibilidad de que
fuese al revés, pues si algo tiene la prehistoria es su gran aceptación de
hipótesis y teorías.
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