miércoles, 6 de junio de 2012

La lágrima eterna


Con razón su vida se había convertido en un infierno. Su marido, un tremendo déspota, se las pasaba la mayoría del tiempo en el bar o persiguiendo mujeres y poco le importaba que ella se percatase de su lascivia, le daba absolutamente igual. Ni siquiera recuerda cuando fue el día que él empezó a faltarla al respeto, se había acostumbrado y un enraizado menosprecio hacía si misma actuaba de analgésico ante la infamia.

Todos los días se repetía que no existía justificación alguna para continuar con aquel hombre, que ya era hora de dar un golpe sobre la mesa y dejar las cosas claras. No sabía muy bien porque, si por miedo a la incertidumbre, pero acababa encontrando una razón para posponerlo. Mientras, día a día su vida se apagaba un poco más, ya no tenía ilusiones y tan solo un café, de cuando en vez, le recordaba que existían placeres en la vida.

Cuando su marido llegaba borracho y reclamaba sus favores sexuales, a pesar de la repugnancia que la generaba ella consentía, pues creía que era su deber como esposa. No había olvidado aquel día que la dijo que cuando hacían el amor se imaginaba que eran otras las que le acompañaban, pero era tan solo una humillación más.

Recordaba con nostalgia los años de juventud, años locos, llenos de vitalidad y energía. Aquellos días en la universidad, su primer trabajo y aquellas amigas que el tiempo había separado. Pensamientos tan lejanos que, sin embargo, constituían su único tesoro. Si no hubiese dejado su trabajo cuando se casó con él su situación sería diferente, pensaba con rabia contenida. Se sentía como su esclava, despojada de la dignidad y la libertad, no tenía vida, simplemente observaba como pasaban los días.

Llegó un día a armarse del valor suficiente como para decirle que le dejaba. Él contestó, tras una fingida risotada, que dónde iba a ir ella sino valía para nada. Con qué se iba a vestir y cómo iba a ser alimentada. Pero cuando se dio cuenta del convencimiento de su mujer cambió de tal manera su discurso que llegó a decirla que si le dejaba la mataba, pues ella le pertenecía desde el día en que se casaron.

Así consiguió disuadirla de su empeño, pues él si que sin ella no era nada. Para aquellos que se pregunten cómo termina la historia, simplemente tienen que volver a comenzarla. Por desgracia no tiene final feliz y por desgracia no es una historia inventada. Pasa a muchas mujeres en países donde existe la democracia, en estos países de "libertades" se encuentran esclavizadas.   

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