En esta vorágine estúpida y macabra que ha emprendido el
Gobierno contra los españoles se suma un capítulo más, el que atañe a los
mineros. El Ejecutivo ha decidido terminar con la minería en España por considerarla
poco rentable. Lo va hacer retirando las ayudas al sector e incumpliendo con lo pactado
anteriormente. Si obviamos los miles de puestos de trabajo, tanto indirectos
como directos, que se van a llevar por medio, tienen razón. El carbón español
es caro y de mala calidad, eso ya lo sabemos todos. Pero si nos ponemos a
pensar en la cantidad de entidades financieras que no son ni buenas ni rentables y en la
cantidad de dinero que se las va a dar para que lo “empiecen a ser”, a uno no
le queda por menos que indignarse ¿No cree que es el mometo de empezar a proteger a sus ciudadanos? Muchas familias, que trabajan muy duro, dependen de este sector y usted las somete a la miseria y las insulta dando indecentes cantidades de dinero a los parásitos.
Atrás quedan los millones de euros, procedentes de las arcas
públicas, que se invirtieron en la Ciuden para crear una caldera que capturase
el CO2 con el fin de conseguir que el carbón fuese una energía limpia,
justificando de esta forma la continuidad de las explotaciones. Atrás queda
también el esfuerzo y el trabajo que se invirtió para encontrar una solución a
la minería española y que el señor Rajoy se ha pasado por el forro. Es como si todo se estuviera haciendo al revés, como si
nos provocaran continuamente a ver donde está nuestro límite. El fin del carbón
supone un durísimo golpe a la economía de aquellas provincias que cuentan con
minas. El Gobierno parece no ver que ya hay demasiado paro y que la ayuda que
necesita la minería es una ridiculez en comparación con la que se va a inyectar
en otros sectores deficitarios. Los puestos que dependen de la minería son
miles. No solo están los mineros, sino que hay muchas empresas privadas que
subsisten al amparo del carbón y que sin él tenderán a desaparecer.
La polémica suscitada en torno al fin de la minería ha
convulsionado la vida política y social de las provincias afectadas. Incluso la
presidenta provincial del PP y de la Diputación de León llegó a
afirmar que no permitiría que se hiciese ese daño a la economía leonesa. Dicha
presidenta es Isabel Carrasco. Una pequeñaja petulante, malcriada y con ínfulas
de grandeza que toda España conoce por los once sueldos que está cobrando. A esta
señora solo la he oído decir una cosa que me agradara y era que iba a defender
el carbón de León a toda costa. Y que lo haría imponiéndose incluso a las
directrices marcadas desde su propio partido político, el que gobierna
actualmente España. Desde las altas esferas del Partido Popular se amenazó con
sanciones a aquellos senadores populares que votaran en contra de las
directrices.
Oyendo la seguridad con la que la presidenta de la
Diputación hizo tales afirmaciones, unido con el poco respeto que siente por
todo aquello que no sea Isabel Carrasco, muchos leoneses pensaron que iba a
plantarle cara al mismísimo Mariano Rajoy. Fue tan solo un espejismo de
esperanza. En las votaciones los tres senadores populares por la provincia de
León dieron su voto en contra de la minería. La señora Carrasco ha vuelto a
hacer gala de sus dotes de mando y de como su valentía solo es válida con
aquellos a los que puede pisotear, pero si es un superior el que enseña
el diente esa arrogancia se diluye.
Alimentando un poco más este esperpento político, uno de los
senadores llegó a decir días antes que "Me
reafirmo en lo dicho en su momento. Debo votar y votaré en conciencia y en
defensa de los intereses de los leoneses. Guste más o guste menos es así. Yo
soy como soy, no cambiaré a estas alturas y está claro el sentido de mi voto
salvo que me muera o me dé algo". Después de haber votado todo lo contrario
a lo dicho, vino a afirmar que no sabía que eran las votaciones relativas a la
minería. Otro de los senadores se justificó diciendo que tres votos no iban a
ninguna parte.
En esta ocasión el Gobierno ha metido la pata “hasta el corvejón”.
Deberían ciertos políticos de ilustrarse un poco en el pasado, pero estos porfiados
lo más parecido a un libro de historia que han tenido de cerca es la biblia.
Realmente no saben bien con quien se han metido, con los mineros, un ejemplo a
seguir por el resto de los españoles, pues están unidos y tienen el valor
suficiente para plantarle cara al mismísimo ejército y no lo digo por decir,
solo hay que echar un vistazo atrás, al año 1934. Los mineros no se van a
achantar hasta que se les plantee una solución y seguirán cortando carreteras,
protestando, invadiendo el Congreso y Senado, etc… No se extrañe señor Rajoy
que en una de esas plácidas tardes domingueras se le cuele por las ventanas de la Moncloa un cantar
triste, cargado de historia y desdicha, y que comienza diciendo “En el pozo María
Luisa…”
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