domingo, 21 de septiembre de 2014

De la subsistencia al linchamiento (I). Sobre la subsistencia y sus orígenes

En esta cuestión de las corrientes de pensamiento y actuación histórica ha cobrado cierto interés en los últimos años todo lo relativo a la alimentación. Desde la arqueología o a través del estudio de las fuentes documentales, los investigadores se afanan por trazar las líneas maestras de acto tan primario como necesario. El hombre, desde que es hombre, y la mujer, desde que es mujer, necesita urgentemente asegurar cualquier mecanismo que garantice su subsistencia. Este es el paso previo que posibilita otro instinto tan fundamental como es el de la reproducción.


En los caminos de la evolución diacrónica, los primeros pasos de la especie humana se vieron caracterizados por lo que se ha dado en llamar los sistemas de cazadores – recolectores. Como tal, no existía propiamente un sistema productivo. La especie se conformaba con el aprovechamiento de los recursos que ofrecía la naturaleza. Así, dentro de esta prehistoria de la producción podemos distinguir a su vez esos pasos primitivos que se sustentaban en el aprovechamiento carroñero de los recursos y una posterior mejora tecnológica que facilitó la participación activa en la obtención de los recursos: la caza. En ambos casos, la dieta se complementaba con la actividad recolectora. 

Surge entonces un proceso que algunos historiadores pretenden convertir en momento trascendental en el camino evolutivo de la especie: la domesticación de plantas y animales. El antiguo sistema basado en la caza – recolección es sustituido en parte del planeta por un sistema productivo que se basa en el aprovechamiento agrícola y ganadero de un determinado número de especies. El siguiente paso lógico nos lleva a dar un cuantioso salto cronológico hasta que se produce ese fenómeno sobredimensionado que supone la industrialización. Algunos investigadores y filósofos consideran que, a día de hoy (entendiendo este día totalmente ajeno a la literalidad de su significado; más bien se trataría de una especie de día cósmico que se sucede durante un número indeterminado de años), nos encontramos sumidos en medio de un nuevo torbellino que alumbrará una especie de mundo virtual contra el que ya se han levantado multitud de voces milenaristas y apocalípticas. 

Pues bien, en todo este entramado, una práctica ha sufrido una peculiar evolución que merecería ser centro de atención. Al fin y al cabo, puede enseñarnos más de la propia mente humana que todos los complejos psicoanalíticos juntos. Se trata de la evolución de la caza. 

En un primer momento, la caza obedece al sentido primario de satisfacer las necesidades básicas de subsistencia de un determinado grupo humano. Son muchos los estudios que abordan esta práctica tanto en la propia historia como en sociedades actuales que siguen fundamentando su economía en esta actividad. Ahora bien, parece necesario desmentir aquella afirmación que pretendía ver complicadas prácticas ecológicas en los pueblos primitivos. Son muchos los estudiosos que afirman, a la luz de las evidencias etnológicas actuales, que los pueblos primitivos pueden llegar a practicar la caza de forma masiva; incluso, más allá de sus necesidades alimentarias básicas. La caza proporciona, además de los recursos alimentarios, toda una serie de materias primas fundamentales en los procesos preindustriales de estas comunidades.
Luis Pérez Armiño

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