1. Un vino entre sollozos
Las
etiquetas indicaban el precio que había señalado el propietario.
Algunas de las botellas procedían de una de sus mejores bodegas. Se
encontraba a unos pocos kilómetros de Burdeos. En una finca privada y
fuertemente vigilada. Nadie, excepto los trabajadores, ciegos y mudos,
podían acceder a aquel reino misterioso del vino. En aquella época los
agentes comerciales del propietario se lamentaban de una añada
especialmente agria. Uno de ellos, de nombre Bill y apellido Frericks,
lloraba entre trago y trago de aquel ácido caldo. El propietario, rojo
de la ira, agarró al desdichado Bill por la pechera y con un gesto
poderoso le arrojó a una de las cubas más grandes de la bodega. Se
murmura que en aquella cuba todavía se escuchan los lejanos sollozos de
Bill.
2. La vanguardia como primera apuesta
Desde
hacía años ejercía con diligencia su cargo de rector. Sin embargo, su
pasión verdadera discurría por otros derroteros. Desde su más tierna
infancia leía y releía tebeos. Había convertido sus sueños en una
inmensa pinacoteca llena de diálogos imposibles y llamativas escenas. Su
hermano Gillian siempre le había animado para que diese rienda suelta a
su gran amor; le animaba a que dibujase las historias que rondaban por
su cabeza. Nunca pudo hacerlo. Más poderoso y pesado eran los consejos
que recibía de su padre, empeñado en convertir a aquel joven, escuálido y
tímido, en un hombre de provecho y bien considerado en los influyentes
círculos de sociedad que su progenitor siempre pretendió frecuentar.
Pasados los años, sus manos pasaron de ser un potencial centro de
creación a convertirse en una previsible herramienta que satisfacía
demandas ajenas y que lograba con suma facilidad la aprobación de sus
superiores. Tanta dedicación desembocó en un reconocido cargo de rector
de una universidad provinciana. El pasado día 14 de noviembre, el juez
encargado del levantamiento del cadáver del rector de la universidad
provinciana confirmó la teoría de suicidio. El cuerpo fue localizado a
primera hora de la mañana por su hermano Gillian.
3. Grietas en la estación (del norte)
El
señor Demetrio Soriano estudió en el grupo escolar del norte. Uno de
los más afamados y aventajados de la ciudad. Sus alumnos se encontraban
entre lo más granado de la administración pública y dirigían los
complicados resortes de la empresa privada con eficacia demostrada.
Desde el año 1983, el señor Soriano ocupaba uno de los despachos
privilegiados en la última planta del edificio central del Ministerio de
Obras Públicas. Un lugar soleado y apetecible con vistas a los jardines
que rodeaban el edificio. Su puesto suponía la gestión de todos los
proyectos de rehabilitación de infraestructuras viarias. Un día, durante
el mes de julio, agotado y sudoroso, levantó los ojos de la pantalla
del ordenador. En una esquina de su despacho una pequeña grieta asomaba
descarada. Se acercó, la observó con minuciosidad. Midió su anchura y
longitud. Abrió la ventana y se arrojó al verde vacío de los jardines
del Ministerio.
4. Manuscritos entre muros
El
vídeo se había convertido en el ganador de esa estúpida agenda que
debía ordenar sus preferencias y particulares aficiones. Regla
fundamental: hacer algo poco provechoso y de escasa utilidad. El centro
humano de su piel se había transformado en un manuscrito acartonado
donde el moho campaba a sus anchas. Durante aquel viaje histórico
pensaba llenar metros y metros de estanterías resguardadas para la
memoria. Mientras, su piel se resquebrajaba y los hongos izaban
victoriosos su bandera sobre la carne podrida.
Benjamin Redneck
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