miércoles, 18 de enero de 2012

Tras un horizonte... siempre hay otro

Es sorprendente la aptitud que manifiestan frente a la vida ciertas personas. Muchos seres humanos, teniéndolo todo, muestran un carácter pusilánime, propio de una estrella de la canción protestona, que no protesta. Sin embargo, muchos de los que pasan verdaderas miserias no les oirás quejarse, pues gozan de ponerse retos. Ahí se forja el carácter.

Hoy toca hablar de una historia triste, que lleva adosada una moraleja para todos aquellos que se quejan sin sufrir y lloran sin dolor. Esto es un homenaje a Febrero. Todo un ejemplo de pundonor, amor a la vida, afán de superación y entrega a su pasión, la pintura. Conocido pintor de la ciudad de León, llegó a exponer, en el siglo pasado, en la pirámide del Louvre en Paris y en una notable galería de Helsinki, donde tuvo rotundo éxito, amén del resto de exposiciones imposibles de determinar. Por ti Miguel Ángel:

Uno de esos días, de pincel en mano, en el desierto de tu estudio, recibiste una visita inesperada. Aun así, declinaste la macabra invitación de la extraña dama. Insistente en su ofrecimiento te encaraste con ella, esa de la guadaña, y la expresaste decididamente que es mejor lo malo que nada. Luego…, te sobrevino la noche, una noche fría y larga, de la que quieres escapar, pero te agarra. Todavía soy joven, piensas, y un poco canalla,  busca otra alma más entregada.  Aunque creas que vas a ganar la guerra, ¡aquí hay batalla! La muerte me ronda…, venderé cara mi estancia. Así fue la contienda, donde perdiste tú física y un poco el alma. Tullido te dejó gloriosa batalla, más pocos se vanaglorian de vencer a la parca.

Hoy, exclavo de tu poltrona, enseñas al mundo la libertad del alma. Que por siempre sea eso: No hay gloria tuya que no conquistaras.

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