sábado, 5 de abril de 2014

Organigrama. Ensayo de la colectividad jerarquizada

Public Felt Paper Co. es, ante todo, una compañía moderna. Una de las primeras en el país que puso en marcha el modelo de producción en cadena. Sus espectaculares resultados económicos avalaron una gestión delirante. Todos y cada uno de los integrantes de la empresa conocía a la perfección su lugar y su posición en esa amplia y tediosa cadena. Unos debían apilar los cartones, otros distribuir las cajas, algunos preparar glucosas y demás componentes básicos, la mayoría plegar y doblar una y otra vez, hasta mil, dos mil o tres mil veces, cartones y más cartones. Las veces que hiciesen falta. Más y más cajas...

La producción no podía fallar. Todo debía estar perfectamente engrasado. Si ocurría cualquier incidente, si uno de los peones caía enfermo o perdía algún miembro en la máquina guillotinadora, inmediatamente debía ser sustituido. Ni siquiera se podía parar la maquinaria para recuperar el brazo perdido…, o la mano…, o el dedo…, o la cabeza (cuenta la leyenda empresarial que algún operario metió su cabeza en las fauces de alguna máquina para acabar con su suplicio laboral). El miembro apuntado pasaba a ser propiedad de Publico Felt Paper Co.

El tiempo ha complicado el organigrama funcional de la empresa multiplicando los puestos y sus denominaciones. Los pasillos se han poblado de una nueva especie humana que los recorre taciturnos y cabizbajos. Es una marea ingente de trabajadores grises y abatidos encargados de las más variadas tareas de gestión. Se reconocen fácilmente por sus rostros apagados y blanquecinos, siempre tocados por unas profundas y oscuras ojeras, por su mirada vacía y perdida en unos pequeños ojos miopes ocultos bajo unas pesadas gafas. Signo indiscutible de su pertenencia al cuerpo de gestión y administración es que siempre se acompañan de pesadas carpetas repletas de amarillentos papeles clasificados de acuerdo a crípticas series documentales.

La delegación central había crecido gracias a una época de bonanza del cartón. La reinversión permitió abrir una nueva sede en otro punto de la geografía nacional. Esta filial, a su vez, pudo crear una sub - filial en otro punto de su radio de acción regional. La compañía fue expandiéndose. Con el tiempo se convirtió en un agujero negro que no dejaba escapar ni la luz.

Su organización interna respondía al típico y rígido esquema piramidal.

A la cabeza, líder indiscutible y señor último, el director de la delegación regional de Públic Felt Paper Co.: el señor James Redneck. En la empresa todo el mundo sabía que él nunca tomaba decisiones. Las dejaba para sus más variados subordinados. Era un hombre sin iniciativa ni valentía.

Todas las sedes disponían de un amplio cuerpo de gestión técnica. Era el personal que permitía el funcionamiento de una delegación. Había personal de contabilidad, de documentación, de comercialización (tanto externa como interna)…; incluso, un escuálido departamento de investigación y desarrollo.

Todo el personal disponía de una excelente formación académica. Entre sus filas se distinguían los verdaderamente convencidos de su labor, por lo general derrotados y humillados; también se encontraban multitud de ineptos incapaces de hacer la “o” con un canuto, personal que ascendía con facilidad en el entramado jerárquico de la compañía. Existía una profunda animadversión entre unos y otros que explicaba rencillas, odios y enviadas.

En el puesto inferior se encontraba la cadena de producción. Public Felt Paper Co. se alimenta de la desesperanza. Sueldos bajos y ninguna compensación en especie. Micro – contratos de escasa temporalidad y jornadas reducidas. El obrero, por lo general, aceptaba: o el contrato abusivo o la nada más absoluta, el hambre y el frío. La masa laboral de la empresa se compone de una mancha uniforme y silenciosa de azul eléctrico que se reparte por las salas de montaje y los pasillos de acuerdo a una coreografía cronometrada. La vida se rige en turnos de hasta doce horas sin respetar ni festivos ni días de guardar. Es el régimen absoluto del todo vale.

En las calles de Pooltron City se hacinan las masas proletarias sin nada que hacer. Los días eternos convertidos en pesadillas ciegas. Ese era el pozo negro donde se nutrían los responsables de recursos humanos de la compañía. La lógica era simple y matemática. Un especialista podía cobrar una retribución equis un mes. En la calle, algún ojeador de la empresa encontraría a otro especialista, desesperado y desempleado, encantado de realizar ese mismo trabajo por la mitad de ese mismo sueldo. Incluso, seguramente aceptaría no disponer de ningún tipo de seguro y renunciaría gustoso a su pensión. Era lo que los directivos de Public Felt Paper Co. denominaban racionalización de la producción. Algunos radicales se atrevían a hablar de pauperización y degradación.

No existía apenas comunicación entre los diferentes estamentos de la compañía. Todos actuaban por su cuenta y orden; la mayoría de las veces, por pura desidia y dejadez, la monotonía establecida por el compás de la maquinaria; casi siempre atemorizados, amedrentados por el miedo constante de la pérdida de ese trabajo denigrante y alienante.

Todo este complejo sistema sería imposible de funcionar sin el departamento más fundamental de la empresa: el de seguridad.

Luis Pérez Armiño



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