sábado, 7 de septiembre de 2013

James Redneck y el sexo opuesto (y IIIa). Encuentro dramático con Jane Wright. Primer acto (Escenario)



James Redneck aparece sentado en un escritorio iluminado únicamente por un flexo de oficina de pantalla redonda y luz amarillenta. La mesa está cubierta de columnas imposibles de folios amarillentos. En otro extremo, los libros se apilan en complicados equilibrios. Un reloj que no marca las horas, parado, y una fotografía, de la que no vemos la imagen. A la derecha de James, en una mesa supletoria una vieja máquina de escribir metálica y pesada, de un tono verde hospitalario. De ella todavía cuelga un folio a medio escribir. Hojea interesado un voluminoso y polvoriento libro. Pasa las páginas con decisión y lee con exagerados movimientos de cabeza. Su dedo discurre siguiendo las líneas del texto. De vez en cuando, asiente con un gesto satisfecho. Otras veces, niega con su cabeza mientras su cara se retuerce en un gesto reprobatorio. Viste chaqueta de lana, de colores apagados y gastados.

La estancia huele intensamente a humedad. (Al fondo del escenario se colocarán, invisibles para el público, unos ventiladores que con una fuerza moderada deberán dirigirse hacia la sala para que el público pueda percibir la atmósfera asfixiante)

Se oye un ruido. Tres furiosos golpes rápidos y seguidos, contundentes, que parecen querer derribar la puerta de madera (TOC, TOC, TOC).

JAMES REDNECK: Adelante (con voz sumamente desganada y sin levantar la vista)

Entra en escena Jane Wright. Abre con demasiado ímpetu la puerta de par en par. Atraviesa el escenario con decisión y el paso acelerado. Con grandes zancadas abarca todo el espacio y pisa con fuerza sobre las tablas, exagerando el ruido de sus tacones. Se sitúa en medio de la escena, frente a un James que sigue sin levantar la cabeza de su libro.

Al abrirse la puerta la luz ilumina la estancia. En la puerta se ve un cartel que reza en grandes letras mayúsculas y doradas: “SR. JAMES REDNECK. DIRECTOR GERENTE DE LA DELEGACIÓN REGIONAL DE PUBLIC FELT PAPER CO. EN POOLTRON COUNTY”. En el centro, James sentado en su mesa de despacho. A su espalda, estanterías que guardan asimétricamente cantidades ingentes de voluminosos ejemplares y enciclopedias demasiado antiguas y ya inútiles. Sobre las estanterías, pruebas de cartón y alguna que otra caja montada. A la izquierda de James, una gran lámina ilustra el la cadena genealógica evolutiva de las cajas de cartón, desde las más simples a los modelos más elaboradores. Encima, en marco dorado y barroco una instantánea retrata a Frank Meadows como amo y señor de Pooltron City. Al lado, otra imagen contiene las letras “P”, “F” y “P” formando el anagrama de la empresa Public Felt Paper Co. En el suelo, desperdigados sin orden ni sentido, cajas y cartones que ocupan toda la estancia formando un universo caótico y marrón.

Jane Wright tiene esa edad indeterminable que ronda entre los más de cuarenta y los menos de sesenta. Viste traje de chaqueta negro. Una estrecha falda de tubo a la altura de las rodillas deja ver unas piernas esqueléticas que se unen directamente con el resto del anodino cuerpo. La falda está salpicada de motas de polvo y manchas blancas de tiza. Lleva medias de color carne y unos zapatos negros de hebilla con unos altos tacones cuadrados. La chaqueta se ciñe con insistencia al cuerpo famélico de Jane. Las formas femeninas de la chaqueta, sin función alguna, cuelgan desganadas. El pelo negro recogido en un moño y unas gafas de pasta que resbalan por su afilada nariz. El rostro es amarillento, apergaminado. Lleva en sus manos una abultada carpeta clasificadora marrón de la que sobresalen folios de forma desordenada.

Jane, poco acostumbrada a los lujos de la luz solar, masca chicle de forma compulsiva. De esta manera puede disimular el temblor que agita con movimientos espasmódicos su mandíbula. A simple vista podría parecer una consumidora habitual de cocaína recién abastecida. Nerviosa, inquieta, no puede permanecer inmóvil. Su mandíbula tiene vida propia y sus labios se arrugan y se contraen en horribles gestos involuntarios. La mirada se pierde en reflejos de locuras no asumidas.

JANE WRIGHT: Buenos días, James (con voz nerviosa, las palabras se atropellan). Llevamos toda la mañana buscándote. ¿Dónde estabas? (esta última pregunta, casi un grito, con un tono irritante, chirriante, desagradable)

James mira por encima de sus gafas, con gesto aburrido, a Jane.

Luis Pérez Armiño



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