viernes, 13 de septiembre de 2013

James Redneck y el sexo opuesto (y IIIb). Encuentro dramático con Jane Wright. Segundo acto (Diálogo)



Ya habíamos descrito la escena más arriba. Ahora… ¡comienza el diálogo!

Jane Wright da vueltas desordenadas a través del despacho de James Redneck mientras echa rápidos vistazos a las hojas que guarda en su carpeta. Su gesto es cada vez más desesperado y no deja de pronunciar irritantes gemidos y grititos ensordecedores y profundamente desagradables. Cada vez que abre su boca se pincha un afiladísimo alfiler en el centro mismo del tímpano produciendo un dolor insoportable. James ha dejado de leer su libro, lo deja encima de la mesa abierto y se recuesta en la silla. Extiende su brazo por detrás del respaldo. Cruza las piernas con dificultad asomando parte de su pantorrilla blanca y un calcetín de lana de color oscuro. Su rostro deja ver una sonrisa maliciosa: “Él es el jefe y esa postura, sobrada y muy calculada, lo confirma”.

Jane sigue vociferando peroratas sin sentido. Está totalmente atacada. Es un manojo de nervios. Su mandíbula cobra vida propia y amenaza con salir disparada como un proyectil. Sus muecas deforman su rostro a una velocidad supersónica. A intervalos regulares, se puede comprender partes del discurso que Jane dirige a un James satisfecho.

JANE WRIGHT: Han solicitado desde la compañía Lead Lines un pedido de nuestro nuevo modelo de caja autoplegable AP 2.0 (con tono indignado)

Jane continúa deambulando como una poseída por el despacho, soltando todo tipo de improperios y palabras sin sentido. Pone los ojos en blanco y empieza a echar espumarajos por la boca.

JAMES REDNECK: ¿Quiénes son esos de la compañía Lead Lines? (hace la pregunta con un tono de elevada suficiencia, con cierta ironía satisfecha. Sabe a la perfección quienes son los responsables de Lead Lines. De hecho, es amigo personal de su gerente)

Jane, de repente, se detiene enfrente de James. Se inclina sobre su mesa y le mira fijamente. Los ojos de la mujer se inyectan en sangre y la mandíbula acelera su particular ritmo enloquecido.

JANE WRIGHT: Sabes perfectamente quienes son (recalca estas últimas palabras llenas de odio). Es la compañía que está en Groundnut (un pequeño pueblo que hace las veces de ciudad dormitorio de Pooltron City). Esos (grita despectivamente) que no son nadie, sólo venden en mercadillos y en tienduchas de mala muerte… ¡Esos! (se exaspera por momentos). ¡Se atreven a pedirnos a nosotros (enfatiza con furia esta palabra) nuestras cajas! ¡Están locos! No, no, no… (repite mientras se tira de los pelos y deshace su moño). ¿Cómo se atreven…? ¿A nosotros? (Una hinchada vena sobresale en su cuello amarillento)

JAMES REDNECK: Bien, no pasa nada (con suficiencia), ¿cuántas han pedido? ¿Diez, veinte, cien… cuántas son? Qué importa, consulta con Contabilidad y les preparáis un envío con las peores que tengamos. No te preocupes. Así salimos del paso

JANE WRIGHT: No me parece adecuado (trata de serenarse. Misión imposible. Se exaspera aún más). No te das cuenta que nuestro logo aparecerá por todas las ferias de puebluchos como si fuésemos unos cualquiera (dice estas palabras incrementando por momentos su rabia descontrolada y subiendo el tono desesperante de su voz).

A Jane se le van a salir los ojos de las órbitas. La vena palpita con más fuerza y ya es de un color púrpura preocupante. Una gota de sudor recorre su sien. Su boca se retuerce de dolor contenido mientras se muerde con excesiva fuerza sus propios labios. Se apoya en la mesa de James con claro gesto reprobatorio. “Maldito James”, piensa. Le agarraría por su fofo cuello y le ahogaría con todas sus fuerzas. No puede apartar su mirada del gaznate de James. Le mataría allí mismo.

James dirige su mirada hacia la vena púrpura y palpitante del cuello de Jane. Observa su inquieta barbilla cubierta de jirones de baba. James se ajusta las gafas y se ruboriza. Algo crece y exige su propia existencia en su entrepierna. La excitación le domina. Jane es consciente de la mirada libidinosa de James y empieza a sentir un tímido cosquilleo mientras se erizan los pelos de su nuca. Jane se relame sus labios delgados como lombrices. Por su cabeza sólo ronda un deseo… “James, vamos a hacerlo encima de tus malditas cajas de cartón. Es lo que quieres”.

El problema es evidente. James y Jane, bajo los efectos del deseo sexual, son animales primarios.

 Luis Pérez Armiño

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