sábado, 7 de diciembre de 2013

Acerca de la Justicia



James entiende dos modos de justicia: una oficial y codificada, administrada por oficiales y profesionales; otra popular, en exceso visceral, sometida a las reglas de las buenas costumbres y de lo consuetudinario. La primera le desagrada profundamente; la segunda le ofrece una satisfacción sobrehumana e irrefrenable.

James entiende la justicia sólo en términos de la debida compensación a unos daños previos; determinadas normas y penas impuestas en consideración de cartas inútiles referidas a cuestiones tan absurdas y abstractas como los derechos humanos no son más que refrendos del irremediable ocaso de la civilización. La justicia oficial obedece a las sesudas divagaciones de expertos en las diferentes materias susceptibles de ser reguladas legalmente. Seres insensibles demasiado alejados de la realidad, criados a espaldas de un pueblo sediento de sangre y de justicia verdadera; la popular no se somete a ningún criterio razonable ni a ninguna codificación posible. Surge de forma espontánea y cuando se mueve es impredecible y difícil de satisfacer.

Para James, esa justicia oficial, negro sobre blanco en pesados tomos, legislaciones absurdas e incomprensibles, es algo abstracto e inalcanzable. Se trata de meras ideas de escasa aplicación práctica. Considera que la justicia debe ser administrada por la masa, sudorosa y viscosa, debe ser carnal y repentina. Dolorosa y ejemplificadora.

Las jornadas festivas, incluso determinadas horas del día en que se ve obligado a recluirse en su casa, transcurren de forme tediosa y anodina. Son horas lentas y pesadas. Sentado en su incómodo sillón James es hombre de gustos sencillos. La posición de James ofrece una línea discontinua con la imagen emanada por el televisor. Suele mirar a los ojos de sus interlocutores virtuales que se debaten en aquellos mundos tan lejanos pero tan reales. Incluso, dependiendo de la cantidad de alcohol ingerido o de la tensión acumulada en las diatribas de los ponentes, James lanza sus propias proclamas y eructa manifiestos a favor de razas humanas y de verdades universales teñidas de falsos argumentos.

La estancia oscura se ilumina insuficientemente con el resplandor vomitado por la pantalla.

Una cerveza para regar sus constantes visionados de noticiarios y programas informativos de contenido variado. Existe un tipo de crónica de especial relevancia que ocupa gran parte del interés de James. Las noticias de grandes juicios mediáticos en los que el tribunal debe decidir sobre la suerte de asesinos o violadores infames; en general, de cualquier quebrantador de la ley cuyos delictivos actos hayan sido capaces de atraer todos los intereses mediáticos y carroñeros de las grandes corporaciones que copan el escaso mercado informativo de Poltroon City.

Visto para sentencia, cuando el reo abandona las dependencias judiciales, una placentera ansiedad invade el ánimo de James. El condenado es conducido a prisión entre los insultos y los intentos de agresión de una masa anónima y vociferante. Se escucha una retahíla, a veces incomprensible, que incluye el más variado abanico de insultos e improperios. Todo tipo de objetos sobrevuelan los cielos buscando un mismo objetivo. James admira a ese gentío ensordecedor, escondido en la impunidad de la muchedumbre, deseoso del linchamiento público del reo juzgado.

Un excesivo pudor impide a James acercarse a la puerta de los tribunales. Si lograse reunir el ánimo suficiente, se hundiría en esa masa hinchada en odio y arrojaría sin dudarlo la primera piedra sin firmar contra aquel hombre que debe rendir cuentas ante una justicia laxa y corrompida.


Luis Pérez Armiño



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