1. Terremoto
Una a uno, todos los abogados colocaron
sus piezas encima del tablero. Decidieron celebrar el natalicio del
nuevo gestor mediante una solemne promesa. Cada uno de ellos debía
adquirir el compromiso de no finalizar la partida hasta no haber agotado
todos los movimientos posibles. Cada uno de ellos juraba por su honor
jugar cada uno de sus fichas disponibles. El foco de luz disminuía y se
centraba sobre el tablero donde todos los peones habían formado sus
respectivas líneas. El gestor, celebrado y honrado en aquel sacrificio
lúdico, golpeó con fiereza el centro del tablero y la desolación se
convirtió en la nueva regla.
2. Retirada de escultura
El
director de la obra dedicó sus mejores esfuerzos a la zona de galerías.
Su palacio se levantaba en uno de los lugares más aventajados de la
ciudad. A los pies del lienzo sur de la gran muralla que rodeaba la
ciudad. Uno de los puntos más seguros de aquella maloliente urbe cuajada
en barro y excrementos. Su teléfono sonó a primera hora de la mañana.
Le anunciaban la llegada a la sala de honores de un calendario de fechas
permanentes. Nunca las decisiones debían dejarse por sentadas en aquel
fatídico espacio donde no corría el tiempo. Las medidas eran inútiles,
sin sentido alguno. No existía dimensión. Solo un órgano que emitía un
leve quejido agudo y breve que se prolongaba años y años. Desde la
calle, algunos curiosos apoyan sus sucias cabezas sobre las paredes de
aquel extraño y negro palacio. Los ojos se aventuran más allá de las
mirillas. Incluso, algunos, afirman con solemnidad que el viento por los
pasillos emite un sonido lastimero que dice entre susurros: “En
tránsito…”
3. Puntos negros. Zonas ajardinadas
Todos
los usuarios demandaron la más cruda realidad. Según los dictámenes de
la consejería correspondiente, el derecho de autonomía debía
restringirse a situaciones muy concretas y a momentos determinados del
día. Por supuesta, se decretó el toque de queda nocturno. Desde la
puesta de sol hasta el amanecer. Así los confirmaron los informes
favorables de la jurisprudencia y de la costumbre, siempre aceptada como
ley desde los orígenes. Todos los espacios circundantes y los edificios
más emblemáticos serían sometidos a un programa de especial vigilancia y
cuidado. Los monumentos, desde hacía generaciones, eran espacios
reservados de rondas interiores privilegiadas. Los monumentos ya no eran
edificios, solo mausoleos donde dormitaban los locos.
4. Cultura rectora como medianera necesaria
Cuando
necesites la urgencia del conflicto, convoca a los mayores artistas. La
incomodidad de la situación nunca podrá agravarse ante la presencia
desmedida del escultor vanidoso y egoísta que reclama su parte del
botín. Ni todas las palabrerías ya escritas y aceptadas como buenas
podrán convertirse en parte interesada, ni las donaciones desinteresadas
se erigirán en abogado
defensor de las causas perdidas. Los
consejos ya no pueden reconocerse como agrias soluciones ni nunca podrán
resolver las grietas de una defensa famélica mal entendida. Las señales
se refieren a la permanencia de las interpretaciones y las voluntades
que subrayan la incuestionable necedad que otorga el tiempo despiadado.
El alcalde golpeó con un gesto seco y habilidoso dando por finalizada la
sesión. A veintiuno de octubre de dos mil tres.
5. El haiku de la cueva
La posibilidad de contemplar el fondo concluyó cuando la pintura se convirtió en una ecuación matemática.
Benjamin Redneck