sábado, 1 de marzo de 2014

La reunión tipo


La “Sala de Reuniones Directivas y del Consejo de Administración”, más conocida como la “habitación del café de las mentes pensantes”, se encuentra situada en el lugar más recóndito y apartado de la delegación regional de Public Felt Paper Co. El arquitecto, hombre a sueldo de la matriz central empresarial, planeó esta ubicación para impedir que durante las sesudas reuniones de los mandamases se produjeran inconvenientes interrupciones. En definitiva, el diseñador pretendía que la baja estopa que formaba la masa asalariada y demás peonadas que trabajaban en la compañía no pudiesen dar, fortuita o intencionadamente, con la sala donde se reunían directivos y demás jerifaltes de la compañía.

Este era el espacio habilitado para celebrar las reuniones directivas. La composición era simple pero efectiva, incluso confortable. Una gran mesa de reuniones circular que apenas permitía el despliegue de cuatro o cinco comensales. Unas sillas tremendamente incómodas y desagradables a simple vista. Las reuniones solían implicar a un mayor número de personas por lo que eran habituales las rapiñas para hacerse con más asientos en las distintas dependencias de la empresa. Quién se quedaba sin silla era un hecho indiferente. En una de las paredes de la sala, una extraordinaria pantalla de televisión de última generación. Una de las adquisiciones estúpidas e inútiles de James. Referente a este aspecto es necesario anotar que esta política de adquisiciones era habitual en el Sr. Redneck: gastaba dinero sin ton ni son, sin sentido alguno, incluso sin tenerlo, por el mero hecho de despilfarrar unas cantidades ingentes que, al fin y al cabo, no eran suyas.

Una reunión tipo se establecía de acuerdo a los siguientes puntos del día que la secretaría de dirección se afanaba en hacer llegar a los convocados:

Primer punto del día: Puesta al día por parte del Sr. Redneck sobre las últimas noticias y demás asuntos de interés relacionados con la empresa que habían tenido lugar desde la última reunión previa. Este era un punto y largo extenso en el que James gustaba de prolongarse. Al fin y al cabo, no era más que el resumen amplio de sus aventuras y andazas por esos mundos de Dios. Sus relaciones, sus contactos, sus conversaciones más íntimas, sus descubrimientos y sus paseos. Todo, absolutamente todo, formaba parte de este punto. El único requisito imprescindible que debía darse en cualquier asunto a tratar en esta parte de la reunión es que debía ser protagonizado por James.

Segundo punto del día: Actualidad económica y/o financiera de la empresa. Otro de los puntos más apasionantes para James. Nunca se hacía referencia a cifras o resultados contables. Era el momento propicio para que James desplegase todo un manto oscuro y pesado de pesimismo descontrolado. Por supuesto, la mala marcha de las finanzas de la delegación regional era culpa, invariablemente, de las gestiones llevadas a cabo en la matriz central.

Tercer punto del día: Previsión de actividades. Fase distendida de la reunión durante la cual directivos y altos técnicos enumeraban una retahíla de propuestas para llevar a cabo en la empresa durante el curso presente. James se dedica a escuchar aburrido mientras asiente con palpable desinterés. En el mismo instante en que considera suficientemente desahogados a sus hombres de confianza, expone su punto de vista, sus opiniones siempre destructoras, para finalizar estableciendo el plan de actividades que él considera oportuno, totalmente ajeno a lo propuesto por los participantes de la reunión, siempre beneficioso para su propia persona y/o sus conocidos y allegados.

Cuarto punto del día: Ruegos y preguntas. Como se puede suponer, la reunión se habría prolongado durante horas y horas interminables. Especialmente en el primer punto del día, el momento adecuado para hablar de los humano y de los divino y donde James dejaba al descubierto todas sus incompetencias y miedos. Sin embargo, el ambiente tedioso de la reunión, lo soporífero del discurso de James, mina la voluntad de los presentes y convocados. La sesión de ruegos y preguntas se convierte en una plegaria sorda que implora el fin de semejante tortura.

En palabras de uno de los altos ejecutivos que suele ser convocado a filas en estas angustiosas reuniones: “Sólo le pido a Dios no volver a ser convocado a una de estas reuniones. Y si el todopoderoso no escucha mis súplicas, le imploro al demonio que tenga a bien volarme la cabeza de un certero disparo antes de volver a cruzar la maldita puerta del infierno, más conocido como “Sala de Reuniones Directivas y del Consejo de Administración” o “habitación del café de las mentes pensantes”.

James invitó a las flamantes componentes de la junta directiva de la Fundación de Ayuda al Menesteroso y Socorro al Desvalido a entrar en la “Sala de Reuniones Directivas y del Consejo de Administración”. Después, comprobó que nadie se había percatado de todas aquellas mujeres que habían pasado a la “habitación del café de las mentes pensantes”. Cerró la puerta de un portazo.

Luis Pérez Armiño


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