La
“Sala
de Reuniones Directivas y del Consejo de Administración”, más conocida como la “habitación
del café de las mentes pensantes”, se encuentra situada en el lugar más
recóndito y apartado de la delegación regional de Public Felt Paper Co. El
arquitecto, hombre a sueldo de la matriz central empresarial, planeó esta
ubicación para impedir que durante las sesudas reuniones de los mandamases se
produjeran inconvenientes interrupciones. En definitiva, el diseñador pretendía
que la baja estopa que formaba la masa asalariada y demás peonadas que
trabajaban en la compañía no pudiesen dar, fortuita o intencionadamente, con la
sala donde se reunían directivos y demás jerifaltes de la compañía.
Este
era el espacio habilitado para celebrar las reuniones directivas. La
composición era simple pero efectiva, incluso confortable. Una gran mesa de
reuniones circular que apenas permitía el despliegue de cuatro o cinco comensales.
Unas sillas tremendamente incómodas y desagradables a simple vista. Las reuniones
solían implicar a un mayor número de personas por lo que eran habituales las
rapiñas para hacerse con más asientos en las distintas dependencias de la empresa. Quién se
quedaba sin silla era un hecho indiferente. En una de las paredes de la sala,
una extraordinaria pantalla de televisión de última generación. Una de las
adquisiciones estúpidas e inútiles de James. Referente a este aspecto es
necesario anotar que esta política de adquisiciones era habitual en el Sr.
Redneck: gastaba dinero sin ton ni son, sin sentido alguno, incluso sin
tenerlo, por el mero hecho de despilfarrar unas cantidades ingentes que, al fin
y al cabo, no eran suyas.
Una
reunión tipo se establecía de acuerdo a los siguientes puntos del día que la
secretaría de dirección se afanaba en hacer llegar a los convocados:
Primer
punto del día: Puesta
al día por parte del Sr. Redneck sobre las últimas noticias y demás asuntos de
interés relacionados con la empresa que habían tenido lugar desde la última
reunión previa. Este era un punto y largo extenso en el que James gustaba de
prolongarse. Al fin y al cabo, no era más que el resumen amplio de sus
aventuras y andazas por esos mundos de Dios. Sus relaciones, sus contactos, sus
conversaciones más íntimas, sus descubrimientos y sus paseos. Todo,
absolutamente todo, formaba parte de este punto. El único requisito
imprescindible que debía darse en cualquier asunto a tratar en esta parte de la
reunión es que debía ser protagonizado por James.
Segundo
punto del día:
Actualidad económica y/o financiera de la empresa. Otro de los
puntos más apasionantes para James. Nunca se hacía referencia a cifras o
resultados contables. Era el momento propicio para que James desplegase todo un
manto oscuro y pesado de pesimismo descontrolado. Por supuesto, la mala marcha
de las finanzas de la delegación regional era culpa, invariablemente, de las
gestiones llevadas a cabo en la matriz central.
Tercer
punto del día:
Previsión de actividades. Fase distendida de la reunión durante la cual
directivos y altos técnicos enumeraban una retahíla de propuestas para llevar a
cabo en la empresa durante el curso presente. James se dedica a escuchar
aburrido mientras asiente con palpable desinterés. En el mismo instante en que
considera suficientemente desahogados a sus hombres de confianza, expone su
punto de vista, sus opiniones siempre destructoras, para finalizar
estableciendo el plan de actividades que él considera oportuno, totalmente
ajeno a lo propuesto por los participantes de la reunión, siempre beneficioso
para su propia persona y/o sus conocidos y allegados.
Cuarto
punto del día: Ruegos
y preguntas. Como se puede suponer, la reunión se habría prolongado durante
horas y horas interminables. Especialmente en el primer punto del día, el
momento adecuado para hablar de los humano y de los divino y donde James dejaba
al descubierto todas sus incompetencias y miedos. Sin embargo, el ambiente
tedioso de la reunión, lo soporífero del discurso de James, mina la voluntad de
los presentes y convocados. La sesión de ruegos y preguntas se convierte en una
plegaria sorda que implora el fin de semejante tortura.
En
palabras de uno de los altos ejecutivos que suele ser convocado a filas en
estas angustiosas reuniones: “Sólo le
pido a Dios no volver a ser convocado a una de estas reuniones. Y si el
todopoderoso no escucha mis súplicas, le imploro al demonio que tenga a bien
volarme la cabeza de un certero disparo antes de volver a cruzar la maldita
puerta del infierno, más conocido como “Sala de Reuniones Directivas y del
Consejo de Administración” o “habitación del café de las mentes pensantes”.
James
invitó a las flamantes componentes de la junta directiva de la Fundación
de Ayuda al Menesteroso y Socorro al Desvalido a entrar en la
“Sala de Reuniones Directivas y del Consejo de Administración”.
Después, comprobó que nadie se había percatado de todas aquellas mujeres que
habían pasado a la “habitación del café de las mentes pensantes”. Cerró la
puerta de un portazo.
Luis
Pérez Armiño
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