sábado, 24 de mayo de 2014

Con el sudor de tu frente

El calor de Pooltron City es insoportable. El sol es abrasador y perfora los cráneos y ablanda los cerebros. El aire es irrespirable, cargado de suciedad y olor a podredumbre. Cada paso se convierte en un agotador suplicio, interminable, infinito. El mediodía se prolonga y ocupa las tardes. La vida se reduce a susurros apagados en las sombras.

Nadie sabía con exactitud cuándo se habían estropeado los sistemas de refrigeración en Public Felt Paper Co. Solo en determinados despachos, los que disponían de sus propios aparatos de aire acondicionado individuales, se respiraba un ambiente fresco y sano. El resto de la atmósfera de la fábrica era enfermizo y pegajoso. El calor de la maquinaria a pleno funcionamiento, la respiración jadeante de cientos de operarios, el sudor acumulado y el esfuerzo continuo. Una bruma perniciosa se levantaba sobre las cadenas de producción. La luz que se filtraba a través de los pequeños ventanales dejaba ver las extrañas comparsas de las partículas de polvo y suciedad en suspensión. Un afanado trabajador se limpiaba el sudor de la frente con el brazo e inhalaba una bocanada profunda y angustiada de ese aire enfermizo.

En verano los niveles de conflictividad de la Public Felt Paper Co. en su delegación regional de Pooltron City se disparaban. El más mínimo roce se convertía en motivo de luchas interminables y pendencieras. En las largas cadenas de montaje los hombres y mujeres se hacinaban en minúsculos puestos de responsabilidad bajo la orden de una tediosa y repetitiva actividad. El movimiento cansino y la temperatura asfixiante convertían el trabajo en un suplicio que se prolongaba durante horas y horas. Un mal gesto, un paso mal calculado o un pequeño despiste podían provocar un ligero roce con el compañero o la compañera de turno. Inmediatamente, los implicados se envolvían en un peligroso cruce de miradas llenas de odio y resentimiento. Llegar a la violencia carnal y despiadada era un paso más en la escala evolutiva de la conflictividad laboral de la empresa.

El reloj marcaba las cuatro en punto de la tarde. La peor hora del día en Public Felt Paper Co. Los grandes tejados de chapa ondulada se habían colocado de forma apresurada. En invierno el frío era insoportable y agarrotaba las manos; durante las primaveras y los otoños el viento se convierte en una amenaza; y en el verano toda la sala era una agobiante y sudorosa sauna donde se hacinaban los cuerpos sucios y malolientes de los trabajadores.

Lenny se afanaba en su trabajo con evidente desgana. Una sucesión monótona y constantemente repetitiva de gestos aprendidos como un autómata. Desde que ocupaba su puesto desarrollaba esa ridícula coreografía laboral como una máquina bien engrasada. Empezando desde el principio para acabar en el final. Sus días se repetían uno detrás de otro. En verano la tarea se volvía fastidiosa. El sudor se escurría por su frente y resbalaba por sus mechones pelirrojos cayendo pesados sobre el suelo, donde inmediatamente se evaporaban. El mono de trabajo se pegaba a su cuerpo y se amoldaba a sus formas. El sudor le molestaba en los ojos y un nuevo paso de baile se incorporaba a sus movimientos: el brazo limpiando su vista para poder continuar su trabajo. Odiaba su trabajo. Pero cumplía de forma escrupulosa con su tarea.

En torno a las cuatro de la tarde, la peor hora del día en la fábrica, el momento de más calor, un escalofrío gélido recorrió el espinazo de Lenny. Por un momento, se quedó paralizado mientras los cartones se amontonaban justa delante de su cara. La máquina seguía su curso. Pero las manos de Lenny no respondían. El sudor de su frente se volvió frío y viscoso. Un agudo dolor oprimía con fuerza su pecho y su cabeza se convirtió en un remolino sin sentido. Algo sucedía.


Luis Pérez Armiño 


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