–Don Arturo, no reprima
usted el vómito.
Presentación
del Caso
Public
Felt Paper Co. está bajo una vigilancia absoluta durante las veinticuatro horas
del día. Nada escapa a las cámaras que son observadas escrupulosamente por los
vigilantes desde la sala de control. Un circuito de televisión cerrado que
recorre todos los recovecos de la fábrica. La alarma visual se activa en cuanto una
cámara detecta cualquier indicio de peligro. El sistema informático de seguridad
permite localizar las coordenadas de la amenaza en cuestión. En la sala de
vigilancia, una alarma sonora indica a los guardias de turno el punto exacto
donde se ha producido la
incidencia. En ningún caso se especifica el motivo del aviso.
Cualquier persona u objeto dentro del área que el sistema informático ha delimitado
es susceptible de ser neutralizado mediante el uso de la fuerza.
Detección
de la amenaza
Unos
imperceptibles cuchicheos de una de las trabajadoras del sector de ensamblaje
han activado la alarma. El
sistema de reconocimiento facial ha detectado una supuesta actividad subversiva
de una de los miembros de la plantilla laboral. Al parecer, la mujer en
cuestión señalaba a una compañera la necesidad de exigir un sueldo acorde al de
sus compañeros masculinos. En el código interno de la compañía este tipo de
faltas están consideradas como “muy graves”. Sin embargo, por cuestión de orden
público, es imposible actuar mediante el empleo de hombres uniformados. El
protocolo diseñado por el Sr. Redneck prevé al detalle esta contingencia.
Primera
fase. Identificación de la amenaza
El
responsable de vigilancia debe identificar al trabajador o trabajadora
sospechoso o sospechosa de actividades delictivas o sediciosas. Una vez
identificado, se clasificará de acuerdo a su filiación sindical. De forma
paralela, la seguridad de la compañía deberá apagar inmediatamente cualquier
sistema de video – vigilancia que afecte a la zona amenazada. Comienza la
segunda fase.
Segunda
fase. Prevención de la amenaza
Los
miembros de vigilancia puestos sobre aviso actuarán sobre la amenaza. El odio hacia
el patrón es inmensurable; pero hacia el trabajador sedicioso es infinito. Los vigilantes
se dirigirán a la zona señalada para neutralizar cualquier potencial amenaza.
Tercera
fase. Comprobación de la amenaza
En
estas situaciones, el protocolo prevé la eliminación, por innecesario, de este
paso. Desde el momento que se activa el protocolo de actuación ante emergencia
cualquier sospechoso es por definición culpable.
Cuarte
fase. Eliminación de la amenaza
El
éxito del protocolo reside en la gran libertad que concede a los actores
implicados en su cumplimiento. Durante esta cuarta fase, el protocolo de
actuación tiene previsto el libre albedrío de la demencia personal de cada
sujeto implicado. El protocolo ha considerado y calculado las probabilidades
infinitas de crueldad que anidan en cada cerebro humano. James no tuvo que
molestarse mucho tiempo en la redacción de este punto. Solo tenía que dejar que
el viento soplase. Dentro de cada uno, pequeño y agazapado, hay un tímido
asesino dispuesto a llenarse las manos de sangre. Lo único que hay que procurar
es despertar a la bestia dormida, hacerla enfadar y lanzarla sobre la víctima. Todo se
resolverá en cuestión de unos sádicos minutos.
Quinta
fase. Comprobación de los resultados
De
repente, de un día para otro y sin que nadie sepa cómo, aparece en una olvidada
sala de la compañía el cuerpo amoratado de una mujer joven. Su rostro se cubre
de magulladuras y de sangre resaca. La cara, con uno de los pómulos
grotescamente hundido, es una masa deforme. Es difícil identificar a la víctima. Desnuda,
son evidentes los signos de una violación brutal en la que han debido
participar varios individuos. En una de sus manos, algunas uñas han
desaparecido; en la otra, uno de los dedos se ha convertido en un grotesco
muñón que desprende un olor punzante y desagradable. Todo parece indicar que el
dedo no ha sido seccionado de forma limpia, sino arrancado. Su costillar se
hunde bajo un océano amoratado y se pueden adivinar unas cuantas costillas
rotas. En su pecho son todavía perceptibles las muchas marcas de cigarros
apagados con saña sobre aquella delicada piel. Una cicatriz carbonizada era el
único recuerdo de la soga de alambre que cubrió su cuello. Dos grotescos
agujeros indican el lugar exacto donde antes había una nariz. Por supuesto, las
orejas formarán parte ahora del tesoro de algún sádico torturador. En la boca,
una bolsa de plástico esconde la pérdida de varias piezas dentales y ocupa el
espacio de la lengua cortada. Uno de los ojos se pierde en los párpados todavía
hinchados. El otro desapareció dejando una profunda y oscura cuenca que ya no
mira hacia ningún lugar. La joven había sido rapada.
–Vomite, don Arturo. No
se reprima. Si se vuelve a tragar su vómito, los ácidos del estómago van a
corroerle las entrañas y le matarán poco a poco por dentro. Vomite, no tenga
miedo y expúlselo…
Luis Pérez Armiño
No hay comentarios:
Publicar un comentario