Paul Klee como soldado en 1916 Fuente |
Klee es uno de los grandes artistas del siglo XX que mayores complejidades puede esconder. El propio Calvo Serraller,
en una crítica a la exposición antológica que celebró el Instituto
Valenciano de Arte Moderno (IVAM) en el año 1998, señalaba dos de las
principales características que definían la producción del pintor suizo:
primero, la gran intensidad de su obra; pero ante todo, su capacidad
crítica y autorreflexiva que le llevó a plantearse hasta el más mínimo
detalle no sólo su propia carrera sino todo el devenir del mundo
artístico que tuvo en suerte vivir. Precisamente, sin embargo, a pesar
de todo ese enorme corpus teórico que el propio artista dejó plasmado en
miles y miles de páginas y anotaciones, la mayoría de críticos e
historiadores son incapaces de definir a un Klee demasiado esquivo como
para ser encuadrado en alguna de las corrientes que multiplicaron y
complicaron el panorama creativo de la primera mitad del siglo XX.
Vista de Saint Germain, 1914, Paul Klee Columbus Museum of Art (Ohio) - Fuente |
Si Suiza le vio nacer, el país helvético le vería morir. Sin embargo, durante la Gran Guerra (1914 – 1918) sirvió como soldado en los ejércitos alemanes que serían derrotados y humillados en el Tratado de Versalles (1919). Posteriormente, se sumergiría activamente en la vida cultural germánica, participando de los diversos experimentos y movimientos artísticos que iban surgiendo en el país vencido. Desde el expresionismo del Jinete Azul al surrealismo, desde la abstracción hasta la figuración… Por mucho que se empeñe la crítica, Klee tuvo su protagonismo en todos los movimientos de postguerra, pero nunca perteneció decididamente a ninguno. Prefirió ofrecer su pequeño grano de arena pero sin comprometerse. Quizás su proyecto más apasionante habría que relacionarlo con su papel docente en la Bauhaus (1921 – 1931), posición intelectual que le permitiría ahondar y filosofar en torno a cuestiones fundamentales de la estética y del arte: la línea, el color, la luz, el dibujo y, sobre todo, la forma, comprendiendo que en esta última lo esencial era el proceso para llegar a ella.
Polifonía 2, 1932, Paul Klee Kunstmuseum Basel - Fuente |
Durante
sus años de aprendizaje, Klee descubre la perfecta técnica del dibujo.
Más tarde, en 1914, durante un viaje a Túnez, cae rendido ante el color.
A partir de entonces se inicia un proceso explosivo en el que el color
va adquiriendo cada vez más protagonismo hasta convertirse en la esencia
misma de su obra. Es entonces cuando, siguiendo de nuevo a Calvo Serraller, se desarrolla el Klee más genuino, que camina hacia la abstracción pero sin menospreciar los elementos figurativos.
Javier Maderuelo
insiste en las dificultades que entraña la obra de Klee. En parte,
debido al profundo individualismo de un artista que nunca se adscribió
de forma decidida a ningún movimiento ni corriente estética. En el
periodo de entreguerras, en la Alemania de la derrota que se encaminaba
inexorable hacia la barbarie del fascismo, los ismos
hicieron acto de presencia copando el panorama cultural más
contemporáneo. En medio de esa marejada de movimientos, tendencias y
escuelas, en medio de la experimentación estética imparable e
infrenable, Klee capeaba temporales y tormentas mediante el profundo
pensamiento auto – crítico en torno a sus propias obras. Sin embargo, el
giro de los acontecimientos, el propio devenir de una Alemania deseosa
de venganza y sujeta a la sinrazón de la barbarie nazi, no supo ni quiso
comprender el proceso creativo de gran parte de los artistas del país.
El propio Klee sufrió el acoso nazi y su arte fue considerado como
degenerado por lo que en 1933 tuvo que refugiarse en Suiza, país donde
moriría en 1940.
Paul Klee es uno de esos creadores tocado con la varita del favor de la crítica. Pero más inusual aún es que esa predilección por el suizo se haya extendido también a España. La Fundación Juan March presentará en marzo la exposición temporal Paul Klee. Maestro de la Bauhaus
(del 22 de marzo al 30 de junio de 2013). La muestra se enmarca dentro
del ambicioso proyecto que incluye la edición crítica de su “legado pedagógico”: cerca de casi cuatro mil páginas manuscritas con notas para las clases que impartió en la Bauhaus desde 1921 hasta 1931.
Luis Pérez Armiño
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