sábado, 2 de febrero de 2013

Descréditos. Breve historia del sistema político español

Blasco Ibáñez narraba la intensa carrera de un joven aspirante a política en su novela Entre naranjos. En realidad, la trama central obedece más bien a un folletín amoroso en el que se entrecruzan destinos predeterminados y en el que ese joven, cuya aspiración más elevada pasaba por la de ocupar un escaño en las cortes madrileñas, era mero peón de los avatares y caprichos de las pasiones amorosas. Su romance con aquella estrella, algo apagada, del mundo lírico no llegó a buen puerto y, quizá por ello, dejó en nuestro protagonista un mal regusto que le acompañó a lo largo de su triste y oscura carrera política. Desde la tribuna de invitados, la mujer en cuestión, haciendo gala de esas bellezas imperecederas, observaba divertida la primera y ansiada intervención de nuestro hombre ante sus colegas parlamentarios. Discurso bien aprendido, pensado hasta el detalle y meditado hasta la saciedad.


Primera característica del sistema político español

Es necesario establecer un breve repaso, sumario y conciso, sobre la historia constitucional de España. Y no puede afirmarse que sea ésta democrática. Ni siquiera los últimos años tras el proceso de transición iniciado con la muerte del último dictador allá por el año 1975. Decimos bien al afirmar que la principal característica de esta historia es que es, ante todo, constitucional pero no democrática. Desde la entrada violenta y fogosa de España en la modernidad contemporánea, nuestro devenir histórico se ha establecido en base a los diferentes momentos constitucionales, alternados por generales y espadones en exceso autoritarios. Pero en esos doscientos años no se puede referir a ningún momento como democrático, excepto puntuales episodios embrionarios, meros ensayos en un “ver qué sucede”. La España moderna se acota en base a constituciones que pretenden regir los destinos universales de sus súbditos y sólo desaparecen tras procesos que suelen caracterizarse siempre como violentos. De hecho, estas constituciones, como la aún vigente, suelen ser extremadamente rígidas e inamovibles.

 
Segunda característica del sistema político español

Nuestro sistema político es endogámico, basado en una ordenación de tipo parental. Desde tiempos inmemoriales se han ido sucediendo las castas políticas que han ocupado el poder. Desde aquellas grandiosas familias terratenientes, poderosas y temibles, que ostentaban sus dominios a golpe de talonario en esa España rural e inculta del XIX, a las nuevas generaciones que se aferran con garras de acero a sus poltronas y atesoran las prebendas públicas, apenas hemos notado diferencias. De hecho, podríamos establecer complicadas genealogías políticas y mandatarias en las que los apellidos se cruzan y entrecruzan, y no dudan en atravesar una y otra vez el simplista y dual sistema político español.


Tercera característica del sistema político español

Ante todo, si algo define a la casta política española es la corrupción siempre presente. Es indiferente la procedencia o el color político; ni siquiera es un asunto que distinga cuestiones de género, raza o edad. La política española es corrupta por definición. Nunca prima el verdadero servicio público que debe determinar el quehacer diario del político por vocación; todo se mueve en torno a oscuros intereses económicos en lo que lo único que interesa es el beneficio personal. Los políticos españoles no dudan en enriquecerse de mil y una maneras. Parecen no contentarse con sus ya abultadas nóminas, dietas y demás prebendas derivadas de su cargo y precisan enlodarse hasta el cuello para tratar de arañar el oro del fondo del pozo de las tramas curruptas. Eso sí, siempre con nocturnidad y alevosía.  

Son ellos, los que se enriquecen, los que exigen a los demás, a los pauperizados electores, que se rasquen los bolsillos y que acepten los sufrimientos presentes y futuros en nombre de un estado del bienestar que ellos, los políticos, han dinamitado desde sus cimientos. Y el que no acepte con resignación e, incluso, agradecido, sufrirá la condena perpetua  a manos de los esbirros que atacan al pueblo en nombre de la jerarquía mal entendida y la superioridad mal asumida que otorga un uniforme sucio, indigno y vergonzante. En definitiva, esta es España.


Luis Pérez Armiño

 

 

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