James
tenía una apretada agenda. En ella reunía todas las palabras que, por una u
otra razón, odiaba. Concienzudo observador, dirigía todo su esfuerzo
intelectual para encontrar cuestiones y asuntos, personas, animales o cosas,
cualquier tema o concepto, que odiar. Era un “odiador” nato.
Todo
lo que fuese novedoso o distinto se convertía en un sutil combustible que
generaba un profundo rencor en los recovecos más enfermos de la mente de James.
El odio ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Cuando identificaba algo
digno de su odio, se apresuraba a anotarlo en su “agenda del odio”. Se encerraba en su despacho y escribía
compulsivamente la palabra que debía odiar una y otra vez hasta que completaba
una página completa. El día señalado en esa página era el “día del odio de… y la palabra correspondiente”.
James
era, desde hace años, director gerente de la delegación regional en Pooltron
City de la mayor empresa de cartonaje del país. Public Felt Paper Co. prácticamente monopolizaba el sector del
cartón en todo el país. No había empresa que no demandase sus servicios de
paquetería.
El
Sr. Redneck, director gerente de la delegación de Pooltron City, era
considerado como uno de los mayores expertos en cartones y cartonaje de toda la ciudad. Sus sólidos
conocimientos técnicos y teóricos habían avalado su nombramiento como técnico
especialista en la empresa siendo todavía un joven prometedor. Desde que recaló
en la delegación regional, su carrera laboral ha vagado entre los hechos
certificados y las leyendas que corrían entre subalternos y demás técnicos
destinados en Pooltron City. En esa bruma que transita entre la verdad y el
mito, lo único que parecía demostrado fue el ascenso vertiginoso en el escalafón
interno de la
delegación. Desde su entrada como técnico hasta lograr ocupar
el puesto de director gerente, James apenas había visto pasar los años. En su
currículo, las malas artes y una puñalada certera a la espalda de la anterior
directora gerente se convirtieron en motivos suficientes como para justificar
el ascenso.
El
negocio del cartón es simple. Ofrecer al cliente un sistema de paquetería
resistente y económico. Nada más. Sin embargo, ese era asunto en exceso mundano
para James. Sus pretensiones iban más allá del puro hecho crematístico. James,
ante todo, era un teórico. En tertulias y demás reuniones sociales se atrevía a
titularse como “el más experto cartonólogo
del país”. Creo que no es suficiente insistir en lo insulso y poco agraciado de
un comentario que el resto de contertulios y demás convidados no solían
comprender.
Sus
jornadas de trabajo en la delegación de Public
Felt Paper Co. transcurrían entre cavilaciones y sesudas indagaciones
teóricas. James era un convencido evolucionista que comprendía las cualidades
casi biológicas del cartón. La caja nació simple, evolucionó hacia formas de
cartón múltiple y, ahora, en los tiempos modernos, vivíamos en el esplendor del
cartón reforzado.
La
ciencia y la técnica habían logrado superar los viejos arcaísmos del cartón
sencillo de cuatrocientos gramos por metro cuadrado distribuido en un número
variable de láminas. Estamos en los tiempos modernos de las cajas con lengüeta
automontables y las cajas de cartón reforzado. Sin embargo, James se aferraba
con insistencia a las ya anticuadas cajas de cartón múltiple que superaban con
creces los quinientos gramos por metro cuadrado en un mayor número de láminas
que las cajas de cartón simple. Eran su debilidad y su pasión. Se entregaba a
ellas con una devoción carnal y pecaminosa. Se encerraba durante horas y horas,
de día y de noche, estudiando las composiciones químicas del material y las
infinitas posibilidades del cartón múltiple. El resultado: infumables y eternos
informes que engrosaban las tediosas comunicaciones de James en las
convenciones nacionales e internacionales de expertos en cartonaje y materias
afines. Su público se dividía entre los fanáticos detractores y los igualmente exaltados
devotos. A nadie dejaba indiferente James en el apasionante mundo de la cartonología.
James
llevaba horas enfrascado en un pesado y polvoriento libro detrás de su
despacho. Alguien llamó a su puerta. A James le molestaba profundamente que
interrumpiesen sus lecturas. Estaba enfrascado en un tedioso volumen que
trazaba el origen e historia del cartón múltiple de cinco láminas escrito hacía
décadas por el fundador de Public Felt
Paper Co.
–Adelante-
susurró con resignación James.
La
puerta se entreabrió tímidamente. Un hilo de luz penetró en el despacho de James.
Por la puerta se asomaron las gafas y el semblante nervioso, desquiciado y
anémico de la secretaria del director gerente Sr. Redneck: la señorita Jane
Wright.
Luis Pérez Armiño
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