jueves, 15 de agosto de 2013

Reflexiones y conclusión



Largo fue el viaje, cansado y en ocasiones tortuoso. Pero lejos de sacar una conclusión negativa; ante todo fue un viaje gratificante, enriquecedor y terroríficamente esclarecedor. No tengo duda alguna de que el hombre merece ser castigado. La extinción de la raza sea quizás un castigo desmesurado, pero lo cierto es que la ambición humana había adquirido dimensiones preocupantes, tomándose atribuciones que no eran lícitas. Justifico de esta manera la ira de los olímpicos, tal vez un tanto desproporcionada, pero reitero mi primera observación; justificada. El hombre se evadió de su responsabilidad como ser mortal, se abandonó al miedo y a las falsas y alentadoras promesas, buscando el consuelo en un falso ídolo, cuyo origen se encuentra en la extraña Judea. Vida eterna y feliz; tan solo bastaron estas vacuas palabras, en forma de promesa, que se las lleva el viento por inconsistentes. Eso es todo lo que necesita un pueblo hambriento, que paradójicamente seguirá pasando hambre, pero que será recompensado con una eternidad de dicha y felicidad. Una promesa que no se sostiene y que sin embargo ha calado entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

La religión cristiana no es más que tremendísima incongruencia que surgió y se alimentó de la decadencia de Roma y fue de tal magnitud que provocó la crisis de los valores en la sociedad greco-romana. Estos se desmoronaron, dando entrada a ideas retrógradas venidas de un pueblo cuyo grado de civilización era plausiblemente menor, pero que llevaban como baluarte el optimismo y fue lo único que hizo falta para convencer a la población. Esta es la base de nuestra condena. Bárbaros y cristianos se apropiaron ilegítimamente de un mundo que no les correspondía y lo transformaron a su imagen y semejanza, es decir, crearon un mundo grotesco, despiadado, caratulero y analfabeto. Pero tomaron base de sus ideas en el Imperio, seducidos por el poder que Roma había llegado a ostentar. Un remiendo que se materializa en una involución social y cultural.

Todo aquello que habían aportado los griegos, todos los avances políticos, sociales y culturales, quedaban lapidados por el Nuevo Orden, donde la brutalidad y la ignorancia se ponía al servicio de la religión cristiana, que únicamente propagaba la generosidad, solidaridad y amor, para que unos pocos, denominados privilegiados, vivieran con opulencia a costa del sufrimiento y el esfuerzo colectivo de un pueblo anclado en la miseria y al borde de la tragedia. Nadie se acuerda cuando el dios judío materializó un diluvio universal qué habría de erradicar la maldad del hombre, pero lejos de conseguir su propósito, la maldad se extendió con más fuerza. Solo puedo pensar que es un dios confuso y sin base. Los pecados capitales son una orgía de estímulos que espolean a los propios servidores del cristianismo. Esta ha de ser una de las premisas que fundamente el réquiem por el cristianismo.  

La humanidad está condenada y justa es la condena. Unos lo merecen por avarientos. Los otros por consentirlo, por abúlicos y miedosos, por no ser capaces de reaccionar cuando se les ha presentado la oportunidad de mejorar sus vidas. Yo les había dado esa opción y no solo la desaprovecharon, sino que me vendieron. Entiendo el sentimiento de traición que Zeus alberga, pues yo me siento de la misma forma. Pero resulta inimaginable la erradicación total y absoluta de la raza humana. Tengo la certeza del amor que Apolo siente por nuestra especie y sin duda el humano tendrá su castigo, pero estoy convencido que no ha de ser tan cruento como el padre de los dioses ha vaticinado. En el fondo somos unos ignorantes, por encima de todo, esa es nuestra mayor condena y no hemos de merecer tan siniestro castigo. Con seguridad afirmo que el hijo de Zeus, Señor de las luces, no lo permitirá y el mundo de los dioses conocerá una nueva etapa de turbulencias; la rebelión del Apolo contra Zeus.

Letravio de Zingolo

No hay comentarios:

Publicar un comentario