Lo cierto es que poca fe, o ninguna, se puede tener en un
mundo cínico, ambiguo y de doble
fachada. Mientras por un lado, y de cara a la galería, se intenta enfervorizar
la valía de la vida humana, por el otro lado, existen todavía estados que
proclaman a los cuatro vientos que son los defensores de la libertad y la
democracia, mientras siguen aplicando la pena de muerte y mandando a sus
soldados a pegar tiros en aquellos países que osan llevarles la contraria. Esta
es la naturaleza de la sociedad donde vivimos, la idiosincrasia de nuestros
gobernantes y la realidad de un mundo que solo atiende a una variable, el
dinero.
El resto de la población, los que bailamos al son que nos
marca el neoliberalismo y sus dirigentes, no somos capaces de poner remedio a
esta situación. Parece ser que no estamos tan mal o nos da igual todo. Lo
cierto es que no nos movilizamos, por lo que poco derecho tenemos a quejarnos. En
el fondo, para mantener este sistema, nos necesitan y nos utilizan y aunque no
nos guste lo que hacen cuentan con toda la legitimidad, porque es el propio
pueblo quienes les mantienen en el poder; aquí está la trampa. El gobernante siempre se
justificará en que tiene el voto mayoritario del pueblo.
Las llamadas democracias occidentales son una nueva, pérfida
y renovada visión del despotismo ilustrado del siglo XVIII, “Todo para el
pueblo, pero sin el pueblo”. En el fondo la Democracia es una imposición, una
imposición que es consentida y en la que participa la población, porque piensa
que esta el la mejor forma de gobierno posible, y seguramente sea así. Donde reside
el auténtico engaño es en el sistema económico, tirano y sin escrúpulos, que se
adapta perfectamente al funcionamiento de la Democracia.
El sistema económico está orientado a crear grandes
riquezas, que toman el nombre de multinacionales, a través del trabajo y el
esfuerzo del más desesperado. Es decir, si en China un obrero cobra cinco veces
menos que en Europa y trabaja cinco horas más, pues a instalar toda las
fábricas en China hasta que esta deje de ser rentable. Yo personalmente no veo
en este sistema algún ápice de libertad o de democracia. Libertad sí, pero la
libertad de poder explotar al trabajador por parte de la multinacional.
Por poner un ejemplo
práctico vamos a comentar la situación que se ha dado en España. En las
últimas décadas han ido desapareciendo la mayoría de pequeños establecimientos
por no poder resistir la competencia de las grandes superficies. Lo mismo ha
pasado con pequeñas fábricas, con el campo, etc. Las políticas neoliberales y
lo que denominamos globalización, han provocado la entrada masiva de productos
en nuestros mercados a precios muy bajos con los que no pueden competir las
pequeñas y medianas empresas nacionales. Han resistido a la debacle aquellos
que se han sabido adaptar, especializándose en la comercialización de productos
que no se suelen obtener en las grandes superficies, por lo general lo que
llamamos productos artesanales. Productos muy demandados antes de la crisis.
La permisibilidad de los gobiernos españoles con la
entrada de productos foráneos ha favorecido la hecatombe del autónomo. Lo
paradójico es que tanto el Gobierno de Zapatero como el de Rajoy, ante la
interminable lista de desempleados que existe en nuestro país, han estado
incitando a la población, como solución al paro, a crear su propia empresa o
negocio. No deja de resultar paradójico, cuando han sido ellos partícipes de la
ruina de un gran número de pequeñas empresas. Pero la verdadera cuestión radica
en ¿qué es lo que vendemos y a quién? Con una situación económica en la que
impera la subida de impuestos, la bajada de sueldos, los despidos masivos y la
quiebra de la pequeñas empresas, ¿qué puedo vender yo y a quién? Seamos
realistas, tal y como está la situación si un producto en una gran superficie o
en un chino cuesta 5, a ¿a qué bonachón le puedo vender yo ese mismo producto
al precio de 20?
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