martes, 18 de septiembre de 2012

Érase una vez una España en Europa...



Nos dicen que trabajar como mulos por un sueldo miserable para que otro se enriquezca dignifica a la persona, ya les diría yo dónde pueden meterse la dignidad. Trabajar es digno, por supuesto que si, y en estos tiempos además de digno el trabajo tiene condición de privilegio, lo sucio está en lucrarse con el esfuerzo de otros ¿Dónde perdimos la dignidad?, ¿en qué punto del camino empezamos a retroceder? ¿Quiénes son los culpables de toda esta situación? A esto último creo que si puedo responder, todos nosotros. Somos realmente los que tenemos el poder y no hacemos nada. Seguimos dando el apoyo con los votos a aquellos que está claro nos van a traicionar. Nos golpean y miramos a otro lado o salimos corriendo. Y consentimos todo esto, como dijo José Luis Sampedro, por miedo, por miedo a lo que pueda pasar, por miedo a la incertidumbre, por miedo a que lo que pueda venir sea peor que lo que tenemos, por miedo. Pues no tengamos más miedo, pues muy mal hay que hacerlo para que nos vaya todavía peor. Estamos a tan solo un paso de convertirnos en país vasallo de Europa. Para el que no lo entienda, en estos tiempos el término vasallo, que suena muy feo, se ha sustituido por rescatado, pero significa exactamente lo mismo.

Ya lo dijo Rousseau. Nos contaminan desde que nacemos, nos preparan para vivir en un mundo lleno de normas que tenemos que acatar. No se nos da opción de pensar libremente. Se nos dice de pequeños que es lo que está bien y que es lo que está mal. Pero la idea de bondad o de maldad atiende a un tejido social perfectamente bordado y al servicio de quien ostenta el poder, que como es lógico no quiere perderlo y utiliza su potestad para defender sus intereses. Lo que es difícil de “digerir”, después de tantos años de lucha, de lucha de nuestros padres, abuelos y bisabuelos, es que perdamos los pocos derechos que nos hemos ido ganado, como la educación y la sanidad, y que nos creamos el cuento de que es por el bien común. -¡Hay que hacer un esfuerzo por el bien del país!-, nos dicen. Pero… ¿quién es el país?, ¿los bancos alemanes? Porque gran parte de este esfuerzo colectivo que estamos todos haciendo es para pagar la deuda que han contraído nuestras cajas y bancos con las entidades financieras europeas y sobre todo las alemanas. Lo que no veo justo es que se deje caer a las Pymes y autónomos, que tienen los mismos derechos que las grandes empresas y son las que más trabajos proporcionan. En definitiva, ¿para quién estamos haciendo realmente el esfuerzo?  

El mismo momento que se coja un euro de Europa vamos a perder la poca soberanía que teníamos. Si ya se hace bastante duro que el Parlamento Europeo, formado por unos políticos que el pueblo no ha elegido, dictamine lo que ha de hacerse en España, insostenible se hará que nos conviertan en protectorado de Alemania. Qué nadie dude que será así, porque en ese mismo instante será Europa, Alemania, quien ordene como se reparten los presupuestos españoles y a dónde debe dirigirse el dinero recaudado de nuestros impuestos, solo hay que mirar el ejemplo de la desdichada Grecia. Y hay que tener en cuenta el concepto que tiene Angela Merkel de los trabajadores españoles.

Tenemos un grave trastorno de identidad. Pensamos que nuestros captores, nuestros torturadores, son “unos tíos majetones” que hacen todo lo que pueden por sacarnos del atolladero, o por lo menos nos comportamos como si fuera así, (síndrome de Estocolmo). Sin embargo, cual estúpida es esa condición que hemos adoptado. En lo único que nos hemos convertido es en una tropilla de masoquistas de oficio y no somos capaces de reaccionar. No les importamos lo más mínimo, solo hay que dirigir la mirada a lo que pasó en las calles de Barcelona. Para el Gobierno esa muchedumbre, que se llegó a cifrar por algún medio en millón y medio de personas, amenazando con la secesión, no es más que una algarabía ¿Qué hay que hacer para que se escuche al pueblo?, ¿qué es para este Gobierno una protesta seria?, ¿quizás una revolución en toda regla? Eso sí, le dicen desde Europa que hay que hacer más recortes e inmediatamente una nueva y triste realidad se vuelve a cernir sobre el pueblo español. Lo peor de todo es que le ha bastado poco tiempo a Mariano Rajoy para que le conozcan en Bruselas. Un eurodiputado, de nombre Nigel Farage, llegó a llamarle el político más incompetente de toda Europa.  

Desde el Ejecutivo se ha llevado a cabo una política férrea hacia el pueblo basada en dos tácticas: la táctica de la distracción, se anuncia el rescate de los bancos el sábado que debutaba la selección española, y la táctica de los balones fuera, que justifican con la herencia recibida. Si todos los españoles sabían cómo había sido la gestión del PSOE, solo hay que ver como se les castigó en las urnas, ¿no lo iban a saber en la oposición? Pero eso sí, se hartaron de prometer que no habría subidas de impuestos ni recortes en sanidad y educación.

Para aquel que no lo sepa, la deuda pública que tenemos se cimenta mayoritariamente en los abusos de las instituciones menores, comunidades, ayuntamientos, etc., y en el dinero prestado a los “puñeteros bancos”, y esta deuda se incrementará con los intereses del rescate financiero. Lo peor de todo, nos digan lo que nos digan, es que España va a necesitar en su rescate más de 400.000.000.000 de euros, así en dígitos y bien gordito. Mientras devolvemos tal dinero, con sus respectivos intereses, nos vamos a pasar veinte años, como mínimo, sometidos a la esclavitud. Hay otra solución, pero esta pasa por plantarle cara al Gobierno y frenar esta política descabellada y extremadamente generosa con los causantes de este desastre, eso, si todavía estamos a tiempo de rectificar. No obstante ya hay muchos casos de paises que se han negado a pagar su deuda y no ha pasado nada.


Que se preparen los marroquíes, que ahora se la vamos a devolver. A ver que tal les va a sentar cuando seamos nosotros los que empecemos a saltar la valla de Melilla. Soltado todo el resquemor, que mucho me temo que regresará mañana, me despido “Bismarckianamente”.

Atentamente:

Andrés y su tiempo

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