Vivimos en un país cuyo Gobierno se rige desde una ciudad
que se llama Bruselas y que poco tiene que ver con nuestra nación desde hace
varios siglos. Allí, en esa ciudad, existe un lugar al que llaman Parlamento
Europeo, con un presidente, Herman Van Rompuy, que pocos conocen, que nadie le
ha elegido, pero que tiene la potestad, no se si por el mismo o inducido por
Alemania, de dictar las normas que ha de cumplirse en España.
Todo este mal nos llega de aquel famoso Tratado de Lisboa. Un
tratado ratificado por España en un referéndum que debía de haberse declarado
nulo, pues votó el 44% de la población, lo que indica que más de la mitad de la
gente con edad de votar pensó que la Constitución Europea no merecía levantarse
del sillón para ir a las urnas. También es cierto que la mayoría desconocía
cual iba a ser la consecuencia de este Tratado. Pero en cambio si votaron
mayoritariamente los ciudadanos en el referéndum que se celebró al mismo efecto en Francia,
Holanda e Irlanda. En los tres países se dijo ¡no! a la pérdida de soberanía que
suponía el Tratado de Lisboa. Lejos de amilanarse, los gerifaltes de
Bruselas hicieron caso omiso a la voluntad del pueblo, se sacaron de la
chistera un Tratado de Reforma, no volvieron a pedir la opinión de los votantes
y ratificaron la Constitución Europea. Este Tratado nos está desangrando, pues
nos obliga a salvar al euro, a pagar los agravios de bancos y cajas que son
empresas privadas con el esfuerzo colectivo de los trabajadores.
Le crecen los enanos al Gobierno, porque la situación límite
a la que está llevando a la población se hace insostenible. En Andalucía los
jornaleros han comenzado a movilizarse. En las cuencas mineras seguirá habiendo
movilizaciones. Cada poco se convoca una manifestación en las grandes
capitales. Y lo peor de todo, han convencido a todos los indecisos catalanes a
tomar partida por la autodeterminación de su nación. Y cuando digo que esto
último es lo peor me refiero a que como se dilate la situación actual los
políticos acabarán provocando un movimiento popular de tal fuerza que, sino
arrojarlos del poder, disipe al Gobierno de seguir con esta política, pero para
entonces quizás Cataluña haya tomado una decisión sin vuelta atrás y nadie
podrá reprochárselo. Decisión que es obvio que no va a favorecer ni a españoles
ni a catalanes, pero con qué cara les vamos a impedir, si lo deciden
mayoritariamente, que no se separen.
Lo único que sé es que llevan meses diciendo que vamos por
la senda correcta, que se han tomado las medidas adecuadas, pero yo lo único
que veo es que cada día surge un nuevo problema. Curiosamente el PP, el partido
que con mayor fervor clama a la unidad nacional, van a ser los responsables,
como sigan así, de la disgregación de la misma ¿Qué aliciente tiene estar en un
estado que mata de hambre a su población? Como trascienda lo de Cataluña, a ver
cuánto tardan los vascos en plantear la misma cuestión. Ahora que lo pienso,
eso si lo sé. Dentro de poco hay elecciones en Euskadi, así que en cuanto
saquen del Gobierno a los socialistas escucharemos sus propuestas.
La última cuestión que se me plantea es que el Ejecutivo de
Rajoy ha repetido hasta la saciedad que han recibido el apoyo mayoritario de la
población española. En eso se han justificado para realizar su programa
político. Si la mayoría de los catalanes o los vascos decidiesen democráticamente
no pertenecer más al Estado español, ¿les dejaría escindirse, pues estaría
justificado con una mayoría absoluta?, ¿o les depararía otro tipo de discurso? En
este tema creo que también se lo que va a pasar, ni siquiera podrán votar en
tal cuestión. La Democracia solo funciona para que el pueblo vote al europelota
que nos va a vender en Europa. Vamos que lo de somos europeos nos la han colado bien colada.
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