jueves, 2 de febrero de 2012

Como siempre, con la venda puesta


No encuentro explicación alguna, y mira que he dado vueltas al tema, a los extraños comportamientos que tiene la Justicia española. Una Justicia tan magnánima con el malhechor que en esta época de crisis incluso me arriesgo a decir que anima a delinquir. No es tan exagerada esta anotación, en el trullo comes caliente, a pensión completa y cotización a la Seguridad Social. No te preocupes por volver a recuperar la libertad, las estancias en la cárcel no suelen ser demasiado prolongadas. Por ejemplo, el peor crimen que existe, privar de la vida a un semejante, tiene una condena estimada últimamente en unos veinte años y si te portas bien, a los siete ya estás en la calle disfrutando de un régimen abierto.

No es por ello extraño que las bandas criminales organizadas proliferen al amparo de un sistema penitenciario y judicial que es, incluso y según circunstancias, atractivo. Teniendo en cuenta, además, que alguno de estos delincuentes vienen de países donde las leyes si que hay que tomárselas en serio, les deja en la cómoda situación de no tener nada que perder y mucho que ganar a la hora de delinquir. Si “mamá” es incapaz de impartir disciplina, lo lógico es que los niños acaben siendo quienes sometan a “mamá” a sus caprichos. Es una cualidad innata en los niños, saber hasta donde pueden llegar.

Con esto no pretendo cuestionar la Ley, Dios me cuide de meterme en “tales sembrados”, pero si quiero dejar claro la negligencia con que muchas veces se aplica, y esa negligencia es la que ha conseguido que se pierda la confianza en la Justicia. ¿Cómo puede ser posible que en casos de estafa, cohecho o malversación, presentándose la culpabilidad con bastante evidencia, acaben siendo los acusados declarados no culpables por falta de pruebas? Si que es cierto que hay que atenerse a la presunción de inocencia y que si la condena es favorable al acusado, lo lógico es pensar que realmente no esté involucrado en ningún asunto turbio. Más allá de todas estas teorías, a mi me siguen sin encajar muchas piezas.

Un claro ejemplo de como queda cuestionada la forma de impartir justicia, a mi modo de entenderlo, es el caso de este hombre que se ha pasado treinta y pico años en la cárcel, sin haber cometido un delito que se pueda considerar realmente grave. Tampoco exculpo “al angelito”, pues si lleva encarcelado tanto tiempo es por su propia necedad, por esa absurda manía de intentar escapar, complicándose la vida de mala manera. Lo que realmente me indigna es que una persona que le ha privado del derecho a la vida a un semejante, cumpla una condena, aplicándole de antemano el régimen abierto, que no es ni una cuarta parte de la condena de este “ratero”, cuyo mayor pecado ha sido ser pobre y tener pocas luces al intentar huir, por muchos robos cometidos. Estamos hablando de la vida, lo más sagrado que tenemos. Dicho de otra manera, yo, personalmente, prefiero que me roben setenta veces a que me maten una.

Otra de las polémicas que están en el candelero es el caso Garzón. Mira que no es santo de mi devoción este hombre, pero hay que reconocerle “los arrestos” que tiene, como ha demostrado en sus actuaciones contra ETA o contra los crímenes cometidos durante las dictaduras de Chile y Argentina. La última cruzada "Garzoniana" le había llevado a “desenterrar”, de una vez por todas, la verdad sobre los crímenes del franquismo y eso ha debido molestar a algún sector influyente del país. El caso es que se han encontrado suficientes evidencias para poder imputar a Garzón por cohecho y prevaricación. Anda que… están muchos jueces en la situación más óptima para juzgar a Garzón por prevaricación. Puede que sea culpable, claro que si, pero no se porque razón intuyo que al margen de esa culpabilidad y amparándose en la siempre socorrida premisa de “hecha la Ley, hecha la trampa” lo van a “empapelar” bien “empapelado”. Con ello se me irá la ilusión de que alguien siente en el banquillo de acusados por crímenes contra la humanidad al trío de las Azores, pero este tema lo dejamos para otro día.

En resumen, no hace falta establecer condenas más severas como la cadena perpetua, que en definitiva, por el contexto en el que vivimos, no son más que populistas, quizás para suavizar un poco esa subida de impuestos que nunca debió de ser. Lo que hay que hace es dejar de dar la impresión de que el que es honrado y las está pasando de todos los colores para salir adelante, está haciendo el primo. Borrar de una vez por todas, esa imagen país pusilánime, incapaz de hacer nada bien.

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