domingo, 26 de febrero de 2012

Llegó la noche


Por fin llegó el viajero. A él siempre le esperaban, curiosos y muy excitados por las nuevas que podría traer. -¿Dime, viejo, que nuevas contáis?, ¿Qué acontece por los mundos, y qué debemos de saber?-.

-Hermanos,- dijo el viejo – hoy le he visto la cara al diablo, y me ha enseñado el futuro. ¡Disfrutad, mientras podáis!, pues el final ronda cerca. Quizás no imaginemos su malévola intención, pues como humanos y por maldad que cometamos, no somos dignos del Maestro- Tomó resuello y continuó, con el horror pintado en su rostro- En breve vamos a conocer lo que es maldad, pues si el humano se guía por intencionalidad, la palabra la inventó el que nos la va a aplicar.

-¿Tan grave es la situación?, viejo  ¿Por qué debemos de hacerte caso?

-Haced lo que creáis justo y debáis -contestó el  viejo exaltado- Pero recordad que cuando las noticias han sido propicias siempre os habéis parado a escucharlas, y ahora que no lo son queréis ignorarlas. Como se cumpla lo que os vaticino, lo mismo da lo que opinéis, así pues pensad con justicia o insensatamente, que de esta no escapáis. Lo único que me duele es vuestro insulto contra mí, solo las buenas noticias son dignas de vuestra atención. Ese miedo ignorante es dañino.

-Viejo, alguna vez habrás de equivocarte. Alguna vez habrás de errar en tus pronósticos. Quieran los dioses que sean esta vez cuando no aciertes, pues nuestra vida, por lo que dices, va en ello-

Contestó el viejo: -Hemos sido malvados y ahora lo tenemos que pagar con nuestra propia arma, pero utilizada de forma magistral. Vamos a ser aleccionados en nuestra propia  vanidad.

Poco después sobrevino la oscuridad. Fueron días movidos para el barquero del Aqueronte, aquel que le dicen Caronte. La intención humana no es suficiente para superar al que dio el nombre a la palabra maldad. No hubo piedad ni para los niños, pues por eso se define el mal. Tan solo, a modo de muestra, un pequeño brote verde quedó sin arrasar. Señalando el lugar donde una vez hubo vida, ahora, solo, esterilidad.

El humano sigue creyendo lo que quiere, y le cuesta afrontar su realidad. Siempre intentando luchar contra el destino, jugando a ser divinidad. Es posible que sea porque el bien más preciado que tiene un hombre es su vida y desprenderse de ella nunca es fácil. Pero hay cosas con las que no se puede luchar.

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