Insisto:
en cuestiones evolutivas son muchos los interrogantes apasionantes que todavía
no han encontrado respuesta y que, seguramente, nunca podrán desvelarse. Y
dentro del complejo imaginario evolutivo la violencia y la agresividad han
jugado un papel fundamental dentro de la puesta en marcha de los mecanismos
propiciatorios. A pesar de las reticencias de los bien pensantes y los convencidos
de las bondades humanas, la sádica crueldad humana mueve montañas. Parafraseando
a uno de los grandes pensadores de la cultura popular occidental de finales del
siglo XX y principios del XXI, la maquinaria de la evolución se engrasa con la
sangre de los vencidos, de las víctimas y de todos aquellos, animales, plantas,
cosas y otros seres humanos, que han tenido la desgracia de caer bajo las
garras impasibles del proceso evolutivo de nuestra especie. La naturaleza se
resuelve en el conflicto.
La
historia de la técnica es asombrosa y constituye uno de los pilares
fundamentales en los que se sustenta la evolución social y cultural de la humanidad. Podríamos
aventurarnos y, bajo riesgo de ser acusados de marxistas o algo parecido,
entender la historia como un proceso básico en el que distinguir unos hitos
revolucionarios que implicarían la transformación radical de los procesos
productivos que desencadenarían una ola sucesiva y concatenada de cambios en
otros aspectos vitales como la cultura, la sociedad, etc. Tendríamos dos
momentos básicos en este proceso tecnológico que marcan los antes y después de
las cronologías: una revolución neolítica en los albores de la historia y una
revolución industrial no tan lejana cuyos coletazos todavía se dejan sentir con
fuerza. ¿Estamos ante una tercera revolución “virtual”? Quién sabe, todo es
mera ficción histórica de corte futurista.
Esta
simplificación abusiva del hecho histórico esconde torpemente la complejidad
del proceso evolutivo. Y al parecer, la innovación tecnológica, como motor de
cambio, ofrece muchas más sutilezas y gradaciones, además de una nueva
cronología que radicaliza las cuestiones en torno a la hominización. Recientes
descubrimientos publicados, cómo no, en Science (la noticia era recogida por El
País el pasado 20 de noviembre de 2012), revelan que nuestros
antepasados, los Homo heidelbergensis,
habrían desarrollado y puesto en práctica la elaboración de unas complejas
armas ofensivas compuestas por una punta lítica enmangada en un mástil o en un
palo. Es terroríficamente sencillo, pero de una efectividad asombrosa. Este
pequeño gesto proporcionaría una capacidad letal al poseedor del arma en
cuestión. Como han destacado los autores de la investigación, el hecho encierra
toda una serie de implicaciones intelectuales que arrojan luz sobre la
complejidad mental del artilugio ideado para matar de una forma más efectiva a
las presas deseadas.
Es
asombrosa la importancia de la violencia en el proceso evolutivo. En muchas
ocasiones, su papel se menosprecia o, al menos, se obvia. Parece que nos
queremos resistir a aceptar el conflicto como un mecanismo básico y crucial.
Nuestros antepasados tuvieron que desarrollar un costoso ingenio con el que
optimizar su capacidad letal a la hora de obtener recursos alimenticios. La
agresividad, entendido como el componente biológico de una violencia cultural,
constituye una mecha impredecible en la competición por el monopolio de los
recursos del entorno, incluyendo el monopolio social del grupo humano. Así, el
Homo descubre que es más eficaz una punta de piedra atada a un palo que la
propia madera afilada; que la punta lítica penetra con mayor facilidad en la
carne de la víctima y acelera su muerte mientras que la eficacia de la madera
para estos menesteres, tan humanos, no resulta de especial utilidad. De estos
remotos orígenes de la violencia como acicate y aliciente fundamental en el
progreso humano a la segunda guerra mundial, con todos sus avances tecnológicos
y científicos, hay un paso.
La
idea lineal de progreso es maravilloso y, ante todo, esperanzadora. Es grato y
reconforta saber que la evolución, los grandes avances en la ciencia y en la
técnica, se han acompañada, en mayor o menor medida, por la masacre y el
exterminio del otro. La bondad humana.
Luis
Pérez Armiño
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