Qué se puede decir del primer año de mandato de Marino Rajoy
que no sepamos ya. Un Gobierno despótico e insolidario con el pueblo que nos ha
llevado, siguiendo las directrices de la Unión Europea, a una situación
insostenible. Robos, atracos, suicidios, desesperación, falta de fe, desidia,
etc., explica muy bien cual ha sido la obra tangible del Gobierno. Pero lo más
exasperante, bajo mi punto de vista, es la ligereza que tienen a la hora de
mentir al pueblo, y lo hacen sistemáticamente, negando la evidencia y sin
preocuparse de que la falacia sea creíble. Esto define perfectamente el respeto
que nos tienen y la consideración que nos profesan.
Lo cierto es que ya uno se lo toma a “chufla” y más cuando
no encuentras el sentido a ciertas cosas. El día de la huelga general los
líderes populares nos castigaron las orejas hasta la saciedad con la “empachante”
cantinela de que el día había transcurrido con normalidad. Sin embargo, a mi me
dio por poner la televisión pública y observé con cierta ironía como se había
suspendido la programación matutina y se estaba emitiendo reposiciones ¿Cómo se
puede hablar de normalidad, si esta se halla ausente en la propia televisión
que regentan? No puedo por menos que expresar mi desprecio hacia unos majaderos
ávidos de calumnia.
No resulta menos irritante el hecho de que Mariano Rajoy y
su séquito sembrador de la desgracia se intenten atribuir virtud alguna. Cuando
la FASA-Renault anunció que iba a crear mil y pico puestos de trabajo, le faltó
tiempo a nuestro presidente del Gobierno para plantarse en la fábrica a hacerse
la foto y mostrar su archiconocida y caratulera imagen de hombre comprensivo y
solidario que dialoga con los trabajadores y “se pone en sus zapatos”. Luego,
en rueda de prensa, hizo gala de su oportunismo y se atribuyó todo el mérito de
que la FASA-Renault pretenda prosperar y hayan elegido nuestro país para
hacerlo. Actuó así para avalar la última mentira que ha fraguado, cargada de
triunfalismo y empecinamiento en que su paquete de reformas ya empiezan a dar resultado.
Me recuerda en este sentido a aquel que dijo: -Ya se empiezan a ver brotes verdes-.
No nos queda nada de discurso sádico y recurrente que pretende
trasladarnos a un mundo de confianza. Mientras, la triste realidad se apodera
de un español hambriento y desesperado. No son dignos de nuestra paciencia, ¡no lo son!
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