miércoles, 21 de noviembre de 2012

Triste balance



Qué se puede decir del primer año de mandato de Marino Rajoy que no sepamos ya. Un Gobierno despótico e insolidario con el pueblo que nos ha llevado, siguiendo las directrices de la Unión Europea, a una situación insostenible. Robos, atracos, suicidios, desesperación, falta de fe, desidia, etc., explica muy bien cual ha sido la obra tangible del Gobierno. Pero lo más exasperante, bajo mi punto de vista, es la ligereza que tienen a la hora de mentir al pueblo, y lo hacen sistemáticamente, negando la evidencia y sin preocuparse de que la falacia sea creíble. Esto define perfectamente el respeto que nos tienen y la consideración que nos profesan.

Lo cierto es que ya uno se lo toma a “chufla” y más cuando no encuentras el sentido a ciertas cosas. El día de la huelga general los líderes populares nos castigaron las orejas hasta la saciedad con la “empachante” cantinela de que el día había transcurrido con normalidad. Sin embargo, a mi me dio por poner la televisión pública y observé con cierta ironía como se había suspendido la programación matutina y se estaba emitiendo reposiciones ¿Cómo se puede hablar de normalidad, si esta se halla ausente en la propia televisión que regentan? No puedo por menos que expresar mi desprecio hacia unos majaderos ávidos de calumnia.

No resulta menos irritante el hecho de que Mariano Rajoy y su séquito sembrador de la desgracia se intenten atribuir virtud alguna. Cuando la FASA-Renault anunció que iba a crear mil y pico puestos de trabajo, le faltó tiempo a nuestro presidente del Gobierno para plantarse en la fábrica a hacerse la foto y mostrar su archiconocida y caratulera imagen de hombre comprensivo y solidario que dialoga con los trabajadores y “se pone en sus zapatos”. Luego, en rueda de prensa, hizo gala de su oportunismo y se atribuyó todo el mérito de que la FASA-Renault pretenda prosperar y hayan elegido nuestro país para hacerlo. Actuó así para avalar la última mentira que ha fraguado, cargada de triunfalismo y empecinamiento en que su paquete de reformas ya empiezan a dar resultado. Me recuerda en este sentido a aquel que dijo: -Ya se empiezan a ver brotes verdes-.

No nos queda nada de discurso sádico y recurrente que pretende trasladarnos a un mundo de confianza. Mientras, la triste realidad se apodera de un español hambriento y desesperado. No son dignos de nuestra paciencia, ¡no lo son!

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