Cuando
el 30 de enero de 1649 Carlos I de Inglaterra moría decapitado no era
consciente de uno de sus principales legados. Sin entrar a valorar cuestiones
políticas, el monarca inglés destituido por la revolución parlamentaria podía
considerarse uno de los principales amantes y coleccionistas de arte de su
tiempo, llegando a convertirse en motivo de inspiración, y de envidia y celo
artístico, del propio rey de España, Felipe IV. Su colección pictórica era
magnífica y la almoneda que siguió a su fallecimiento puso en juego todos los
entramados y resortes de la diplomacia europea del momento, aspecto ampliamente
estudiado por Jonathan Brown en su libro El triunfo de la pintura. Y en la regia labor es también considerable su
papel de mecenas, ejemplificado a través de la vida y trayectoria de Anton van
Dyck, el pintor flamenco que creó la iconografía más triunfal y brillante del
monarca inglés que se nos ha transmitido hasta nuestros días, y que era
considerado como uno de los mejores retratistas de todo el siglo XVII.
Lady Elizabeth Thimbelby y su hermana, h.1637, Van Dych National Gallery, Londres - Fuente |
Van
Dyck es uno de los principales pintores flamencos del siglo XVII, pero su
conocimiento en España, durante muchos años, ha sido insuficiente. Quizás tuvo
que competir con creadores de la talla de Velázquez o de Rubens, mucho más
presentes en las colecciones pictóricas españolas. O fue su trabajo
desarrollado en Londres al servicio de la corte inglesa de Carlos I lo que le
alejó de la órbita hispana. Sólo el tesón de Matías Díaz Padrón ha recuperado
una de las figuras más emblemáticas de la pintura barroca europea y su estrecha
relación con España a través del libro Van Dyck en España.
En una reciente entrevista publicada por La Vanguardia (12 de octubre de 2012), el responsable de este estudio describía
las disputas por los servicios del pintor flamenco, al que define como un genio
culto y algo excéntrico. Y sólo
determinadas circunstancias ajenas al hecho artístico impidieron que Van Dyck
prestase sus servicios al monarca español. Hecho que, sin embargo, no implica
que exista una amplia presencia de la obra del pintor de Amberes en las
colecciones españolas.
Retrato ecuestre de Carlos I, 1637 - 1638, Van Dyck National Gallery, Londres - Fuente |
Las
disputas en torno a los servicios pictóricos de Van Dyck tenían un único
motivo: el pintor era considerado como uno de los mejores retratistas del
momento. Los expertos recalcan constantemente la creación de un nuevo tipo de
retrato en la corte londinense, donde todos los personajes que pasan por sus
pinceles han dejado una muestra sublime de este género pictórico. En estos
lienzos destaca la profunda penetración en el personaje plasmada mediante unas
formas extraordinariamente elegantes y refinadas. Así, el rey, Carlos I,
muestra su semblante orgulloso y poderoso revestido de unas formas distinguidas
que subrayan la posición social del retratado. Creó así un tipo muy especial de
retrato cortesano que tendría gran éxito. Sin embargo, también fue capaz de
adaptar su arte a las exigencias de la clientela española que recalaba en
Flandes retomando los principios de austeridad y sobriedad tan propios de los Austrias
hispanos.
Este es uno de los principales logros del pintor según Matías Díaz Padrón.
Sileno borracho y sátiros, h.1620, Van Dyck National Gallery, Londres - Fuente |
Estos
retratos no son más que la punta de una de las trayectorias artísticas más
brillantes de todo el siglo XVII. No sólo cultivó el retrato, sino también
otros muchos géneros, como el mitológico o el histórico, incluso el religioso. Y
todos los especialistas insisten en la capacidad y en la precocidad del joven
pintor flamenco. Nacido en Amberes en 1599 sus primeros años transcurren a la
sombra de Rubens, la primera figura de la pintura europea del momento. Sin
embargo, su capacidad artística y su genialidad dan tempranas muestras de su talento.
Dice la leyenda que el propio Rubens facilitó su viaje de formación a Italia
para alejar a un potencial competidor en el restringido mercado artístico de la
Europa barroca. Y fue precisamente el viaje a Italia fundamental en la
producción de Van Dyck, que asumió de forma plena los principios de la pintura renacentista
italiana, especialmente de la veneciana y de la obra de Tiziano. Generaba así
una interesante simbiosis de reluciente luminosidad y de extrema originalidad.
El
9 de diciembre de 1641 Van Dyck muere en Londres después de haber fracasado en
su intento de entrar al servicio de la corte francesa para realizar pinturas de
historia. Su temprana muerte truncaba una de las carreras pictóricas más
importantes y prometedoras que exige una justa reivindicación para situarlo en
la estela de los grandes creadores del siglo XVII.
No hay comentarios:
Publicar un comentario