jueves, 15 de noviembre de 2012

Van Dyck. El retrato elegante

Cuando el 30 de enero de 1649 Carlos I de Inglaterra moría decapitado no era consciente de uno de sus principales legados. Sin entrar a valorar cuestiones políticas, el monarca inglés destituido por la revolución parlamentaria podía considerarse uno de los principales amantes y coleccionistas de arte de su tiempo, llegando a convertirse en motivo de inspiración, y de envidia y celo artístico, del propio rey de España, Felipe IV. Su colección pictórica era magnífica y la almoneda que siguió a su fallecimiento puso en juego todos los entramados y resortes de la diplomacia europea del momento, aspecto ampliamente estudiado por Jonathan Brown en su libro El triunfo de la pintura. Y en la regia labor es también considerable su papel de mecenas, ejemplificado a través de la vida y trayectoria de Anton van Dyck, el pintor flamenco que creó la iconografía más triunfal y brillante del monarca inglés que se nos ha transmitido hasta nuestros días, y que era considerado como uno de los mejores retratistas de todo el siglo XVII.



Lady Elizabeth Thimbelby y su hermana, h.1637, Van Dych
National Gallery, Londres - Fuente
Van Dyck es uno de los principales pintores flamencos del siglo XVII, pero su conocimiento en España, durante muchos años, ha sido insuficiente. Quizás tuvo que competir con creadores de la talla de Velázquez o de Rubens, mucho más presentes en las colecciones pictóricas españolas. O fue su trabajo desarrollado en Londres al servicio de la corte inglesa de Carlos I lo que le alejó de la órbita hispana. Sólo el tesón de Matías Díaz Padrón ha recuperado una de las figuras más emblemáticas de la pintura barroca europea y su estrecha relación con España a través del libro Van Dyck en España. En una reciente entrevista publicada por La Vanguardia (12 de octubre de 2012), el responsable de este estudio describía las disputas por los servicios del pintor flamenco, al que define como un genio culto y algo excéntrico. Y sólo determinadas circunstancias ajenas al hecho artístico impidieron que Van Dyck prestase sus servicios al monarca español. Hecho que, sin embargo, no implica que exista una amplia presencia de la obra del pintor de Amberes en las colecciones españolas.  

Retrato ecuestre de Carlos I, 1637 - 1638, Van Dyck
National Gallery, Londres - Fuente
Las disputas en torno a los servicios pictóricos de Van Dyck tenían un único motivo: el pintor era considerado como uno de los mejores retratistas del momento. Los expertos recalcan constantemente la creación de un nuevo tipo de retrato en la corte londinense, donde todos los personajes que pasan por sus pinceles han dejado una muestra sublime de este género pictórico. En estos lienzos destaca la profunda penetración en el personaje plasmada mediante unas formas extraordinariamente elegantes y refinadas. Así, el rey, Carlos I, muestra su semblante orgulloso y poderoso revestido de unas formas distinguidas que subrayan la posición social del retratado. Creó así un tipo muy especial de retrato cortesano que tendría gran éxito. Sin embargo, también fue capaz de adaptar su arte a las exigencias de la clientela española que recalaba en Flandes retomando los principios de austeridad y sobriedad tan propios de los Austrias hispanos. Este es uno de los principales logros del pintor según Matías Díaz Padrón.

Sileno borracho y sátiros, h.1620, Van Dyck
National Gallery, Londres - Fuente
Estos retratos no son más que la punta de una de las trayectorias artísticas más brillantes de todo el siglo XVII. No sólo cultivó el retrato, sino también otros muchos géneros, como el mitológico o el histórico, incluso el religioso. Y todos los especialistas insisten en la capacidad y en la precocidad del joven pintor flamenco. Nacido en Amberes en 1599 sus primeros años transcurren a la sombra de Rubens, la primera figura de la pintura europea del momento. Sin embargo, su capacidad artística y su genialidad dan tempranas muestras de su talento. Dice la leyenda que el propio Rubens facilitó su viaje de formación a Italia para alejar a un potencial competidor en el restringido mercado artístico de la Europa barroca. Y fue precisamente el viaje a Italia fundamental en la producción de Van Dyck, que asumió de forma plena los principios de la pintura renacentista italiana, especialmente de la veneciana y de la obra de Tiziano. Generaba así una interesante simbiosis de reluciente luminosidad y de extrema originalidad.

El 9 de diciembre de 1641 Van Dyck muere en Londres después de haber fracasado en su intento de entrar al servicio de la corte francesa para realizar pinturas de historia. Su temprana muerte truncaba una de las carreras pictóricas más importantes y prometedoras que exige una justa reivindicación para situarlo en la estela de los grandes creadores del siglo XVII.

Luis Pérez Armiño

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