La
tesis es la siguiente: la vivienda, como concepto de definición compleja, ha
tendido a un movimiento pendular en su desarrollo histórico de especial
trascendencia. La arquitectura, como apropiación del espacio para determinados
fines, ha tenido unos orígenes de especiales características; y ha sufrido una
determinada evolución que, más o menos, ha respondido a unas formas
universales, más si consideramos el proceso globalizador ocurrido con la
expansión occidental a partir del siglo XV; y ha concluido con una peculiar
vuelta a sus orígenes en los tiempos actuales donde la post – modernidad ha
sido capaz de sustraer todo el concepto matérico de la vivienda o la
arquitectura para transformarlo en una entidad de extrema abstracción
susceptible de jugar una más que importante baza en el actual escenario de
oferta y demanda. Veamos brevemente esta evolución simple y estúpida de la
vivienda.
Primera parte: la
vivienda comunal
Como
todo origen que se precie, el de la vivienda se sumerge en mares insondables
donde sólo se pueden arrojar efímeros destellos de luz en una oscuridad de
ignorancia. Las primeras evidencias arqueológicas apenas pueden ofrecer un dato
certero que nos ponga ante la prueba irrefutable de una vivienda. Quizás
determinados vestigios puedan indicar la remota posibilidad de una existencia
pretérita de una estructura que pudiésemos identificar como habitacional. La
ciencia nos ha descrito grandes zonas ocupadas durante un periodo más o menos prolongado
por un número variable de individuos. En principio, nos referiríamos al
aprovechamiento de recursos naturales para después pasar a su manipulación y
así obtener el cálido hogar con el que protegerse de inclemencias y demás
peligros del mundo natural. En todo caso, la comparación etnográfica y cultural
nos indica la preferencia por estructuras comunales donde distintas unidades
familiares se agrupaban. Y encima, casi todas estas viviendas eran de
materiales biodegradables.
Segunda parte:
individualización y conversión crematística
El
discurrir histórico de las diferentes sociedades ha pasado por un aumento de la
complejidad de los componentes que forman parte de las distintas estructuras
sociales. La vivienda no fue ajena a este proceso. Se convirtió en un bien
manipulable y objeto primario dentro de todo aquello que se consideraba digno
de formar parte de la propiedad privada de tal o cual sujeto en cuestión. Ya no
sólo se trataba del valor otorgado a la vivienda en tanto que los materiales
empleados en su construcción, las horas de trabajo empleadas, etc. Se había
convertido en un bien en cuya consecución debían intervenir profesionales
específicamente preparados y que, con el tiempo, fue perdiendo su carácter
comunal para individualizarse progresivamente. El culmen de este proceso, su
clímax, vino de la mano de la multipropiedad (algunos individuos podían poseer
dos o más viviendas) y la entrada en el mercado especulativo de la vivienda
como un bien que genera amplios beneficios.
Tercera parte:
colectivización parcial del bien
En
la lógica diabólica que parece dominar este nuestro nuevo milenio, la vivienda
ha jugado un papel terrorífico. La estructura destinada a convertirse en
salvaguarda frente a la incansable y cruel naturaleza ha sido corrompida por
determinadas corporaciones y poderes supra – estatales con el objetivo de
convertirse en fuente de beneficios especulativos. Las familias, antiguas
propietarias, han pasado a convertirse en sujetos endeudados de por vida y más
allá mientras que las viviendas, los pisos, apartamentos, estudios, lofts,
chalés, etc., han pasado a formar parte de los activos de grandes corporaciones
bancarias y financieras que no han dudado en subvertir el orden natural del
hogar para volver a colectivizarlo en manos de juntas de gobierno de grandes
agrupaciones empresariales y bursátiles. Así, la vivienda ha completado su
peculiar círculo y ha vuelto a colectivizarse aunque, en este caso, en unas
pocas manos cuyas estrategias residen en el beneficio de una minoría acaudalada
frente a la antigua idea del hogar común como centro de toma de decisiones
orientadas al bien común.
Conclusión
Toda
nuestra vida empeñados en una peculiar visión dual de la historia cuando la muy
puñetera se empeña en insistir en su carácter cíclico. Eso sí, esas lecciones
que pretende darnos siempre vienen cargadas de mucha sorna e ironía. A veces la
historia lo único que se merece es un tiro entre ceja y ceja.
Luis
Pérez Armiño
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