Hacía un buen rato que la noche había desplegado su manto oscuro,
siniestro y mágico. Muchas noches, demasiadas me parecen ahora, cuya única
compañía que tuve fueron las criaturas del bosque. Ellas me acompañaron en mi
ostracismo y me dieron esperanza. No recuerdo con exactitud el tiempo que llevo
lejos de mi hogar, ni siquiera alcanzo a evocar cuándo fue la última vez que
conversé con alguien. Tampoco lo he añorado, pues en tú camino siempre
encuentras un pastor o un labriego entregado a su faena que trato de evitar por
no retardar el paso. Un paso que nunca me llevó a sitio alguno, pero que en
ningún momento dejó de ser paso.
Hoy hace una noche fría y seca, demasiado para ser septiembre.
Este año el invierno se presenta duro y largo. Lo noto en el ambiente
enrarecido, en el bosque alterado. Un silencioso vaticinio de sus habitantes
que parecen percibir la crudeza que está por venir. Ha sido un día extraño,
ralo y no se explicar la razón que me lleva a este pensamiento. Pero tengo el
alma inquieta, como hacía tiempo que no se encontraba.
Llevo demasiados años fuera del hogar. Demasiadas jornadas vacías
de recuerdos, de ilusiones, vagando sin rumbo definido. Ahora vuelvo como
prófugo de la vida, cansado de huir y rendido en su lucha contra el tiempo.
Marché joven y vigoroso y vuelvo viejo y cansado. Cuantas veces me arrepentí y
pensé en volver, mas el miedo me lo impedía y me empujaba a no volver sobre mis
pasos. Pero ahora soy demasiado anciano para temblar, estoy cansado y ya no
tengo nada que perder y mucho que ganar.
Todavía recuerdo la noche del adiós. Allí la deje durmiendo, con
sus bucles negros como el carbón y suaves como la seda, deslizándose por su
mejilla. Yo era un adorador de tinieblas, pues solo así se explica que escapará
de la felicidad. En la mano sostengo mi único bien material, aquel que
conservo y que he hecho cómplice de mi huida. La carta de amor que nunca llegué
a entregarla, pues no me hallaba.
No quiso presentarse de
vacío y entre sus dedos colgaba deteriorada una carta, el único bien que poseía
además de las andrajosas vestimentas. Con aquel escrito esperaba enmendar la
dolorosa falta cometida por cobarde.
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